17/8/07

India, de paria a superpotencia en sesenta años


Miembros del ejército desfilan en la celebración del 60 aniversario de la independencia
Ap / Mahesh Kumar A.
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INDIA CELEBRA SEIS DÉCADAS DE INDEPENDENCIA
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El país recupera la posición preeminente que tuvo antes de la colonización

India llega al 60.º aniversario de su independencia en unmomento dulce: su economía marcha muy bien, su sistema democrático se mantiene, pero, por el contrario, no supera sus brutales y crónicas desigualdades sociales. Tras dejar de ser la joya de la corona británica, en este tiempo ha pasado de paria a superpotencia, recordando que en el siglo XVIII era la economía más potente del mundo.
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Jordi Joan Baños Nueva Delhi. (Corresponsal)
India celebra hoy el 60. º aniversario de su independencia en pleno despegue económico y convertida en una potencia mundial, pero sin resolver sus problemas con Pakistán ni sus agudas contradicciones sociales. Hoy hace 60 años, la que fue joya del imperio británico volvía a brillar con luz propia. Tras siglos de dominación extranjera, la milenaria civilización india recuperaba las riendas de su destino político. En lo económico, el mundo contempla ahora como el subcontinente recupera la posición preeminente que, junto a China, ocupaba antes del colonialismo.

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PARTICIÓN. Aquel 15 de agosto de 1947 vio un traumático parto del que no nació un solo estado, como querían Gandhi y el Partido del Congreso, sino dos gemelos de distinto peso, India y Pakistán. Este último fue la concesión británica a la Liga Musulmana de Mohamed Ali Jinnah, que defendía un Estado donde los musulmanes no estuvieran en minoría frente a los hindúes. El virrey lord Mountbatten viajó a Nueva Delhi después de arriar la bandera británica en Pakistán.
Jawaharlal Nehru, que pondría los cimientos de la mayor democracia del mundo durante sus 17 años como primer ministro, saludó "la cita de India con su destino" en un histórico discurso que culminaba seis décadas de lucha por la emancipación a cargo del Partido del Congreso. Pero cuando a medianoche doblaron las campanas de la independencia, el carismático y pacifista Mohandas Gandhi dormía a mil kilómetros, en un barrio musulmán de Calcuta castigado ya por los disturbios religiosos. Gandhi consideró que no había motivo para celebrar la partición de India y Pakistán, que todavía había de provocar millones de desplazados y medio millón de muertos. Al día siguiente empezó la primera de varias huelgas de hambre, cinco meses después caía asesinado por un fanático hindú.

Casi de la noche a la mañana, un subcontinente paupérrimo, fragmentado geográficamente en cientos de principados - bajo el manto británico- y socialmente en castas se convertía, con la independencia, en una república democrática y socialista. Para sorpresa de muchos, la democracia india ha aguantado el tipo, mientras los países de su entorno se empantanaban en dictaduras militares. En el caso de Pakistán, sus dos mitades, separadas por la lengua y por más de mil kilómetros, no celebraron las bodas de plata y en 1971, con la ayuda del ejército indio, Pakistán Oriental se convirtió en Bangladesh.

Hoy en día, Pakistán tiene como presidente a un general que se hizo con el poder en un golpe de Estado y que se debate entre abrir la mano o proclamar el estado de excepción, acuciado por el radicalismo islamista. Mientras, en Bangladesh, un gobierno de transición tutelado por el ejército pospone la celebración de elecciones a finales del 2008.

LUCES Y SOMBRAS. A pesar de la retórica socialista de las primeras décadas, Nehru apostó decisivamente por los elitistas institutos de tecnología y por el inglés. A esa política de empezar la casa por el tejado se deben muchos de los logros y fracasos del modelo indio. Porque India puede producir más ingenieros de telecomunicaciones que China, y además, con un inglés fluido, pero no provee a las masas la educación media y elemental necesaria para la urbanización e industrialización. A esa cortapisa se le añaden las insuficiencias en infraestructuras de transporte y energía. Para un empresario indio es más fácil vender servicios a empresas de otro continentes que distribuir productos agrarios o industriales dentro de su propio Estado. Pero el intento de pasar de una economía rural a una economía de servicios, sin pasar por la revolución industrial, está dejando en el camino a cientos de millones de personas sin cualificación.

Las empresas de informática y telecomunicaciones o biotecnología, a pesar de su gran contribución al PIB en virtud de su valor añadido, emplean a poco más del 1% de los 500 millones de trabajadores indios. De estos últimos, un 5% son asalariados del sector privado, un 5% funcionarios y el 90% trabajadores por cuenta propia, lo que a menudo equivale a infraocupación y paro. El crecimiento de la economía está más basado en su enorme mercado interno que en las exportaciones.

De todos modos, India puede soplar sus velas de cumpleaños con motivos para la esperanza. Varios sectores de su economía están sacando tajada de la globalización y ha pasado de Estado paria a supuesta amenaza para las empresas occidentales, con adquisiciones multimillonarias en el Primer Mundo, como, simbólicamente, la mayor acerera británica. Los indios son la minoría más acaudalada de Estados Unidos y allá, el verbo bangalorear - de Bangalore, capital tecnológica- se usa como sinónimo de deslocalizar servicios. Para los trabajadores de San Francisco, India puede haberse convertido en una amenaza, pero para el Gobierno estadounidense, Nueva Delhi se está convirtiendo a pasos agigantados en un aliado estratégico, como contrapeso a China. Hasta el punto de que Washington ha reconocido a India como potencia atómica responsable y, haciendo una excepción a su doctrina antiproliferación, ha aprobado suministrarle combustible para su programa nuclear civil. Hecho que alimenta el sueño de India de ser algún día miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU.

LA MAYOR DEMOCRACIA. El historiador Ramachandra Guha, en su espléndida India after Gandhi considera extraordinaria la primera generación de políticos indios, que consiguieron afianzar la democracia en un terreno que muchos consideraban que no estaba preparado. Contra pronóstico, India ha conseguido evitar las tentaciones autoritarias, con la excepción de los 18 meses de estado de excepción declarados por la hija de Nehru, Indira Gandhi, a mediados de los setenta, y que apartaron al Partido del Congreso del poder, por primera vez, en las siguientes elecciones.

Para el ensayista Pavan K. Varma, autor de Ser indio,la clase media aceptó la democracia no por convicción sino por las posibilidades de promoción social que significaba la creación de una administración autóctona. En cualquier caso, India es también uno de los pocos países del mundo en que las clases bajas votan en mayor proporción que las clases altas. Hasta el punto de que en los últimos veinte años los partidos de las castas inferiores - aunque según la Constitución no haya castas- han aumentado su representación. Y una intocable, Mayawati, ha logrado la presidencia de Uttar Pradesh, un estado del tamaño de Pakistán. Si bien la discriminación por motivos de casta puede haberse difuminado en las grandes ciudades, no es así en los pueblos, donde vive más del 60% de los indios. En cualquier caso, el debate político se reduce a menudo a la discusión de cuotas de empleos públicos y subsidios para determinada casta.

UNIDAD TERRITORIAL. Asimismo, el caciquismo está a la orden del día y la clase política india, como la mayor parte de los cuerpos del Estado, quizás con la excepción de la alta judicatura, está corroída por la corrupción. El porcentaje de diputados indios encausados es de dos dígitos, no raramente por delitos de asesinato, como el anterior ministro de Minas, ya encarcelado. Por otro lado, el pecado original de India, el sectarismo religioso, no está del todo conjurado, aunque los atentados de los últimos trece meses, con decenas de víctimas en Bombay, Hyderabad o en el expreso indo-pakistaní, hayan fracasado en su propósito de alimentar la cadena de la venganza.

A la persistencia de la democracia cabe añadir como logro el mantenimiento de la unidad territorial. Según Ramachandra Guha, India es democrática en un 50% y está unida en un 80%. Aunque es cierto que en Cachemira y en los estados del nordeste, infestados por guerrillas, el ejército tiene desplegados a cientos de miles de efectivos y viola los derechos humanos con impunidad. Asimismo, la autoridad del Estado es mínima en el denominado corredor maoista, que atraviesa el tercio oriental de India, desde la frontera con Nepal hasta cerca de Bangalore. En varias de esas zonas, incluso a los funcionarios del Estado se les deduce un porcentaje del salario para financiar a la guerrilla.
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La Vanguardia-España/17/08/2007

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