El ajuste ya llegó
Roberto Cachanosky
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Lo que estamos viviendo en estos momentos son los primeros movimientos, luego de las elecciones, en el proceso de reacomodamiento de los precios relativos. Habrá que ver cómo se las arregla el Gobierno para que los aumentos no afecten demasiado a los asalariados.
A diferencia del pasado, cuando los ajustes de precios se anunciaban todos juntos y salían en las tapas de los diarios, hoy ya estamos viviendo un proceso similar al del inicio de muchos otros ajustes, con la diferencia de que no se presentan como un paquete de medidas sino como hechos aislados.
Pasadas las elecciones, el gobierno nacional tuvo que ceder ante la realidad: los servicios de medicina prepaga tuvieron aumentos del 25%, los combustibles subieron como mínimo otro porcentaje similar y se dispuso un fuerte incremento en el impuesto a las exportaciones de granos y de combustibles para tratar de recomponer las cuentas públicas luego del importante crecimiento del gasto. Mientras tanto, las tasas de interés se mantienen en niveles inconsistentes con lo que puede pagar el sistema productivo y el riesgo país pasó, desde fines de marzo, de 200 puntos básicos a 441 puntos.
Estos indicadores, más otros como la clara desaceleración en la industria de la construcción, reflejan un escenario más complejo. Sin tanta fiesta como ocurrió en el 2006. Ese escenario de incertidumbre se traduce, en el mundo empresarial, en una mezcla de “todavía estoy ganando plata, pero tengo preocupación por lo que viene”. Es como si la mayoría de la gente hubiese tomado conciencia de que hemos estado viviendo un auge artificial que está llegando a su fin.
¿Qué es lo que uno debería esperar de ahora en más?
Los incrementos de precios inevitablemente generarán una caída en los ingresos reales de la población. Esto debería conducir a una desaceleración del consumo, con menores ventas y menos rentabilidad. Lo más probable es que el Gobierno intente recomponer parte de los salarios reales mediante aumentos por decreto o vía el anunciado pacto social. Sin embargo, las subas salariales afectarán la rentabilidad de las empresas y se entrará así en una lucha por la distribución del ingreso.
El modelo implementado a partir de enero del 2002, continuado por el presidente Néstor Kirchner, se basó salarios bajos en dólares. De esta manera, el sector empresarial ganó en “competitividad” a costa de la caída de los salarios reales. A medida que se fueron otorgando incrementos de sueldos esa, “competitividad” se fue evaporando. Y es probable que se evapore aún más en los próximos meses.
La alternativa a salarios más caros consistiría en ofrecer un costo de capital más bajo, es decir, acceso al financiamiento a tasas de interés reducidas. No es casualidad que desde hace rato se esté hablando de crear un nuevo Banade, cuya función consistiría en otorgar créditos a tasas bajas, aunque todavía no se ha especificado cuál será el origen de los fondos para lograr tasas de interés menores a las que rigen en el mercado.
Posiblemente, el Gobierno decida utilizar parte de los ingresos impositivos para subsidiar una baja de las tasas de interés, con lo cual seguiríamos ampliando la maraña de subsidios. De este modo, el transporte público, el sector energético y las tasas de interés requerirían de grandes recursos. A todo esto habría que sumarle el cierre de la economía, no ya para las importaciones, sino para las exportaciones, con el objetivo de reducir artificialmente la demanda y aislar la economía argentina de los precios internacionales para, en consecuencia, forzar una baja de precios en el mercado interno. Esto ya ocurrió con la carne y los lácteos, ahora se agregan los combustibles.
Muchos apuestan a que Hugo Moyano, secretario general de la CGT, moderará sus demandas dado que, por ahora, es aliado del kirchnerismo. Sin embargo, considerando los fuertes aumentos de precios ocurridos, sobre todo en la canasta familiar, y los que están por venir, no veo tan claro que el líder sindical pueda ser muy condescendiente con el Gobierno a la hora de exigir aumentos de salarios, porque correría el riesgo de ser superado por las bases.
Por supuesto que todo este escenario parte del supuesto de que la economía mundial no tendrá mayores problemas por la crisis de los créditos hipotecarios. Es que el gobierno de Kirchner ser vio beneficiado por uno de los períodos de mayor crecimiento económico mundial y de aumento del comercio internacional. Una nueva oportunidad de incorporar a la Argentina al mundo que hemos dejado pasar.
Lo que estamos viviendo en estos momentos son los primeros movimientos, luego de las elecciones, en el proceso de reacomodamiento de los precios relativos. Lo que necesita el Gobierno es que los bienes y servicios sean artificialmente baratos para que las demandas salariales no lo desborden.
Hasta ahora, lo consiguió consumiendo el stock de capital acumulado en los noventa, con controles de precios, regulaciones y subsidios, entre otras medidas. Pero como el stock de capital no es infinito y la caja no es inagotable, el modelo está llegando a un punto de saturación. Por eso, discrepo con los economistas que defienden la política económica cuando sostienen que el modelo sólo necesita de un “service” y algunos ajustes. Aunque les cueste reconocerlo, el modelo necesita ser cambiado para ir a un crecimiento sustentado en la inversión. Caso contrario, Cristina Kirchner habrá heredado de su marido una crisis social que la jaqueará políticamente.
En síntesis, salvo que el gobierno gire 180 grados en su política, el ajuste ya llegó y el show de precios y salarios recién comienza. La pregunta es: ¿por qué la función tendrá un final diferente a los del pasado si el espectáculo es el mismo?
A diferencia del pasado, cuando los ajustes de precios se anunciaban todos juntos y salían en las tapas de los diarios, hoy ya estamos viviendo un proceso similar al del inicio de muchos otros ajustes, con la diferencia de que no se presentan como un paquete de medidas sino como hechos aislados.
Pasadas las elecciones, el gobierno nacional tuvo que ceder ante la realidad: los servicios de medicina prepaga tuvieron aumentos del 25%, los combustibles subieron como mínimo otro porcentaje similar y se dispuso un fuerte incremento en el impuesto a las exportaciones de granos y de combustibles para tratar de recomponer las cuentas públicas luego del importante crecimiento del gasto. Mientras tanto, las tasas de interés se mantienen en niveles inconsistentes con lo que puede pagar el sistema productivo y el riesgo país pasó, desde fines de marzo, de 200 puntos básicos a 441 puntos.
Estos indicadores, más otros como la clara desaceleración en la industria de la construcción, reflejan un escenario más complejo. Sin tanta fiesta como ocurrió en el 2006. Ese escenario de incertidumbre se traduce, en el mundo empresarial, en una mezcla de “todavía estoy ganando plata, pero tengo preocupación por lo que viene”. Es como si la mayoría de la gente hubiese tomado conciencia de que hemos estado viviendo un auge artificial que está llegando a su fin.
¿Qué es lo que uno debería esperar de ahora en más?
Los incrementos de precios inevitablemente generarán una caída en los ingresos reales de la población. Esto debería conducir a una desaceleración del consumo, con menores ventas y menos rentabilidad. Lo más probable es que el Gobierno intente recomponer parte de los salarios reales mediante aumentos por decreto o vía el anunciado pacto social. Sin embargo, las subas salariales afectarán la rentabilidad de las empresas y se entrará así en una lucha por la distribución del ingreso.
El modelo implementado a partir de enero del 2002, continuado por el presidente Néstor Kirchner, se basó salarios bajos en dólares. De esta manera, el sector empresarial ganó en “competitividad” a costa de la caída de los salarios reales. A medida que se fueron otorgando incrementos de sueldos esa, “competitividad” se fue evaporando. Y es probable que se evapore aún más en los próximos meses.
La alternativa a salarios más caros consistiría en ofrecer un costo de capital más bajo, es decir, acceso al financiamiento a tasas de interés reducidas. No es casualidad que desde hace rato se esté hablando de crear un nuevo Banade, cuya función consistiría en otorgar créditos a tasas bajas, aunque todavía no se ha especificado cuál será el origen de los fondos para lograr tasas de interés menores a las que rigen en el mercado.
Posiblemente, el Gobierno decida utilizar parte de los ingresos impositivos para subsidiar una baja de las tasas de interés, con lo cual seguiríamos ampliando la maraña de subsidios. De este modo, el transporte público, el sector energético y las tasas de interés requerirían de grandes recursos. A todo esto habría que sumarle el cierre de la economía, no ya para las importaciones, sino para las exportaciones, con el objetivo de reducir artificialmente la demanda y aislar la economía argentina de los precios internacionales para, en consecuencia, forzar una baja de precios en el mercado interno. Esto ya ocurrió con la carne y los lácteos, ahora se agregan los combustibles.
Muchos apuestan a que Hugo Moyano, secretario general de la CGT, moderará sus demandas dado que, por ahora, es aliado del kirchnerismo. Sin embargo, considerando los fuertes aumentos de precios ocurridos, sobre todo en la canasta familiar, y los que están por venir, no veo tan claro que el líder sindical pueda ser muy condescendiente con el Gobierno a la hora de exigir aumentos de salarios, porque correría el riesgo de ser superado por las bases.
Por supuesto que todo este escenario parte del supuesto de que la economía mundial no tendrá mayores problemas por la crisis de los créditos hipotecarios. Es que el gobierno de Kirchner ser vio beneficiado por uno de los períodos de mayor crecimiento económico mundial y de aumento del comercio internacional. Una nueva oportunidad de incorporar a la Argentina al mundo que hemos dejado pasar.
Lo que estamos viviendo en estos momentos son los primeros movimientos, luego de las elecciones, en el proceso de reacomodamiento de los precios relativos. Lo que necesita el Gobierno es que los bienes y servicios sean artificialmente baratos para que las demandas salariales no lo desborden.
Hasta ahora, lo consiguió consumiendo el stock de capital acumulado en los noventa, con controles de precios, regulaciones y subsidios, entre otras medidas. Pero como el stock de capital no es infinito y la caja no es inagotable, el modelo está llegando a un punto de saturación. Por eso, discrepo con los economistas que defienden la política económica cuando sostienen que el modelo sólo necesita de un “service” y algunos ajustes. Aunque les cueste reconocerlo, el modelo necesita ser cambiado para ir a un crecimiento sustentado en la inversión. Caso contrario, Cristina Kirchner habrá heredado de su marido una crisis social que la jaqueará políticamente.
En síntesis, salvo que el gobierno gire 180 grados en su política, el ajuste ya llegó y el show de precios y salarios recién comienza. La pregunta es: ¿por qué la función tendrá un final diferente a los del pasado si el espectáculo es el mismo?
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Rafaela.com - Argentina/28/11/2007
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