El hombre de Maputo: un demócrata entre déspotas
El premio al Logro en Liderazgo Africano ha sido otorgado a un estadista que supo cuándo dejar el poder.
Cuando Kofi Annan iba a la escuela primaria, su profesor tomó una hoja blanca y grande, dibujó un punto negro en la esquina superior derecha y le preguntó a los sonrientes niños ganeanos qué veían. "Un punto negro", dijeron todos a coro, seguros de obtener una estrella dorada. "Ninguno de nosotros vio todo el espacio blanco", recuerda Annan con un suspiro, "solamente vimos aquel punto negro. Y las noticias sobre África son un poco así. Se concentran en las cosas malas".
Ayer, en la alcaldía de Londres, el foco se puso en las cosas buenas de África. Bueno, una cosa buena, para ser precisos: el equivalente africano del premio Nobel, cuyo primer ganador es Joaquim Chissano, el ex presidente de Mozambique.
Fue sin duda el más grandioso de los regalos que Chissano recibió mientras celebraba su cumpleaños número 68. El Logro en Liderazgo Africano, para darle su nombre adecuado, viene con cinco millones de dólares, lo que lo hace el mayor premio individual del mundo.
Si bien las ganancias financieras dejan al Nobel real, con su relativamente pobre cheque de millón y medio de dólares, para el polvo, la versión africana se queda detrás del original de Oslo en un aspecto. No es tan hábil a la hora de encontrar al ganador. "Fue difícil encontrar al ex presidente", dijo Annan, el ex secretario general de la ONU que lideró el panel de seis jueces, con una sonrisa aborregada.
Sin embargo, no hubo necesidad para apenarse. La ausencia de Chissano de la ceremonia fue, de hecho, muy acorde con el líder mozambiqueño, que es la antítesis del estereotipo del Gran Hombre Africano. Mientras que los egomaniacos estarían esperando junto al teléfono, esperando para la llamada más importante de todas, Chissano estaba ocupado en el sur de Sudán en una misión de Naciones Unidas para negociar la paz entre el gobierno de Uganda y el Ejército de Resistencia del Señor. "El hecho de que todavía esté viajando y haciendo un buen trabajo muestra el dinamismo del ex presidente, pero lo encontraremos", prometió Annan.
El señor Chissano es la prueba viviente de que el poder no tiene por qué subirse a la cabeza. Quizás su zen venga de que de la meditación trascendental que dice practicar. De hecho, en la literatura publicada por los devotos del gurú Maharishi Mahesh Yogi, se cita a Chissano diciendo: "Primero, comencé yo mismo con la meditación trascendental, luego introduje la práctica en mi familia, mi gabinete de ministros, mis funcionarios gubernamentales y mis militares. El resultado ha sido la paz política y el equilibrio natural en mi país".
Después de ganar las elecciones en Mozambique en 1994 y 1999, Chissano podría haberse postulado de nuevo en 2004, con el apoyo no sólo de muchos partidarios sino también de la constitución. Pero decidió quitarse de en medio y dejar que alguien más tomara las riendas. Contrasta eso con Omar Bongo, que se quedó 40 años en la presidencia de Gabón, o con el líder de Chad, Idriss Deby, que recientemente cambió la constitución para mantener su control sobre el poder.
"La decisión de Chissano de no buscar un tercer periodo presidencial reforzó la madurez democrática de Mozambique y demostró que las instituciones y los procesos democráticos son más importantes que una persona", dijeron los jueces al explicar su elección. Y llevar ese mensaje a casa es precisamente la intención de estos premios. Mientras líderes occidentales como Bill Clinton y Tony Blair disfrutan de un lujoso retiro lleno de conferencias, cenas con discursos y consultas, algunos de los antiguos líderes africanos no pueden ni siquiera pagar un departamento en sus propias capitales. De ahí la tentación de mantenerse en el poder hasta cumplir ochenta años.
Al pagarle al ganador una pensión de 500 mil dólares al año durante una década y 200 mil anuales de por vida después de eso, el multimillonario de las telecomunicaciones en África, Mo Ibrahim, el hombre que da los premios, está tratando de dar un incentivo al buen gobierno que ayudará a meter sangre nueva al sistema político y a crear el espacio para que la democracia crezca.
Chissano tiene el crédito de haber llevado a Mozambique, de estar destrozado por la guerra, a ser una de las democracias más exitosas de África, pero su vida política comenzó como la de un revolucionario luchando contra el dominio colonial portugués.
Quizá esas semillas se sembraron en la escuela secundaria, cuando fue el primer estudiante negro en entrar al Liceu Salazar de la capital, Maputo. Después de so, comenzó a estudiar medicina en Portugal, pero sus opiniones políticas comenzaban ya a meterlo en problemas y huyó de vuelta a África, a Tanzania. Su debut en la escena política fue probablemente como uno de los miembros fundadores de un grupo guerrillero, el Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO), que juró luchar contra Lisboa hasta conquistar la autonomía. Esa lucha duró décadas, pero el acuerdo de Lusaka de 1974, en el que Chissano jugó un papel fundamental como negociador, finalmente pavimentó el camino para la independencia en 1975, y él se convirtió en el ministro de Relaciones Exteriores del primer presidente independiente de Mozambique, Samora Machel.
Fue la muerte repentina de Machel en un avionazo en 1986 lo que llevó al tranquilo y desentendido Chissano al centro de los reflectores del liderazgo y al corazón de una agria guerra civil que arrasó el país. RENAMO, el grupo rebelde que peleaba contra el gobierno, era impulsado por el mucho más poderoso régimen del apartheid en Sudáfrica. Era bien sabido que una táctica de Pretoria era desestabilizar a los países vecinos que estaban tentados de apoyar al movimiento del Congreso Nacional Africano de Nelson Mandela.
Cuando en 1992 finalmente terminó la guerra, que duró 16 años, se había cobrado casi un millón de vidas y desenraizado cientos de miles más, había dejado la economía y la infraestructura hechas añicos y a la sociedad profundamente dividida. El tratado firmado por Chissano le ganó el apelativo de "El Pacificador" en su casa y las palmas por su tipo tranquilo de compromiso en el exterior, notoriamente por ofrecer la mitad de las plazas en el ejército de Mozambique, con unos 30 mil efectivos, a los soldados rebeldes. "Es en su papel como guía de Mozambique para salir del conflicto y llegar a la paz y la democracia que el presidente Chissano ha hecho sus mayores contribuciones", dijo el panel del premio.
Lejos de presumir y llevar a puerto a su base política, en dos años el señor Chissano había organizado las primeras elecciones multipartidistas de Mozambique y se había enfrentado a su antiguo adversario rebelde del RENAMO, Afonso Dhlakama, en 1994. "Eso era lo raro de Chissano", dijo Aocha Bah Diallo, el primer ministro de educación de Guinea y otro de los jueces. "Se las ingenió para hablar con la oposición, para respetarlos y llevarlos a la mesa. Ahí es donde mostró la fuerza de su carácter, su liderazgo. ¿Cuántos líderes han hecho eso?"
La paz fue lo primero por lo que Chissano peleó. Lo segundo fue reducir la pobreza, lo que se hizo el tema dominante de su segundo periodo después de ganar la reelección en 1999, aunque sus esfuerzos fueron seriamente dañados por las graves inundaciones de 2001. Jugó un papel importante en el impulso a la condenación de la deuda en la agenda internacional, que culminó con Mozambique viendo cómo le perdonaban una deuda de 22 mil millones de libras esterlinas (45 mil millones de dólares), después de la cumbre del G8 sobre África, en 2005.
Aunque Mozambique sigue siendo uno de los países más pobres, los niveles de pobreza han caído y la inversión extranjera, incluyendo el turismo, ha crecido. Su futuro se ve innegablemente mejor después del tiempo de Chissano que antes. "Como un hombre que ha reconciliado una nación dividida y ha construido los cimientos para un futuro del país estable, democrático y próspero, es un modelo a seguir no sólo para África sino para el resto del mundo", djo Ibrahim.
Desde luego, el perfil de Chissano no está limpio de polvo y paja. Sus críticos señalan su fuerte amistad con el presidente Robert Mugabe, en cuya boda fue el padrino, y acusaciones que giraron en torno del hijo de Chissano, Nyimpine, después del asesinato del importante periodista Carlos Cardoso. Los testigos en la investigación declararon que Chissano junior prometió más de 50 mil dólares por el asesinato.
En cualquier caso, la selección de Chissano como el primer recipiente del premio al Logro en Liderazgo Africano asegura que entrará al Panteón de los modelos para África, junto con su gran amigo Mandela, con quien comparte una humildad parecida. En una reciente entrevista en la BBC antes de la ceremonia, Chissano ni siquiera parecía saber de la posible fortuna que venía en camino. Su suspiro fue claramente audible cuando pregunto: "¿Cuánto dijo que dan? ¿Cinco MILLONES de dólares?"
Algunos escépticos cuestionan la sabiduría de ofrecer una suma tan grande sin ningún límite como una forma de deshacerse de la corrupción y la cleptocracia en Áfrcia. Pero si es de creerse el testimonio de aquellos africanos que han trabajado con Chissano en su papel de "anciano estadista" después del retiro, es poco probable que el ex líder de Mozambique se embarque en una espiral de gastos sin control, o que un hondo sentido de la responsabilidad lo abandone en sus últimos años.
"Lo que amo es su claridad, su simpleza, su humildad", dijo Ngozi Okonjo-Iweala, un ex ministro nigeriano y juez del panel. "No usa la fuerza, no se rodea con una gran corte. Alguna gente, sobre todo los jefes de Estado, se dan mucha importancia. Pero en Chissano difícilmente recordarás que es un ex presidente, y eso es bueno".
Cuando Kofi Annan iba a la escuela primaria, su profesor tomó una hoja blanca y grande, dibujó un punto negro en la esquina superior derecha y le preguntó a los sonrientes niños ganeanos qué veían. "Un punto negro", dijeron todos a coro, seguros de obtener una estrella dorada. "Ninguno de nosotros vio todo el espacio blanco", recuerda Annan con un suspiro, "solamente vimos aquel punto negro. Y las noticias sobre África son un poco así. Se concentran en las cosas malas".
Ayer, en la alcaldía de Londres, el foco se puso en las cosas buenas de África. Bueno, una cosa buena, para ser precisos: el equivalente africano del premio Nobel, cuyo primer ganador es Joaquim Chissano, el ex presidente de Mozambique.
Fue sin duda el más grandioso de los regalos que Chissano recibió mientras celebraba su cumpleaños número 68. El Logro en Liderazgo Africano, para darle su nombre adecuado, viene con cinco millones de dólares, lo que lo hace el mayor premio individual del mundo.
Si bien las ganancias financieras dejan al Nobel real, con su relativamente pobre cheque de millón y medio de dólares, para el polvo, la versión africana se queda detrás del original de Oslo en un aspecto. No es tan hábil a la hora de encontrar al ganador. "Fue difícil encontrar al ex presidente", dijo Annan, el ex secretario general de la ONU que lideró el panel de seis jueces, con una sonrisa aborregada.
Sin embargo, no hubo necesidad para apenarse. La ausencia de Chissano de la ceremonia fue, de hecho, muy acorde con el líder mozambiqueño, que es la antítesis del estereotipo del Gran Hombre Africano. Mientras que los egomaniacos estarían esperando junto al teléfono, esperando para la llamada más importante de todas, Chissano estaba ocupado en el sur de Sudán en una misión de Naciones Unidas para negociar la paz entre el gobierno de Uganda y el Ejército de Resistencia del Señor. "El hecho de que todavía esté viajando y haciendo un buen trabajo muestra el dinamismo del ex presidente, pero lo encontraremos", prometió Annan.
El señor Chissano es la prueba viviente de que el poder no tiene por qué subirse a la cabeza. Quizás su zen venga de que de la meditación trascendental que dice practicar. De hecho, en la literatura publicada por los devotos del gurú Maharishi Mahesh Yogi, se cita a Chissano diciendo: "Primero, comencé yo mismo con la meditación trascendental, luego introduje la práctica en mi familia, mi gabinete de ministros, mis funcionarios gubernamentales y mis militares. El resultado ha sido la paz política y el equilibrio natural en mi país".
Después de ganar las elecciones en Mozambique en 1994 y 1999, Chissano podría haberse postulado de nuevo en 2004, con el apoyo no sólo de muchos partidarios sino también de la constitución. Pero decidió quitarse de en medio y dejar que alguien más tomara las riendas. Contrasta eso con Omar Bongo, que se quedó 40 años en la presidencia de Gabón, o con el líder de Chad, Idriss Deby, que recientemente cambió la constitución para mantener su control sobre el poder.
"La decisión de Chissano de no buscar un tercer periodo presidencial reforzó la madurez democrática de Mozambique y demostró que las instituciones y los procesos democráticos son más importantes que una persona", dijeron los jueces al explicar su elección. Y llevar ese mensaje a casa es precisamente la intención de estos premios. Mientras líderes occidentales como Bill Clinton y Tony Blair disfrutan de un lujoso retiro lleno de conferencias, cenas con discursos y consultas, algunos de los antiguos líderes africanos no pueden ni siquiera pagar un departamento en sus propias capitales. De ahí la tentación de mantenerse en el poder hasta cumplir ochenta años.
Al pagarle al ganador una pensión de 500 mil dólares al año durante una década y 200 mil anuales de por vida después de eso, el multimillonario de las telecomunicaciones en África, Mo Ibrahim, el hombre que da los premios, está tratando de dar un incentivo al buen gobierno que ayudará a meter sangre nueva al sistema político y a crear el espacio para que la democracia crezca.
Chissano tiene el crédito de haber llevado a Mozambique, de estar destrozado por la guerra, a ser una de las democracias más exitosas de África, pero su vida política comenzó como la de un revolucionario luchando contra el dominio colonial portugués.
Quizá esas semillas se sembraron en la escuela secundaria, cuando fue el primer estudiante negro en entrar al Liceu Salazar de la capital, Maputo. Después de so, comenzó a estudiar medicina en Portugal, pero sus opiniones políticas comenzaban ya a meterlo en problemas y huyó de vuelta a África, a Tanzania. Su debut en la escena política fue probablemente como uno de los miembros fundadores de un grupo guerrillero, el Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO), que juró luchar contra Lisboa hasta conquistar la autonomía. Esa lucha duró décadas, pero el acuerdo de Lusaka de 1974, en el que Chissano jugó un papel fundamental como negociador, finalmente pavimentó el camino para la independencia en 1975, y él se convirtió en el ministro de Relaciones Exteriores del primer presidente independiente de Mozambique, Samora Machel.
Fue la muerte repentina de Machel en un avionazo en 1986 lo que llevó al tranquilo y desentendido Chissano al centro de los reflectores del liderazgo y al corazón de una agria guerra civil que arrasó el país. RENAMO, el grupo rebelde que peleaba contra el gobierno, era impulsado por el mucho más poderoso régimen del apartheid en Sudáfrica. Era bien sabido que una táctica de Pretoria era desestabilizar a los países vecinos que estaban tentados de apoyar al movimiento del Congreso Nacional Africano de Nelson Mandela.
Cuando en 1992 finalmente terminó la guerra, que duró 16 años, se había cobrado casi un millón de vidas y desenraizado cientos de miles más, había dejado la economía y la infraestructura hechas añicos y a la sociedad profundamente dividida. El tratado firmado por Chissano le ganó el apelativo de "El Pacificador" en su casa y las palmas por su tipo tranquilo de compromiso en el exterior, notoriamente por ofrecer la mitad de las plazas en el ejército de Mozambique, con unos 30 mil efectivos, a los soldados rebeldes. "Es en su papel como guía de Mozambique para salir del conflicto y llegar a la paz y la democracia que el presidente Chissano ha hecho sus mayores contribuciones", dijo el panel del premio.
Lejos de presumir y llevar a puerto a su base política, en dos años el señor Chissano había organizado las primeras elecciones multipartidistas de Mozambique y se había enfrentado a su antiguo adversario rebelde del RENAMO, Afonso Dhlakama, en 1994. "Eso era lo raro de Chissano", dijo Aocha Bah Diallo, el primer ministro de educación de Guinea y otro de los jueces. "Se las ingenió para hablar con la oposición, para respetarlos y llevarlos a la mesa. Ahí es donde mostró la fuerza de su carácter, su liderazgo. ¿Cuántos líderes han hecho eso?"
La paz fue lo primero por lo que Chissano peleó. Lo segundo fue reducir la pobreza, lo que se hizo el tema dominante de su segundo periodo después de ganar la reelección en 1999, aunque sus esfuerzos fueron seriamente dañados por las graves inundaciones de 2001. Jugó un papel importante en el impulso a la condenación de la deuda en la agenda internacional, que culminó con Mozambique viendo cómo le perdonaban una deuda de 22 mil millones de libras esterlinas (45 mil millones de dólares), después de la cumbre del G8 sobre África, en 2005.
Aunque Mozambique sigue siendo uno de los países más pobres, los niveles de pobreza han caído y la inversión extranjera, incluyendo el turismo, ha crecido. Su futuro se ve innegablemente mejor después del tiempo de Chissano que antes. "Como un hombre que ha reconciliado una nación dividida y ha construido los cimientos para un futuro del país estable, democrático y próspero, es un modelo a seguir no sólo para África sino para el resto del mundo", djo Ibrahim.
Desde luego, el perfil de Chissano no está limpio de polvo y paja. Sus críticos señalan su fuerte amistad con el presidente Robert Mugabe, en cuya boda fue el padrino, y acusaciones que giraron en torno del hijo de Chissano, Nyimpine, después del asesinato del importante periodista Carlos Cardoso. Los testigos en la investigación declararon que Chissano junior prometió más de 50 mil dólares por el asesinato.
En cualquier caso, la selección de Chissano como el primer recipiente del premio al Logro en Liderazgo Africano asegura que entrará al Panteón de los modelos para África, junto con su gran amigo Mandela, con quien comparte una humildad parecida. En una reciente entrevista en la BBC antes de la ceremonia, Chissano ni siquiera parecía saber de la posible fortuna que venía en camino. Su suspiro fue claramente audible cuando pregunto: "¿Cuánto dijo que dan? ¿Cinco MILLONES de dólares?"
Algunos escépticos cuestionan la sabiduría de ofrecer una suma tan grande sin ningún límite como una forma de deshacerse de la corrupción y la cleptocracia en Áfrcia. Pero si es de creerse el testimonio de aquellos africanos que han trabajado con Chissano en su papel de "anciano estadista" después del retiro, es poco probable que el ex líder de Mozambique se embarque en una espiral de gastos sin control, o que un hondo sentido de la responsabilidad lo abandone en sus últimos años.
"Lo que amo es su claridad, su simpleza, su humildad", dijo Ngozi Okonjo-Iweala, un ex ministro nigeriano y juez del panel. "No usa la fuerza, no se rodea con una gran corte. Alguna gente, sobre todo los jefes de Estado, se dan mucha importancia. Pero en Chissano difícilmente recordarás que es un ex presidente, y eso es bueno".
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La Jornada - México/24/10/2007
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