24/10/07

Yad Vashem recrea el paso del racismo al exterminio ante la indiferencia general

En unos meses la Alemania democrática y culta cedió ante Hitler, después muchos colaboraron y se llegó a la terrible «solución final»
Uno de los vagones de la muerte para llevar a los judíos a los campos de exterminio, expuesto en Yad Vashem.
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Javier NEIRA
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Jerusalén - En la Alemania de los años treinta el paso de la democracia a la dictadura se produjo en sólo unos meses, como se explica en el Museo del Holocausto de Jerusalén, institución que el próximo viernes recibirá en Oviedo el premio «Príncipe de Asturias» de la Concordia.
Un tránsito vertiginoso que después se ahondó con todo tipo de medidas racistas contra los judíos hasta la llamada solución final y el exterminio de unas comunidades que se identificaban con Alemania en la literatura, el arte, la convivencia o la defensa de la patria en la I Guerra Mundial, pero que fueron víctimas del peor odio racial.
Hitler llegó al poder el 30 de enero de 1933 y ya el 7 de abril promulgó la primera ley antijudía: sólo los arios pueden ocupar puestos en los servicios públicos. Miles de judíos perdieron automáticamente su trabajo.
En el Museo del Holocausto de Jerusalén se explica con datos, paneles, fotos y declaraciones un proceso que en un año convirtió la Alemania democrática en una férrea dictadura y que en una década llegó a la locura total del exterminio antisemita.
En los testimonios gráficos aparecen profesionales, gente de toda edad y condición, haciendo el saludo nazi. En un mes fueron anulados todos los partidos salvo el nacionalsocialista.
Se facilitaban radios que sólo podían coger una emisora, la oficial. En una sala del Yad Vashem se muestran fotos del campo de Dachau ya en 1933, con prisioneros con la cabeza rapada. Opositores que tras ser detenidos eran llevados al campo para reeducarlos, decían. Después muchas de sus familias recibían una carta diciendo que habían muerto. Les enviaban una urna con las cenizas. Debían pagar la urna y los portes. «Un pueblo, un gobierno y un gobernante», la consigna se impuso en sólo unos meses. En una vitrina del museo se ven los aparatos para medir cráneos, unos instrumentos muy usados en la delirante política racista nazi. Al lado, la reconstrucción de una sala de estar de una familia judía media. En la biblioteca, el «Talmud» traducido al alemán y libros de Goethe o Schiller. Y es que se sentían plenamente alemanas.
Como se indica en un panel, 12.000 judíos murieron en la I Guerra Mundial defendiendo a Alemania. Todo inútil. Los médicos eran expulsados de los hospitales alegando que «un judío tiene prohibido tocar sangre de un ario». En cinco años Hitler, sin resistencia interior ni exterior, se lanza sobre Austria. A los judíos se le obliga a poner Sara o Israel agregados a sus nombres. Del 9 al 10 de noviembre se desata la «Noche de los Cristales Rotos». Los nazis incendian 1.400 sinagogas, saquean 800 tiendas y asesinan a 91 judíos. Un vídeo repasa terribles escenas.
Al día siguiente 12.000 judíos son detenidos y conducidos a campos de concentración. Es la primera vez que se los detiene por ser judíos. Una película presenta a Hitler el 30 de enero de 1939 diciendo: «Si el judaísmo financiero internacional logra llevarnos nuevamente a una guerra, no terminará con el bolchevismo del mundo, sino con la aniquilación de la raza judía». Nadie hizo nada para impedirlo.
Alemania invade Polonia, estalla la II Guerra Mundial. Los judíos son obligados a identificarse en sus vestidos, les confiscan las cuentas bancarias y el saqueo de sinagogas y propiedades se incrementa. Los guetos se generalizan. El de Varsovia se recrea en el Museo del Holocausto con piezas originales. Llegó a retener a 440.000 personas. Ocupaba menos del 3 por ciento de la superficie de la ciudad y contenía al 30 por ciento de la población.
Vivían con 184 calorías por día. Las imágenes de la gente muriendo de hambre en las calles son sobrecogedoras. En junio de 1941 se decide la solución final. Un estadillo nazi, recogido en el museo, anota 11 millones de judíos europeos a exterminar. De ellos, 6.000 españoles. En fotos, maquetas y películas se expone lo tantas veces visto y que no deja de horrorizar: el golpe final que se cobró la vida de 6 millones de judíos ante una indiferencia casi general.
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La Nueva España - España/24/10/2007

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