Evitó AMLO el choque de trenes en el PRD
Apoyo incondicional a Andrés Manuel López Obrador, durante el décimo congreso nacional extraordinario del Partido de la Revolución Democrática
Foto: Cristina Rodríguez-
Sólo hubo golpes secos entre modernos y primitivos
Al final de su discurso, las corrientes sintieron alivio
ARTURO CANO
Sólo hubo golpes secos entre modernos y primitivos
Al final de su discurso, las corrientes sintieron alivio
ARTURO CANO
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Antes de que Andrés Manuel López Obrador se seque el sudor con su pañuelo blanco, los principales líderes de las corrientes del PRD ya han respirado aliviados. La pieza oratoria del "presidente legítimo" no alimenta el temido "choque de trenes" anunciado ni el aviso de que el partido habrá de seguir un camino aparte del "movimiento".
No faltan, sin embargo, golpes secos, especialmente los dirigidos contra la idea de la "izquierda moderna" versus la primitiva y radical que representaría el lopezobradorismo: "Una izquierda legitimadora no es más que una derecha tímida y simuladora. Y lo verdaderamente moderno es el ejercicio de la crítica para transformar la realidad".
Hace poco más de una semana, los focos rojos de las corrientes se habían encendido con todo y alarmas chillonas. Ello sucedió luego de que una comisión formada por Leonel Cota, Javier González Garza, Carlos Navarrete y Saúl Escobar visitara a López Obrador para invitarlo al congreso. El ex candidato presidencial fue rudo. "El sabor de boca que nos quedó luego de que nos informaron es que hay el peligro de una bifurcación", decía, unos días antes del arranque del congreso, uno de los jefes de Nueva Izquierda.
En ese encuentro, López Obrador se quejó, entre otras cosas, del comportamiento de su partido en las elecciones de Oaxaca ("todos están vendidos"), de las continuas críticas a su "caudillismo" y del afán de buena parte de los legisladores de aprobar reformas impulsadas por el gobierno de Felipe Calderón.
"Tal vez ni voy, mejor sigamos así, por caminos separados", cuentan que dijo López Obrador.
Vinieron días de desconcierto. El lunes pasado, finalmente, el ex jefe de Gobierno confirmó su asistencia. Vinieron entonces las especulaciones sobre su discurso que se acaban esta tarde, cuando López Obrador marca su raya con la izquierda "moderna", reafirma su ruta de lucha por una "nueva República" -ya trazada en extenso en el Zócalo de la protesta- y llama a los perredistas a que no sean las diferencias las que guíen su comportamiento como fuerza política.
"No rehuyamos al debate y a la autocrítica... no hay partido democrático en el mundo sin grupos y sin discrepancias internas, la unanimidad es sólo un sueño del autoritarismo."
Algunos jefes de corrientes arquean las cejas con estas líneas, otros no aplauden. López Obrador sigue y extiende recibo de las acusaciones de "caudillismo" y las constantes alusiones en los medios a los "poderes fácticos" del partido: "El PRD sólo puede tener como caudillo al PRD y un solo compromiso: la gente".
Unidad al menos en el grito
¿Quién en el PRD está contra Andrés Manuel López Obrador? Pocas veces tan justo es emplear la expresión de auditorio abarrotado. Este, del décimo congreso perredista lo es. Una romería. Acá, los bejaranistas muestran la caricatura amplificada de Jesús Ortega listo para la foto con Felipe Calderón. Más allá, en cuanto el nombrado asoma, sus huestes gritan "¡Chucho, Chucho!" Ahí una señora se pone de puntitas para mostrar su cartel: "Fuera Mario Marín del PRD poblano". A unos pasos le gritan "panista" y "traidor" a Zeferino Torreblanca, gobernador de Guerrero. Y acullá algunos de Nueva Izquierda reparten camisetas amarillas. Es decir, las bases de las corrientes se dan con todo.
Hasta que llega el "presidente legítimo". Un grito de mitin unifica a los perredistas: "Es un honor, estar con Obrador". La consigna se repite una y otra vez a lo largo del tiempo que el tabasqueño permanece en el salón.
Leonel Cota, Marcelo Ebrard y todo el estado mayor del PRD se suman al grito con el puño en alto.
El jefe de Gobierno del DF va más allá cuando alude a la herencia de su antecesor, y borra el gobierno perredista anterior: "Recibimos una administración eficiente y ordenada, y sobre todo recibimos autoridad moral y no la vamos a perder".
De fuera también viene el reconocimiento al "presidente legítimo". El socialdemócrata Rolando Araya, vicepresidente de la Internacional Socialista, receta un discurso latinoamericanista y despierta un ánimo inusual en los perredistas. Los llama, por ejemplo, a reconocer que "la cuestión social es un camino, no un destino", a hacer de su partido un ejemplo de lucha contra el Consenso de Washington, a poner la mirada en el mundo.
Poco antes, al ser presentados por Saúl Escobar los representantes extranjeros, la mayor ovación es para Cuba. Pero es curioso que los perredistas aplaudan también al representante del Movimiento al Socialismo de Venezuela, una fuerza opositora a Hugo Chávez. ¿O sería por eso?
Los grandes problemas y la ciencia estatutaria
Con preguntas, López Obrador hace un recuento de los escándalos y acciones del gobierno calderonista durante el año reciente. Aterriza en el papel del Congreso de la Unión y en este punto señala que sólo sigue una agenda impuesta por agencias internacionales que sólo favorece "a una minoría voraz". No hay en el espacio legislativo, sigue, discusión sobre temas como la pobreza, la migración, la corrupción, la violación a los derechos humanos.
"¿Dónde está la discusión sobre los grandes problemas nacionales?", pregunta.
Esos grandes problemas tampoco son el asunto principal, al parecer, para muchos de los congresistas. La mesa que registra una copiosa asistencia es la de reforma de estatutos, la discusión de las reglas internas del PRD.
Y ahí el terreno para arar es extenso.
"Voy a ser el congresista más odiado", resume Pablo Gómez, en el arranque de los trabajos de la mesa de estatutos, en alusión a las pasiones que las reglas internas suelen desatar en el PRD.
Buena parte de las propuestas de reformas no son de la corriente mayoritaria, ni de sus competidoras, sino del propio Gómez, de quien sus compañeros de partido dicen, no tan en broma, que ha convertido las reformas estatutarias casi en una ciencia.
Recuérdese que Gómez fue secretario general del PCM-PSUM. No falta, por ello, quien encuentra en la propuesta de crear un comité político nacional -CPN, o reunión de los notables- una redición del comité central, con todo y su buró político.
Según sus promotores, el CPN, una de las propuestas más polémicas del congreso en curso, tendrá "más y mayores atribuciones" que el actual Comité Ejecutivo Nacional (CEN). El nuevo órgano directivo estaría integrado por alrededor de 50 personas, contra las 21 que actualmente tiene la dirección nacional perredista.
En tal comité participarían los ex presidentes del partido, los gobernadores, los coordinadores parlamentarios y los "líderes reales" del PRD, es decir, los jefes de las corrientes, puesto que 32 posiciones se repartirían según la proporción de votos de los grupos.
Hasta ahora, dicen los partidarios de la propuesta -la mayoría de las corrientes, por lo demás- el CEN y otros órganos del partido invierten 90 por ciento de su tiempo en resolver conflictos internos en las entidades. El CPN acabaría con esas disputas interminables.
En su calidad de ex presidente del PRD López Obrador debería asistir a este órgano. No falta, por ello, quien ve al CPN como una manera de lograr que el tabasqueño acuerde con su partido o, dicho de otro modo, una forma de "acotar a los poderes fácticos", como gustan decir los dirigentes de Nueva Izquierda.
Su discurso es suave, pero López Obrador ya acusa recibo: "La unidad a la que aspiramos tiene que provenir de los proyectos y de sus realizaciones, y no a partir de las personas y de los grupos".
Con todo y eso los jefes de las corrientes respiran aliviados: "Qué bueno que no se metió".
No faltan, sin embargo, golpes secos, especialmente los dirigidos contra la idea de la "izquierda moderna" versus la primitiva y radical que representaría el lopezobradorismo: "Una izquierda legitimadora no es más que una derecha tímida y simuladora. Y lo verdaderamente moderno es el ejercicio de la crítica para transformar la realidad".
Hace poco más de una semana, los focos rojos de las corrientes se habían encendido con todo y alarmas chillonas. Ello sucedió luego de que una comisión formada por Leonel Cota, Javier González Garza, Carlos Navarrete y Saúl Escobar visitara a López Obrador para invitarlo al congreso. El ex candidato presidencial fue rudo. "El sabor de boca que nos quedó luego de que nos informaron es que hay el peligro de una bifurcación", decía, unos días antes del arranque del congreso, uno de los jefes de Nueva Izquierda.
En ese encuentro, López Obrador se quejó, entre otras cosas, del comportamiento de su partido en las elecciones de Oaxaca ("todos están vendidos"), de las continuas críticas a su "caudillismo" y del afán de buena parte de los legisladores de aprobar reformas impulsadas por el gobierno de Felipe Calderón.
"Tal vez ni voy, mejor sigamos así, por caminos separados", cuentan que dijo López Obrador.
Vinieron días de desconcierto. El lunes pasado, finalmente, el ex jefe de Gobierno confirmó su asistencia. Vinieron entonces las especulaciones sobre su discurso que se acaban esta tarde, cuando López Obrador marca su raya con la izquierda "moderna", reafirma su ruta de lucha por una "nueva República" -ya trazada en extenso en el Zócalo de la protesta- y llama a los perredistas a que no sean las diferencias las que guíen su comportamiento como fuerza política.
"No rehuyamos al debate y a la autocrítica... no hay partido democrático en el mundo sin grupos y sin discrepancias internas, la unanimidad es sólo un sueño del autoritarismo."
Algunos jefes de corrientes arquean las cejas con estas líneas, otros no aplauden. López Obrador sigue y extiende recibo de las acusaciones de "caudillismo" y las constantes alusiones en los medios a los "poderes fácticos" del partido: "El PRD sólo puede tener como caudillo al PRD y un solo compromiso: la gente".
Unidad al menos en el grito
¿Quién en el PRD está contra Andrés Manuel López Obrador? Pocas veces tan justo es emplear la expresión de auditorio abarrotado. Este, del décimo congreso perredista lo es. Una romería. Acá, los bejaranistas muestran la caricatura amplificada de Jesús Ortega listo para la foto con Felipe Calderón. Más allá, en cuanto el nombrado asoma, sus huestes gritan "¡Chucho, Chucho!" Ahí una señora se pone de puntitas para mostrar su cartel: "Fuera Mario Marín del PRD poblano". A unos pasos le gritan "panista" y "traidor" a Zeferino Torreblanca, gobernador de Guerrero. Y acullá algunos de Nueva Izquierda reparten camisetas amarillas. Es decir, las bases de las corrientes se dan con todo.
Hasta que llega el "presidente legítimo". Un grito de mitin unifica a los perredistas: "Es un honor, estar con Obrador". La consigna se repite una y otra vez a lo largo del tiempo que el tabasqueño permanece en el salón.
Leonel Cota, Marcelo Ebrard y todo el estado mayor del PRD se suman al grito con el puño en alto.
El jefe de Gobierno del DF va más allá cuando alude a la herencia de su antecesor, y borra el gobierno perredista anterior: "Recibimos una administración eficiente y ordenada, y sobre todo recibimos autoridad moral y no la vamos a perder".
De fuera también viene el reconocimiento al "presidente legítimo". El socialdemócrata Rolando Araya, vicepresidente de la Internacional Socialista, receta un discurso latinoamericanista y despierta un ánimo inusual en los perredistas. Los llama, por ejemplo, a reconocer que "la cuestión social es un camino, no un destino", a hacer de su partido un ejemplo de lucha contra el Consenso de Washington, a poner la mirada en el mundo.
Poco antes, al ser presentados por Saúl Escobar los representantes extranjeros, la mayor ovación es para Cuba. Pero es curioso que los perredistas aplaudan también al representante del Movimiento al Socialismo de Venezuela, una fuerza opositora a Hugo Chávez. ¿O sería por eso?
Los grandes problemas y la ciencia estatutaria
Con preguntas, López Obrador hace un recuento de los escándalos y acciones del gobierno calderonista durante el año reciente. Aterriza en el papel del Congreso de la Unión y en este punto señala que sólo sigue una agenda impuesta por agencias internacionales que sólo favorece "a una minoría voraz". No hay en el espacio legislativo, sigue, discusión sobre temas como la pobreza, la migración, la corrupción, la violación a los derechos humanos.
"¿Dónde está la discusión sobre los grandes problemas nacionales?", pregunta.
Esos grandes problemas tampoco son el asunto principal, al parecer, para muchos de los congresistas. La mesa que registra una copiosa asistencia es la de reforma de estatutos, la discusión de las reglas internas del PRD.
Y ahí el terreno para arar es extenso.
"Voy a ser el congresista más odiado", resume Pablo Gómez, en el arranque de los trabajos de la mesa de estatutos, en alusión a las pasiones que las reglas internas suelen desatar en el PRD.
Buena parte de las propuestas de reformas no son de la corriente mayoritaria, ni de sus competidoras, sino del propio Gómez, de quien sus compañeros de partido dicen, no tan en broma, que ha convertido las reformas estatutarias casi en una ciencia.
Recuérdese que Gómez fue secretario general del PCM-PSUM. No falta, por ello, quien encuentra en la propuesta de crear un comité político nacional -CPN, o reunión de los notables- una redición del comité central, con todo y su buró político.
Según sus promotores, el CPN, una de las propuestas más polémicas del congreso en curso, tendrá "más y mayores atribuciones" que el actual Comité Ejecutivo Nacional (CEN). El nuevo órgano directivo estaría integrado por alrededor de 50 personas, contra las 21 que actualmente tiene la dirección nacional perredista.
En tal comité participarían los ex presidentes del partido, los gobernadores, los coordinadores parlamentarios y los "líderes reales" del PRD, es decir, los jefes de las corrientes, puesto que 32 posiciones se repartirían según la proporción de votos de los grupos.
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La Jornada-México/17/08/2007
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