España, la vergüenza de Europa
¿Una política de familia?
Esto es lo que hace Francia: ejemplar.
Nos guste o no, la supervivencia de la raza humana depende de unos bichitos. Si esos bichitos encuentran su casita, entonces, la palabra “nietos” tiene sentido. Pero la mayor parte de los países europeos tiene una baja natalidad, ya sea porque es muy caro mantener a un niño, porque los europeos prefieren viajar en crucero o porque no les da la gana. Lo segundo y lo tercero no tiene solución. Pero lo primero se puede arreglar con dinero. He aquí cómo la progresista Francia nos da una lección de supervivencia. España está a la cola de Europa en esta cuestión
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CARLOS SALAS
No hay mejor motor para fomentar la natalidad que poner dinero en la mesa. ¿Una solución materialista? Lo importante es que funcione. Porque el problema de la baja natalidad puede ocasionar un impacto tan profundo y tan grave que vale la pena invertir mucho dinero en solucionarlo.
Por qué es preciso tener hijos
He aquí las tres grandes desgracias que trae la baja natalidad: primero, el decrecimiento en la mano de obra. Pero estamos hablando en todos los niveles, desde obreros hasta ingenieros. De modo que para suplir esta mano de obra, las empresas tienen que acudir a otros países y enfrascarse en una carrera para ver quién atrae más gente y con mejores sueldos. En segundo lugar, el envejecimiento de la población tiene unas impactantes consecuencias socioeconómicas. Aumenta el gasto en hospitales porque aumenta la población achacosa. Aumenta el consumo de medicamentos. Y sobre todo, debido a que el envejecimiento se ha convertido en una larga etapa, aumenta el porcentaje de población inactiva a la que hay que mantener. Y tercero, la baja natalidad significa el declive y la desaparición de la población autóctona. Ahora que todos estábamos empeñados en cuidar a especies animales en extinción, crear reservas para delfines blancos del Yang-Tsé, mantener frescos los lenguajes de nuestros antepasados como el euskera, ¿alguien se ha ocupado en cuidar a las poblaciones autóctonas, es decir, a las poblaciones europeas?
La única forma de hacerlo, como hemos dicho antes, es poniendo dinero sobre la mesa. Está demostrado que ese método funciona. En 1939, el gobierno francés aprobó el Código de la Familia, una ley que ofrecía incentivos económicos a las madres que se quedasen en casa al cuidado de su prole. Además, se daban subsidios para disfrutar de las vacaciones y en algunos casos incluso se prohibía el uso de anticonceptivos. Y era Francia.
Hoy la ley sigue vigente. En concreto, los incentivos consisten en abonar 1.300 euros –de hoy- a cada familia por el hecho de tener un tercer hijo. Las madres trabajadoras pueden tomarse entre 20 y 40 semanas de descanso para atender a sus pequeños. A la hora de acceder a la vivienda, se da trato preferente a las familias con tres hijos. Estas familias con tres hijos prácticamente no pagan impuestos hasta que el mayor cumple 18 años. Se les reduce hasta un 30% los gastos en transportes, y las madres que están en casa reciben una paga mensual, así como todo tipo de facilidades para guarderías o para lograr una chica de ayuda en labores domésticas (que puede ser gratuita, si la familia tiene bajos ingresos o ninguno). Estos incentivos se aplican sin importar si la pareja está casada, o si es una familia monoparental, es decir, en la que sólo está la madre.
El ranking europeo
Gracias a estas políticas, Francia celebra el tener el mayor incremento de natalidad en el último cuarto de siglo. Aún así, las autoridades esperan aumentar el dinero destinado a las familias, para mejorar los índices de natalidad. Porque, a pesar de todos estos incentivos, Francia no ocupa el primer lugar de Europa en ayuda a las madres. Los pioneros son Luxemburgo, Austria y Alemania. En cuarto lugar, Francia. Estos cuatro países destinan entre el 2 y el 3% de su Producto Interior Bruto a fomentar la natalidad (excluida la educación). En último lugar de la clasificación europea está España, que destina menos de 0,5% a políticas de natalidad. Dinamarca es un caso aparte porque destina el 1,5% de su PIB a fomentar la natalidad en forma de dinero contante y sonante, y otro 2,15% en forma de especie, que pueden ser regalos, bienes, vivienda, etcétera.
Las medidas aplicadas en Francia durante los últimos 60 años han sido tan bien acogidas por la población que apenas se debate sobre ellas en las elecciones.
Todo ello ha permitido recuperar la pirámide de población de modo que la base, formada por jóvenes hasta 25 años, es la más sólida y amplia del triángulo. Pero, si no se continúa con estas políticas de natalidad, a largo plazo volvemos al declive porque esos jóvenes se convierten en viejos y se invierte la pirámide. En Francia, la tasa de nacimientos era de 2,73 niños por mujer en 1960. Treinta años después cayó hasta 1,73 niños. Ahora, se ha recuperado hasta 1,98 pero es insuficiente para mantener una población joven.
Si no se arregla todo ello, en 2050 la población mayor de 65 años va a ser mayoritaria en Francia, lo cual creará unos serios desajustes económicos y sociales. Se necesitarán mayores flujos de inmigrantes para mantener la maquinaria económica, pero a la vez, esos flujos supondrán unos profundos cambios dentro de Francia: culturales, sociales, económicos. Nadie sabe si estos cambios supondrán un salto hacia adelante o hacia atrás en el nivel de vida. Sólo se puede decir que Francia será diferente.
No hay mejor motor para fomentar la natalidad que poner dinero en la mesa. ¿Una solución materialista? Lo importante es que funcione. Porque el problema de la baja natalidad puede ocasionar un impacto tan profundo y tan grave que vale la pena invertir mucho dinero en solucionarlo.
Por qué es preciso tener hijos
He aquí las tres grandes desgracias que trae la baja natalidad: primero, el decrecimiento en la mano de obra. Pero estamos hablando en todos los niveles, desde obreros hasta ingenieros. De modo que para suplir esta mano de obra, las empresas tienen que acudir a otros países y enfrascarse en una carrera para ver quién atrae más gente y con mejores sueldos. En segundo lugar, el envejecimiento de la población tiene unas impactantes consecuencias socioeconómicas. Aumenta el gasto en hospitales porque aumenta la población achacosa. Aumenta el consumo de medicamentos. Y sobre todo, debido a que el envejecimiento se ha convertido en una larga etapa, aumenta el porcentaje de población inactiva a la que hay que mantener. Y tercero, la baja natalidad significa el declive y la desaparición de la población autóctona. Ahora que todos estábamos empeñados en cuidar a especies animales en extinción, crear reservas para delfines blancos del Yang-Tsé, mantener frescos los lenguajes de nuestros antepasados como el euskera, ¿alguien se ha ocupado en cuidar a las poblaciones autóctonas, es decir, a las poblaciones europeas?
La única forma de hacerlo, como hemos dicho antes, es poniendo dinero sobre la mesa. Está demostrado que ese método funciona. En 1939, el gobierno francés aprobó el Código de la Familia, una ley que ofrecía incentivos económicos a las madres que se quedasen en casa al cuidado de su prole. Además, se daban subsidios para disfrutar de las vacaciones y en algunos casos incluso se prohibía el uso de anticonceptivos. Y era Francia.
Hoy la ley sigue vigente. En concreto, los incentivos consisten en abonar 1.300 euros –de hoy- a cada familia por el hecho de tener un tercer hijo. Las madres trabajadoras pueden tomarse entre 20 y 40 semanas de descanso para atender a sus pequeños. A la hora de acceder a la vivienda, se da trato preferente a las familias con tres hijos. Estas familias con tres hijos prácticamente no pagan impuestos hasta que el mayor cumple 18 años. Se les reduce hasta un 30% los gastos en transportes, y las madres que están en casa reciben una paga mensual, así como todo tipo de facilidades para guarderías o para lograr una chica de ayuda en labores domésticas (que puede ser gratuita, si la familia tiene bajos ingresos o ninguno). Estos incentivos se aplican sin importar si la pareja está casada, o si es una familia monoparental, es decir, en la que sólo está la madre.
El ranking europeo
Gracias a estas políticas, Francia celebra el tener el mayor incremento de natalidad en el último cuarto de siglo. Aún así, las autoridades esperan aumentar el dinero destinado a las familias, para mejorar los índices de natalidad. Porque, a pesar de todos estos incentivos, Francia no ocupa el primer lugar de Europa en ayuda a las madres. Los pioneros son Luxemburgo, Austria y Alemania. En cuarto lugar, Francia. Estos cuatro países destinan entre el 2 y el 3% de su Producto Interior Bruto a fomentar la natalidad (excluida la educación). En último lugar de la clasificación europea está España, que destina menos de 0,5% a políticas de natalidad. Dinamarca es un caso aparte porque destina el 1,5% de su PIB a fomentar la natalidad en forma de dinero contante y sonante, y otro 2,15% en forma de especie, que pueden ser regalos, bienes, vivienda, etcétera.
Las medidas aplicadas en Francia durante los últimos 60 años han sido tan bien acogidas por la población que apenas se debate sobre ellas en las elecciones.
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1 comentario:
Eso que estás describiendo se llama capitalismo salvaje, que está destrozando el bienestar de los españoles. que tieYo que soy español me estoy sorprendiendo de lo atrasado que está este pais. Comenzando por la cuestión más fundamental que tiene que tener un pais que se diga del primer mundo: la formación y el empleo. Se está demostrando que estamos igual que Africa.
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