Japón: los nuevos equilibrios políticos
La hipótesis de un acuerdo tipo “gran coalición” entre el Partido Liberal-Democrático del gobierno y el Partido Democrático de la oposición para salir del bloqueo en que permanecen las Cámaras, divididas en dos facciones, provoca un terremoto político en el partido de Ichiro Ozawa, que está sufriendo un duro golpe a su imagen. El cuadro general es aún más incierto que antes, aunque lo único cierto es que será necesaria la cooperación entre ambos.
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Davide Cazzoni
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El pasado 4 de noviembre, el cuadro político japonés sufrió un imprevisto, y acalorado, terremoto político, tras la petición de dimisión del líder de la oposición Ichiro Ozawa y presidente de la Democratic Party of Japan (DPJ) que fue retirada dos días más tarde por las presiones de los dirigentes de su partido. Ozawa tomó la drástica decisión tras una reunión a puerta cerrada, unos días antes, con el Primer Ministro Yasuo Fukuda, durante la cual los dos líderes proyectaron la idea de formar una “gran coalición”, compuesta por la Liberal Democratic Party (LDP) y su actual compañero de gobierno, Komeito, partido de inspiración budista, y de la DPJ. Esta posibilidad era factible para muchos especialistas y, sobre todo, para el importante periódico Yomiuri Shinbun, que publicó numerosos sondeos y editoriales al respecto; sin embargo, era improbable debido a la intransigencia de Ozawa, sobre todo en relación con la ley que debería haber prolongado, hasta el 1 de noviembre, el despliegue de las Fuerzas Navales de Autodefensa (MSDF) destacadas en el Océano Índico, que abastecen de carburante y agua a las naves implicadas en la operación Enduring Freedom bajo control americano. El líder del DPJ siempre ha rechazado alcanzar cualquier tipo de acuerdo con el LDP no sólo en este aspecto, sino también en temas de política interna comenzando por la gestión de la reforma de las pensiones y del escándalo que envolvió a la Agencia responsable de las mismas. Ozawa se presenta ante la opinión pública como una alternativa concreta de gobierno, preparado para enfrentarse a unas elecciones anticipadas, sobre todo tras conquistar la mayoría en la Cámara Alta.Sin embargo, Ozawa no ha rechazado la apertura de Fukuda, que preveía una división del poder, la coordinación de las acciones legislativas con el objetivo de salvar el bloqueo actual y alcanzar un compromiso sobre la gestión de las fuerzas japonesas que trabajan en la guerra contra el terrorismo: éstas sólo podrían ser desplegadas en misiones bajo mandato del Consejo de Seguridad de la ONU. Contra todo pronóstico, Ozawa presentó la propuesta a los dirigentes del partido, demostrando implícitamente su apoyo al acuerdo, encontrándose con una dura oposición que le acusaba de haber concedido demasiado para acortar su camino al poder. Al considerarse desprestigiado, Ozawa presentó su dimisión, que fue respondida por el secretario general Hatoyama Yukio y por el influyente Kan Naoto, evidenciando cuánto lo necesitan para lograr la victoria en las próximas elecciones, a pesar de que temen su ambición y no aprueban su gestión del partido, demasiado personalista.
Davide Cazzoni
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El pasado 4 de noviembre, el cuadro político japonés sufrió un imprevisto, y acalorado, terremoto político, tras la petición de dimisión del líder de la oposición Ichiro Ozawa y presidente de la Democratic Party of Japan (DPJ) que fue retirada dos días más tarde por las presiones de los dirigentes de su partido. Ozawa tomó la drástica decisión tras una reunión a puerta cerrada, unos días antes, con el Primer Ministro Yasuo Fukuda, durante la cual los dos líderes proyectaron la idea de formar una “gran coalición”, compuesta por la Liberal Democratic Party (LDP) y su actual compañero de gobierno, Komeito, partido de inspiración budista, y de la DPJ. Esta posibilidad era factible para muchos especialistas y, sobre todo, para el importante periódico Yomiuri Shinbun, que publicó numerosos sondeos y editoriales al respecto; sin embargo, era improbable debido a la intransigencia de Ozawa, sobre todo en relación con la ley que debería haber prolongado, hasta el 1 de noviembre, el despliegue de las Fuerzas Navales de Autodefensa (MSDF) destacadas en el Océano Índico, que abastecen de carburante y agua a las naves implicadas en la operación Enduring Freedom bajo control americano. El líder del DPJ siempre ha rechazado alcanzar cualquier tipo de acuerdo con el LDP no sólo en este aspecto, sino también en temas de política interna comenzando por la gestión de la reforma de las pensiones y del escándalo que envolvió a la Agencia responsable de las mismas. Ozawa se presenta ante la opinión pública como una alternativa concreta de gobierno, preparado para enfrentarse a unas elecciones anticipadas, sobre todo tras conquistar la mayoría en la Cámara Alta.Sin embargo, Ozawa no ha rechazado la apertura de Fukuda, que preveía una división del poder, la coordinación de las acciones legislativas con el objetivo de salvar el bloqueo actual y alcanzar un compromiso sobre la gestión de las fuerzas japonesas que trabajan en la guerra contra el terrorismo: éstas sólo podrían ser desplegadas en misiones bajo mandato del Consejo de Seguridad de la ONU. Contra todo pronóstico, Ozawa presentó la propuesta a los dirigentes del partido, demostrando implícitamente su apoyo al acuerdo, encontrándose con una dura oposición que le acusaba de haber concedido demasiado para acortar su camino al poder. Al considerarse desprestigiado, Ozawa presentó su dimisión, que fue respondida por el secretario general Hatoyama Yukio y por el influyente Kan Naoto, evidenciando cuánto lo necesitan para lograr la victoria en las próximas elecciones, a pesar de que temen su ambición y no aprueban su gestión del partido, demasiado personalista.
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El DPJ ha perdido la iniciativa
La sorprendente reacción de Ozawa ha dañado enormemente su imagen y la del partido, defraudando a los militantes que le habían apoyado en julio y, en general, a todos aquellos que aspiraban a conseguir en Japón un auténtico sistema democrático alternativo, tras casi 50 años de gobierno liberaldemocrático ininterrumpido. Su vuelta al liderazgo del partido no elimina el hecho que se ha perdido parte del capital político y la ventaja que habían obtenido frente a sus adversarios de la LDP tras la conquista de la Cámara Alta, la imprevista dimisión del Primer Ministro Shinzo Abe en septiembre y el fin de las misiones de abastecimiento de las Fuerzas Navales de Autodefensa.Ozawa se ha ganado últimamente el apelativo de “destructor” debido a su historia política que se repite. En 1993 abandonó el LPD, donde era secretario general y uno de los políticos más influyentes del momento, causando la primera derrota electoral desde 1955 por parte de la Japan Socialist Party (JSP). Es interesante recordar este episodio porque esta experiencia de gobierno, breve y tortuosa, concluyó en 1995 con un intento fracasado de coalición entre LPD y JSP. Por otra parte, si hasta el momento la atención pública estaba centrada en las ineficacias del LDP, dejando de lado al gabinete de Fukuda que aún está en tela de juicio, Ozawa ha conseguido salvar las divisiones internas provocadas por la fusión de diversos partidos (liberal y social-democrático) cuyos miembros suelen ser ideológicamente contrarios, teniendo como único denominador común el hecho de oponerse al LDP. Añadir que Ozawa no goza de la confianza incondicional de los veteranos del partido, al que califican como un personaje capaz de separar más que de unir, además de actuar más como un patrón que como un líder, siendo una actitud inaceptable para un estilo japonés orientado al consenso. La ironía reside en que son los que lo han obligado a volver, tal vez temerosos de que con él se fueran muchos votos o de que Fukuda aprovechase la coyuntura para convocar elecciones anticipadas (la legislatura debería finalizar en el 2009) los que le han otorgado mayor autonomía dentro del partido, admitiendo su propia debilidad. El descontento en el sector más joven del partido es aún palpable. Este imprevisto punto a favor para Fukuda no compensa el golpe que ha recibido la imagen de su partido, daño que no elimina el hecho que el DPJ ostenta un limitado poder de negociación en la Cámara Alta. Este partido tiene el poder de obstaculizar, aunque no vetar, el proceso legislativo. Sin embargo, no sería vinculante para un partido que controla dos tercios de la Cámara de Representantes.
El DPJ ha perdido la iniciativa
La sorprendente reacción de Ozawa ha dañado enormemente su imagen y la del partido, defraudando a los militantes que le habían apoyado en julio y, en general, a todos aquellos que aspiraban a conseguir en Japón un auténtico sistema democrático alternativo, tras casi 50 años de gobierno liberaldemocrático ininterrumpido. Su vuelta al liderazgo del partido no elimina el hecho que se ha perdido parte del capital político y la ventaja que habían obtenido frente a sus adversarios de la LDP tras la conquista de la Cámara Alta, la imprevista dimisión del Primer Ministro Shinzo Abe en septiembre y el fin de las misiones de abastecimiento de las Fuerzas Navales de Autodefensa.Ozawa se ha ganado últimamente el apelativo de “destructor” debido a su historia política que se repite. En 1993 abandonó el LPD, donde era secretario general y uno de los políticos más influyentes del momento, causando la primera derrota electoral desde 1955 por parte de la Japan Socialist Party (JSP). Es interesante recordar este episodio porque esta experiencia de gobierno, breve y tortuosa, concluyó en 1995 con un intento fracasado de coalición entre LPD y JSP. Por otra parte, si hasta el momento la atención pública estaba centrada en las ineficacias del LDP, dejando de lado al gabinete de Fukuda que aún está en tela de juicio, Ozawa ha conseguido salvar las divisiones internas provocadas por la fusión de diversos partidos (liberal y social-democrático) cuyos miembros suelen ser ideológicamente contrarios, teniendo como único denominador común el hecho de oponerse al LDP. Añadir que Ozawa no goza de la confianza incondicional de los veteranos del partido, al que califican como un personaje capaz de separar más que de unir, además de actuar más como un patrón que como un líder, siendo una actitud inaceptable para un estilo japonés orientado al consenso. La ironía reside en que son los que lo han obligado a volver, tal vez temerosos de que con él se fueran muchos votos o de que Fukuda aprovechase la coyuntura para convocar elecciones anticipadas (la legislatura debería finalizar en el 2009) los que le han otorgado mayor autonomía dentro del partido, admitiendo su propia debilidad. El descontento en el sector más joven del partido es aún palpable. Este imprevisto punto a favor para Fukuda no compensa el golpe que ha recibido la imagen de su partido, daño que no elimina el hecho que el DPJ ostenta un limitado poder de negociación en la Cámara Alta. Este partido tiene el poder de obstaculizar, aunque no vetar, el proceso legislativo. Sin embargo, no sería vinculante para un partido que controla dos tercios de la Cámara de Representantes.
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Fukuda sabe que no puede dejar de cooperar con la oposición
A diferencia del DPJ, Yasuo Fukuda puede alegrarse del apoyo proveniente de las facciones internas de su partido, aunque probablemente esto tenga un costo en términos de libertad de maniobra. Su electorado busca estabilidad y no puede más con la interminable serie de escándalos que ha golpeado la administración de Abe, por lo que todo lo acontecido a la oposición ofrece nuevas oportunidades de recuperación a su partido, especialmente si entendemos el resultado de julio no a favor del DPJ sino en contra del LDP. Sin embargo, el recurso de elecciones anticipadas se muestra como algo improbable dado el riesgo de perder otros puestos en la Cámara Baja (derrotados en el 2005 por el popularísimo Koizumi). Al Gobierno sólo le queda seguir con sus actividades, demostrando su competencia y alejándose de acusaciones de corrupción. Fukuda cuenta con reforzar su propia popularidad que, según los recientes sondeos, está en ligera disminución aunque todavía no llega a niveles preocupantes. Una postura demasiado oportunista con respecto a la del resto, podría ser duramente criticada y sancionada por el electorado. Por otra parte, el recurso de su mayoría absoluta para salvar eventuales vetos de la oposición, sería la última opción para un gobierno que no quiere imponerse arrogantemente, pero que no puede permitirse ceder terreno. Incluso si la prospectiva de una “gran coalición” ha sido arrinconada, el Primer Ministro es consciente de la necesidad para el país de cooperar en el mayor número posible de temas, rozando u obviando aquellos puntos candentes, haciendo concesiones por un interés general. El mismo Ozawa es de este parecer, habiendo explicado públicamente que la búsqueda de un acuerdo con LDP nace de la constatación que la intransigencia asumida hasta ahora por la oposición ya no es factibleble ahora que controlan la Cámara Alta. Desde que empezó la sesión extraordinaria de la Cámara en septiembre, como consecuencia de la dimisión de Abe, sólo ha sido aprobada una ley. El continuo punto muerto debido al obstruccionismo, no forma parte de los planes del DPJ, tal y como declaró Ozawa delante de los parlamentarios reunidos.La confrontación continúa siendo incierta, especialmente en la política exterior. Fukuda apoya, seguramente menos que su antecesor, la participación en la misión de Afganistán, pero sufre fuertes presiones por parte de Estados Unidos, a fin de que Japón reinicie sus actividades de apoyo logístico en el Océano Índico, cuya presencia en el escenario se remonta a 2001. Éste ha sido también el tema de la visita a Washington, del pasado 15 de noviembre. Mientras tanto, una comisión de la Cámara de los Representantes ha renovado una versión limitada de la misión naval que lleva a cabo la flota japonesa, que abastecea las naves encargadas de la inspección de embarcaciones sospechosas de contrabando de armas y terrorismo. Quedan excluidos, por tanto, las operaciones bélicas, de salvamento o de asistencia humanitaria relativa a Afganistán. La búsqueda de un compromiso por parte del Gobierno es evidente, pero frecuentemente ha chocado con la oposición del DPJ, que amenaza con alargar durante semanas la discusión de la ley cuando pase a la Cámara Alta, afirmando que existen problemas más urgentes.
Fukuda sabe que no puede dejar de cooperar con la oposición
A diferencia del DPJ, Yasuo Fukuda puede alegrarse del apoyo proveniente de las facciones internas de su partido, aunque probablemente esto tenga un costo en términos de libertad de maniobra. Su electorado busca estabilidad y no puede más con la interminable serie de escándalos que ha golpeado la administración de Abe, por lo que todo lo acontecido a la oposición ofrece nuevas oportunidades de recuperación a su partido, especialmente si entendemos el resultado de julio no a favor del DPJ sino en contra del LDP. Sin embargo, el recurso de elecciones anticipadas se muestra como algo improbable dado el riesgo de perder otros puestos en la Cámara Baja (derrotados en el 2005 por el popularísimo Koizumi). Al Gobierno sólo le queda seguir con sus actividades, demostrando su competencia y alejándose de acusaciones de corrupción. Fukuda cuenta con reforzar su propia popularidad que, según los recientes sondeos, está en ligera disminución aunque todavía no llega a niveles preocupantes. Una postura demasiado oportunista con respecto a la del resto, podría ser duramente criticada y sancionada por el electorado. Por otra parte, el recurso de su mayoría absoluta para salvar eventuales vetos de la oposición, sería la última opción para un gobierno que no quiere imponerse arrogantemente, pero que no puede permitirse ceder terreno. Incluso si la prospectiva de una “gran coalición” ha sido arrinconada, el Primer Ministro es consciente de la necesidad para el país de cooperar en el mayor número posible de temas, rozando u obviando aquellos puntos candentes, haciendo concesiones por un interés general. El mismo Ozawa es de este parecer, habiendo explicado públicamente que la búsqueda de un acuerdo con LDP nace de la constatación que la intransigencia asumida hasta ahora por la oposición ya no es factibleble ahora que controlan la Cámara Alta. Desde que empezó la sesión extraordinaria de la Cámara en septiembre, como consecuencia de la dimisión de Abe, sólo ha sido aprobada una ley. El continuo punto muerto debido al obstruccionismo, no forma parte de los planes del DPJ, tal y como declaró Ozawa delante de los parlamentarios reunidos.La confrontación continúa siendo incierta, especialmente en la política exterior. Fukuda apoya, seguramente menos que su antecesor, la participación en la misión de Afganistán, pero sufre fuertes presiones por parte de Estados Unidos, a fin de que Japón reinicie sus actividades de apoyo logístico en el Océano Índico, cuya presencia en el escenario se remonta a 2001. Éste ha sido también el tema de la visita a Washington, del pasado 15 de noviembre. Mientras tanto, una comisión de la Cámara de los Representantes ha renovado una versión limitada de la misión naval que lleva a cabo la flota japonesa, que abastecea las naves encargadas de la inspección de embarcaciones sospechosas de contrabando de armas y terrorismo. Quedan excluidos, por tanto, las operaciones bélicas, de salvamento o de asistencia humanitaria relativa a Afganistán. La búsqueda de un compromiso por parte del Gobierno es evidente, pero frecuentemente ha chocado con la oposición del DPJ, que amenaza con alargar durante semanas la discusión de la ley cuando pase a la Cámara Alta, afirmando que existen problemas más urgentes.
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Conclusiones
El incidente de la dimisión, finalmente no producida de Ozawa, ha derivado en que se vuelvan a barajar las cartas y ha hecho todavía más incierto el cuadro político japonés. Con las naves de las Fuerzas de Autodefensa emprendiendo el camino de retorno, las dos formaciones habían logrado la oportunidad de suavizar el tono de las discusiones y emprender un diálogo más constructivo; mientras que ahora, los dos partidos (especialmente el DPJ), parecen más preocupados por marcar diferencias, trasla visita de Fukuda a Estados Unidos. Superada la prueba de la ley anti-terrorismo, que seguramente sea aprobada en su versión limitada, Gobierno y oposición tienen interés en buscar temas sobre los que colaborar, como por ejemplo, la ley sobre la financiación de partidos. La sesión extraordinaria de la Cámara, que terminará en enero, ha sido hasta ahora la ocasión para medir hasta dónde llega la cooperación y la competencia, y no para testar las reacciones de la opinión pública. Con la reanudación regular, será primordial para todos agilizar los trámites legislativos para obtener resultados concretos, de otro modo, los efectos negativos podrían recaer no solo sobre el Gobierno de Fukuda.
Conclusiones
El incidente de la dimisión, finalmente no producida de Ozawa, ha derivado en que se vuelvan a barajar las cartas y ha hecho todavía más incierto el cuadro político japonés. Con las naves de las Fuerzas de Autodefensa emprendiendo el camino de retorno, las dos formaciones habían logrado la oportunidad de suavizar el tono de las discusiones y emprender un diálogo más constructivo; mientras que ahora, los dos partidos (especialmente el DPJ), parecen más preocupados por marcar diferencias, trasla visita de Fukuda a Estados Unidos. Superada la prueba de la ley anti-terrorismo, que seguramente sea aprobada en su versión limitada, Gobierno y oposición tienen interés en buscar temas sobre los que colaborar, como por ejemplo, la ley sobre la financiación de partidos. La sesión extraordinaria de la Cámara, que terminará en enero, ha sido hasta ahora la ocasión para medir hasta dónde llega la cooperación y la competencia, y no para testar las reacciones de la opinión pública. Con la reanudación regular, será primordial para todos agilizar los trámites legislativos para obtener resultados concretos, de otro modo, los efectos negativos podrían recaer no solo sobre el Gobierno de Fukuda.
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Traducción Carolina Sabater y Diana Quintero
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Japón: la dimisión del primer ministro Abe y la difícil transición del Partido Liberal-Demócrat
Japón: la seguridad de las instalaciones nucleares
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Equilibri.net - Italy/17/11/2007
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