Política y estilos: ¿Comunicación de calidad?
Por Rosaura Cruz de Gante*
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México - A propósito de la firma del Acuerdo Nacional por la Calidad de la Comunicación, cuyo propósito es que la programación y publicidad que se destina a los medios contribuyan a brindar a las familias sano entretenimiento, información veraz y generación de bienes públicos, es pertinente reflexionar sobre la función de la comunicación masiva en sociedades como la nuestra.
Específicamente la televisión, cuyos concesionarios se indignan ante la cualquier intento de regulación y por ser el medio de mayor penetración, tiene que ser vista con ojos más que críticos, analíticos.
De ahí, estas reflexiones: actualmente la comunicación, siendo el núcleo central de la convivencia humana, está centrada en la televisión, que con su omnipresencia se convierte en un poderosísimo elemento determinante del desempeño individual y social de los seres humanos.
Con su gran poder de penetración y, ahora también de inmediata respuesta ante los acontecimientos que se generan en el mundo, la televisión es el medio de comunicación de masas, más poderoso cuya labor es, como explica Giovanni Sartori en su ya clásica obra "Homo Videns", destruir más saber y más entendimiento del que transmite.
Pero este influjo negativo que ejerce la televisión, no es una característica propia del medio de comunicación en sí, sino resultado de los poderosísimos intereses de quienes la manejan, es decir de quienes determinan qué, cómo y cuándo enviarle al auditorio los mensajes.
De ahí que el propósito central de la televisión, dirigida por intereses privados es, sobre todo en los países subdesarrollados, mantener al grueso de la población bajo un estado de inacción e incluso de indefensión ante las decisiones quienes detentan el poder político y/o económico.
El discurso televisivo manipulado y manipulador está en todas partes. Es omnipresente y omnipotente a lo largo de la vida del hombre moderno: en la infancia a través de caricaturas y programas para niños supuestamente inocentes, pero que en el fondo empiezan a forjar valores desvirtuados; en la edad adulta con programas enajenantes e información fragmentada, manipulada y, más recientemente con campañas políticas que lejos de reflejar apertura y modernidad en el ejercicio de una actividad que debería ser fundamental para las sociedades, revelan la gran pobreza mental e ideológica de quienes aspiran a gobernar y los intereses de quienes los "asesoran".
Desafortunadamente, en México como en otros países, la política ha dejado de ser una cuestión de convencimiento del electorado a través de ofrecer plataformas de acción y se ha convertido en un asunto de raitings televisivos, lo que coloca a la propia actividad política, a quienes la ejercen y a los gobernados, en entes meramente sujetos a las fuerzas del mercado publicitario.
No sería de ninguna manera criticable el uso de los medios de comunicación masiva, para hacer llegar al electorado propuestas y compromisos que estarían dispuestos a asumir quienes pretenden gobernar, lo cual correspondería al ámbito de la propaganda política; pero lo que resulta reprochable, es que en las campañas en pos del voto, se convierta a la política en un objeto publicitario, con lo que lo importante ya no es la calidad ni del discurso, ni de la oferta política, sino el "raiting" que los candidatos puedan obtener.
Cualquier parecido con nuestra realidad, es mera coincidencia.
Específicamente la televisión, cuyos concesionarios se indignan ante la cualquier intento de regulación y por ser el medio de mayor penetración, tiene que ser vista con ojos más que críticos, analíticos.
De ahí, estas reflexiones: actualmente la comunicación, siendo el núcleo central de la convivencia humana, está centrada en la televisión, que con su omnipresencia se convierte en un poderosísimo elemento determinante del desempeño individual y social de los seres humanos.
Con su gran poder de penetración y, ahora también de inmediata respuesta ante los acontecimientos que se generan en el mundo, la televisión es el medio de comunicación de masas, más poderoso cuya labor es, como explica Giovanni Sartori en su ya clásica obra "Homo Videns", destruir más saber y más entendimiento del que transmite.
Pero este influjo negativo que ejerce la televisión, no es una característica propia del medio de comunicación en sí, sino resultado de los poderosísimos intereses de quienes la manejan, es decir de quienes determinan qué, cómo y cuándo enviarle al auditorio los mensajes.
De ahí que el propósito central de la televisión, dirigida por intereses privados es, sobre todo en los países subdesarrollados, mantener al grueso de la población bajo un estado de inacción e incluso de indefensión ante las decisiones quienes detentan el poder político y/o económico.
El discurso televisivo manipulado y manipulador está en todas partes. Es omnipresente y omnipotente a lo largo de la vida del hombre moderno: en la infancia a través de caricaturas y programas para niños supuestamente inocentes, pero que en el fondo empiezan a forjar valores desvirtuados; en la edad adulta con programas enajenantes e información fragmentada, manipulada y, más recientemente con campañas políticas que lejos de reflejar apertura y modernidad en el ejercicio de una actividad que debería ser fundamental para las sociedades, revelan la gran pobreza mental e ideológica de quienes aspiran a gobernar y los intereses de quienes los "asesoran".
Desafortunadamente, en México como en otros países, la política ha dejado de ser una cuestión de convencimiento del electorado a través de ofrecer plataformas de acción y se ha convertido en un asunto de raitings televisivos, lo que coloca a la propia actividad política, a quienes la ejercen y a los gobernados, en entes meramente sujetos a las fuerzas del mercado publicitario.
No sería de ninguna manera criticable el uso de los medios de comunicación masiva, para hacer llegar al electorado propuestas y compromisos que estarían dispuestos a asumir quienes pretenden gobernar, lo cual correspondería al ámbito de la propaganda política; pero lo que resulta reprochable, es que en las campañas en pos del voto, se convierta a la política en un objeto publicitario, con lo que lo importante ya no es la calidad ni del discurso, ni de la oferta política, sino el "raiting" que los candidatos puedan obtener.
Cualquier parecido con nuestra realidad, es mera coincidencia.
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Rosaura Cruz de Gante*
Rosaura Cruz de Gante*
Periodista, consultora en comunicación.
Becaria de la OEA en el diplomado "Ética Periodística en las Américas"
Es comentarista en Radio Fórmula, 1470 AM
Presidenta del Club Primera Plana
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El Financiero - México/24/11/2007
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