7/10/07

La abstención y el lenguaje enemigo

07/10/2007
Opinión
El peligro de hablar, sin darse cuenta, el lenguaje enemigo
Manuel Caballero
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No pienso jugar "posición adelantada" y pronunciarme sobre un tema (votar o no votar) que todavía provoca divisiones en la oposición. El último que se quiso pasar de vivo jugando así, Luis Velásquez Alvaray al proponer a destiempo la presidencia vitalicia, salió con las tablas en la cabeza (si bien, dicen sus propios correligionarios, con los bolsillos llenos).
No es por miedo a que me pase lo mismo, porque como los proletarios del Manifiesto Comunista, no tengo nada que perder, ni siquiera mis cadenas, porque nunca las he usado, (ni cuando niño, porque mis padres no eran supersticiosos): no tengo auto, no tengo Rolex, no tengo celular, no tengo ni un pantalón de Armani, no bebo whisky de 18 años: soy así un venezolano modelo según el canon ("ser rico es malo") que Miraflores quiere imponer para todo el mundo menos para la familia Chávez Frías.Ni siquiera "hincha"
Si me niego a jugar "posición adelantada" (tampoco he sido nunca futbolista y ni siquiera "hincha") es porque lo más importante no es la decisión que se tome al respecto, sino que sea producto del consenso unitario, de la unidad de la oposición. Estoy de acuerdo con quienes piensan que para esto, hay que agotar, llevándola al extremo límite la paciencia en la búsqueda del acuerdo. Por cierto, tampoco creo mucho en la unanimidad, porque nunca faltará el batracio que se empeñe en seguir dando cabezazos al muro: me conformo entonces con una sólida mayoría.
Lo que sí creo mi deber es combatir con la mayor energía posible la tendencia malsana a contaminarse del lenguaje enemigo, hablar con sus palabras, aceptar sus odios y sus detestaciones. Y peor aún, el peligro de que ese lenguaje vaya a permear la sociedad toda, y hasta sus más fervorosos opositores adopten el vocabulario aborrecido. La lengua del III Reich
Eso no es nada inédito: un libro conmovedor pese a su volumen y apariencia erudita, La lengua del Tercer Reich del filólogo alemán Victor Klemperer (quien pese a ser judío, por estar casado con una "aria" se salvó del exilio y la deportación) relata esa experiencia: cómo hasta los judíos llegaron a adoptar sin darse cuenta el lenguaje de sus opresores nazis, las víctimas el lenguaje de sus verdugos.
Sin darnos cuenta tampoco, quien más quién menos comienza a adoptar la lengua del chavismo: son quienes aceptan en su lenguaje cotidiano, la nomenclatura de "Cuarta" y "Quinta República", expresiones falsas de toda falsedad: ni la que terminó en 1998 era la "cuarta" república, pues era en rigor la tercera comenzada en 1830 y extendida hasta hoy sin hiatos monárquicos. Y la actual no es por lo tanto "quinta" (aunque sí en categoría) pero tampoco "república", por su empeño en hacer de los venezolanos súbditos en vez de ciudadanos.
Otra muestra de ese lenguaje, más reciente, está contenido en la frase: "No debo votar: eso es cosa de los políticos y yo soy apolítico".El hambre y las ganas de comer
Aquí se juntan, como se dice, el hambre con las ganas de comer. Comencemos por lo último: la idea de que la política sea una cosa mala, y en el mejor de los casos puro palabreo; y que todos los males de este país provienen del uso y el abuso de la "sucia política".
Uno, la negación de la política es en términos simples, la negación de la realidad. Lo que es sucio no es la política, sino la sociedad en donde se desenvuelva su acción. Pretender que la política sea "sucia" es como acusar de suciedad al jabón y no a la basura que busca disolver. Cierto, hay gente que propone, situándose por encima de la política, limpiar definitivamente la sociedad de suciedades, dejarla de una vez y para siempre limpia y brillante como una poceta recién lavada. El último que pretendió llevar eso hasta sus últimas consecuencias se llamó Adolf Hitler. Su manía costó ochenta millones de muertos, destrucción y la vergüenza de Alemania. Pero no nos vayamos tan lejos. En nuestro siglo veinte tuvimos dos gobernantes que aborrecían la política: Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez.Llegó cabalgando
Es más ¿cómo llegó Chávez al poder si no fue cabalgando el extendido sentimiento popular (estimulado por los mass media) del aborrecimiento de los políticos y de la política como si fuesen apestados?
Dos, de la misma calidad, y sobre todo del mismo origen es la prédica abstencionista no como un recurso táctico circunstancial, sino como un recurso moral para no contaminarse de la "sucia política" (tanto más sucia e inmoral cuando ella está en manos de los "apolíticos" profesionales, los militares).
No nos cansaremos de repetirlo: así como Chávez no está interesado en "reformar" la actual constitución ni ninguna otra, que su único interés es abolirlas todas, tampoco está interesado en ganar esta o aquella elección, sino suprimir el voto como arma de combate entre Gobierno y oposición. El interés de Chávez es hacerle perder a los electores la confianza en el voto. En insertarle la idea de que "Gobierno no pierde elecciones".
Lo mismo pensaban Gómez y Pérez Jiménez, pero en el caso de Chávez la diferencia es su voluntad de que esa creencia en la inutilidad del voto no provenga sólo de la exposición de motivos de su mal llamada "reforma", sino que los electores consientan en cometer suicidio. Con la prédica abstencionista, ¿no estamos hablando su mismo lenguaje, no estamos volviéndonos sus involuntarios cómplices?
hemeze@cantv.net

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