Confundir daña a México
12/09/2007
Opinión
Buen negocio
Federico Reyes Heroles
El Diario de Yucatán
-
A Enrique González Pedrero Hace una semana discutíamos la ausencia de razones para decapitar a los consejeros del IFE. De pronto brinca una iniciativa para prohibir cualquier contratación directa de propaganda por parte de los partidos en los medios masivos de comunicación. Con gran habilidad los medios presentaron la resistencia a la remoción en el IFE como parte de un rechazo total a la Reforma. Otros involucrados utilizaron el rechazo a la remoción para enredar más el asunto: los que se resisten a la remoción apoyan a los medios. Se trata de una auténtica afrenta al sentido común y una ofensa a quienes defendemos la inamovilidad de los consejeros.
Confundir puede ser un buen negocio privado, pero daña a la nación. ¿Necesita México una reforma fiscal? Sí, es la respuesta, urgente. ¿Necesita una reforma política? Sin duda. Pero entre las dos hay una diferencia no menor: de la fiscal depende la prosperidad de decenas de millones.
La reforma política atañe a los básicamente intereses de las cúpulas partidarias. Condicionar la una por la otra es perder el sentido de prioridad nacional. El actual esquema electoral administró exitosamente la elección de 1997 y la de 2000. Todos conformes. En la de 2006 uno de los actores políticos se encargó de sembrar todas las dudas posibles.
Hoy alrededor de 30% de la población cree que en 2006 hubo fraude. Ese simple hecho avala la necesidad de la reforma. Pero momento: ¿cuándo se planteó que la remoción de los consejeros era parte central de la solución? La propuesta surgió de los pasillos del poder. Las razones o argumentos públicos brillan por su ausencia. Curiosamente no se modifica el mecanismo de designación: sigue siendo un territorio exclusivo de los partidos. Allí está la deformación de origen.
Confundir daña a México.— Insisto, ¿por qué se condicionó la reforma fiscal a la política? ¿Cuál es el trueque? ¿En qué momento las cabezas de los consejeros fueron materia de canje? ¿Qué tiene esto que ver con cómo incrementar la recaudación? Y finalmente, ¿qué tiene todo lo anterior que ver con la prohibición de contratar propaganda política en los medios? El revoltijo es profundamente perverso. Vamos por partes.
Se puede estar a favor en lo general de la reforma fiscal, en lo general a favor de la reforma política pero tener puntos de divergencia. Por ejemplo, la reforma política plantea la necesidad de prohibir la propaganda “negativa”. ¿Quién va a regular el uso de las ideas, no estaremos en el fondo erigiendo una nueva inquisición? Para eso están la calumnia y difamación es su modalidad civil.
Otros ejemplos.— Bienvenido el uso de los tiempos oficiales, por fin. Bienvenida la regulación del uso excesivo de los medios y la promoción personal con dineros públicos. Pero la prohibición es un nuevo candado que también queda indirectamente en manos de los partidos. Prohibir resulta el otro extremo. Siguiendo el sexto constitucional cualquiera debe tener el derecho de transmitir sus ideas por los medios. Van tres prohibiciones. La argumentación prohibitiva no contempla que la radio, rama que sería la primera afectada, ha contribuido notablemente a la información y politización de la sociedad mexicana. Que Televisa y Azteca lleven una porción importante no explica la miopía de principios. Los domina el odio. Confundir daña.
Ojalá se abra una nueva cadena nacional, pero no caigamos en la versión de los cangrejos: hundir al competidor para trepar nosotros. En un país con cerca de 100,000 poblados con menos de 1,000 habitantes los medios nacionales y sobre todo los locales han sido centrales.
El avance en la politización es inexplicable sin los medios.
¿Por qué irnos a los extremos? Se puede regular la contratación con fondos públicos; que se usen los tiempos oficiales. Salir del despilfarro televisivo no supone coartar una libertad. Eso es, por lo menos, falta de imaginación. Por cierto, qué tiene que ver la remoción de los consejeros en todo este embrollo. Nada. Confundir daña.
¿Por qué no separar los asuntos? El revoltijo sólo beneficia la truculencia. El CETU, ITU o como termine llamándose, no tiene nada que ver con la necesidad de un relevo programado y sistemático de los consejeros electorales y de los magistrados del Tribunal que también entraron al trueque. El CETU o ITU no tienen nada que ver con la contratación de tiempos en radio y televisión.
Los excesos son evidentes, pero si por los excesos nos regimos, entonces habría que prohibir los automóviles por todos los accidentes imprudenciales o el uso de ciertas medicinas por la misma razón. Cerrar las puertas a los nuevos partidos, perseguir las campañas “negativas”, prohibir el uso de los medios y correr a los consejeros y magistrados, ése es el corazón de la propuesta actual no la que dicen que viene en la mesa 44. No hay ni una reforma sobre ellos mismos. Olvidan su brutal descrédito. Los recursos que les quitan al uso de medios los trasladan a sus propias arcas. Serán gastados de otra forma. ¿Qué gana el ciudadano? Ni reelección en presidencias municipales, diputaciones o senadurías, prohibición a las candidaturas independientes, más presupuesto para las burocracias, vaya avance. Acreditar la actual propuesta de reforma electoral —antiliberal, contraria a la fortaleza e independencia de las instituciones y mañosa— por la esperanza de la mesa 44 es caer en los engaños de la burocracia partidista. Aquí estamos, a 11 de septiembre, sin la urgente reforma fiscal que necesita el país y discutiendo obsesiones y caprichos. Confundir puede ser un buen negocio privado, pero daña a México.
sistemas_aee@yahoo.com.mx
Opinión
Buen negocio
Federico Reyes Heroles
El Diario de Yucatán
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A Enrique González Pedrero Hace una semana discutíamos la ausencia de razones para decapitar a los consejeros del IFE. De pronto brinca una iniciativa para prohibir cualquier contratación directa de propaganda por parte de los partidos en los medios masivos de comunicación. Con gran habilidad los medios presentaron la resistencia a la remoción en el IFE como parte de un rechazo total a la Reforma. Otros involucrados utilizaron el rechazo a la remoción para enredar más el asunto: los que se resisten a la remoción apoyan a los medios. Se trata de una auténtica afrenta al sentido común y una ofensa a quienes defendemos la inamovilidad de los consejeros.
Confundir puede ser un buen negocio privado, pero daña a la nación. ¿Necesita México una reforma fiscal? Sí, es la respuesta, urgente. ¿Necesita una reforma política? Sin duda. Pero entre las dos hay una diferencia no menor: de la fiscal depende la prosperidad de decenas de millones.
La reforma política atañe a los básicamente intereses de las cúpulas partidarias. Condicionar la una por la otra es perder el sentido de prioridad nacional. El actual esquema electoral administró exitosamente la elección de 1997 y la de 2000. Todos conformes. En la de 2006 uno de los actores políticos se encargó de sembrar todas las dudas posibles.
Hoy alrededor de 30% de la población cree que en 2006 hubo fraude. Ese simple hecho avala la necesidad de la reforma. Pero momento: ¿cuándo se planteó que la remoción de los consejeros era parte central de la solución? La propuesta surgió de los pasillos del poder. Las razones o argumentos públicos brillan por su ausencia. Curiosamente no se modifica el mecanismo de designación: sigue siendo un territorio exclusivo de los partidos. Allí está la deformación de origen.
Confundir daña a México.— Insisto, ¿por qué se condicionó la reforma fiscal a la política? ¿Cuál es el trueque? ¿En qué momento las cabezas de los consejeros fueron materia de canje? ¿Qué tiene esto que ver con cómo incrementar la recaudación? Y finalmente, ¿qué tiene todo lo anterior que ver con la prohibición de contratar propaganda política en los medios? El revoltijo es profundamente perverso. Vamos por partes.
Se puede estar a favor en lo general de la reforma fiscal, en lo general a favor de la reforma política pero tener puntos de divergencia. Por ejemplo, la reforma política plantea la necesidad de prohibir la propaganda “negativa”. ¿Quién va a regular el uso de las ideas, no estaremos en el fondo erigiendo una nueva inquisición? Para eso están la calumnia y difamación es su modalidad civil.
Otros ejemplos.— Bienvenido el uso de los tiempos oficiales, por fin. Bienvenida la regulación del uso excesivo de los medios y la promoción personal con dineros públicos. Pero la prohibición es un nuevo candado que también queda indirectamente en manos de los partidos. Prohibir resulta el otro extremo. Siguiendo el sexto constitucional cualquiera debe tener el derecho de transmitir sus ideas por los medios. Van tres prohibiciones. La argumentación prohibitiva no contempla que la radio, rama que sería la primera afectada, ha contribuido notablemente a la información y politización de la sociedad mexicana. Que Televisa y Azteca lleven una porción importante no explica la miopía de principios. Los domina el odio. Confundir daña.
Ojalá se abra una nueva cadena nacional, pero no caigamos en la versión de los cangrejos: hundir al competidor para trepar nosotros. En un país con cerca de 100,000 poblados con menos de 1,000 habitantes los medios nacionales y sobre todo los locales han sido centrales.
El avance en la politización es inexplicable sin los medios.
¿Por qué irnos a los extremos? Se puede regular la contratación con fondos públicos; que se usen los tiempos oficiales. Salir del despilfarro televisivo no supone coartar una libertad. Eso es, por lo menos, falta de imaginación. Por cierto, qué tiene que ver la remoción de los consejeros en todo este embrollo. Nada. Confundir daña.
¿Por qué no separar los asuntos? El revoltijo sólo beneficia la truculencia. El CETU, ITU o como termine llamándose, no tiene nada que ver con la necesidad de un relevo programado y sistemático de los consejeros electorales y de los magistrados del Tribunal que también entraron al trueque. El CETU o ITU no tienen nada que ver con la contratación de tiempos en radio y televisión.
Los excesos son evidentes, pero si por los excesos nos regimos, entonces habría que prohibir los automóviles por todos los accidentes imprudenciales o el uso de ciertas medicinas por la misma razón. Cerrar las puertas a los nuevos partidos, perseguir las campañas “negativas”, prohibir el uso de los medios y correr a los consejeros y magistrados, ése es el corazón de la propuesta actual no la que dicen que viene en la mesa 44. No hay ni una reforma sobre ellos mismos. Olvidan su brutal descrédito. Los recursos que les quitan al uso de medios los trasladan a sus propias arcas. Serán gastados de otra forma. ¿Qué gana el ciudadano? Ni reelección en presidencias municipales, diputaciones o senadurías, prohibición a las candidaturas independientes, más presupuesto para las burocracias, vaya avance. Acreditar la actual propuesta de reforma electoral —antiliberal, contraria a la fortaleza e independencia de las instituciones y mañosa— por la esperanza de la mesa 44 es caer en los engaños de la burocracia partidista. Aquí estamos, a 11 de septiembre, sin la urgente reforma fiscal que necesita el país y discutiendo obsesiones y caprichos. Confundir puede ser un buen negocio privado, pero daña a México.
sistemas_aee@yahoo.com.mx
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