13/4/07

Perú: Un alegato a la comunidad internacional Belén

Un alegato al mundo presentan setenta mil personas, en su mayor parte niños, que habitan la ciudad de Belén, en la amazonía peruana, ahora víctimas de los cambios ecológicos, empezando por el violento alejamiento de los ríos Amazonas e Itaya. La antigua Venecia, como la bautizaron sus primeros moradores, hoy es el primer foco infeccioso de Iquitos, la capital de Loreto, ubicada a 1000 mil kilómetros al Noreste de Lima, entre las fronteras de Brasil, Colombia y Ecuador.
Jorge Zavaleta (especial para ARGENPRESS.info)

País/es: Perú

Las comunidades nativas migraron a Belén, y comparten el caos con los pobladores locales y últimamente con gente del ande. Todos ellos forman parte de una máquina desquiciada por la degradación. El viaje a Belén es un viaje a los infiernos, un descenso por el río del olvido. Solo una movilización internacional puede conmover la dramática realidad, en vista que las autoridades subregionales, regionales y nacionales han perdido la sensibilidad con el dolor y el sufrimiento humano.

Belén constituye la población más pobre de la tierra. Desnutrición crónica. Han rebrotado enfermedades ya desparecidas, tales como la malaria, dengue, meningitis, hepatitis, influenza, con consecuencias mortales. Una investigación de la Universidad Nacional Amazónica ratifica que cada morador sufre alguna enfermedad febril, por una u otra infección.

Hay diversos Belén en el mundo y todos nacieron inspirados en la fe cristiana, en el mensaje de solidaridad, del amor al prójimo y de la igualdad social. Pero esos valores se han extinguido u echado al olvido, empezando en el Belén del Perú:

El Belén palestino, a lo largo de dos milenios viene soportando invasiones, guerras, bombardeos, encarcelamientos masivos. Ese mismo destino trágico, con diferentes matices, acompaña a Belém do Pará, Brasil; Belén de Catamarca, Argentina; Belén de Cerezales, en León de España; Bethlehem, en New Hampshire, Estados Unidos; Belén de Boyacá, Colombia; Belén de Salto y de Artigas, en Uruguay.

Pero en el Belén loretano, al amanecer el siglo XXI, se han concentrado los peores males del tercer mundo, empezando por la furia del Amazonas e Itaya, ríos que acariciaban las orillas del pueblo. Los nativos dicen que hace milenios el Amazonas, esos ríos, corrían en sentido contrario, y en la última década las aguas buscan otros cauces, alterando brutalmente la vida de centenas de aldeas indefensas.

Belén era un importante centro de abastecimiento de embarcaciones de la provincia de Mayas. A esas riberas llegaron los primeros conquistadores tras El Dorado, el país de la canela, del caucho, del petróleo y de la madera. Esos tiempos de sangre y fuego, no han variado sustantivamente. La vida sigue siendo difícil y cruel.

Sus pobladores habitan en altillos, en improvisadas casas de madera y techos de palmera seca, que descansaban sobre balsas, lo que permitía flotar en época de creciente de río y asentarse en tierra en época de “vaceante”. Como ese fluvial remanso ya no existe, las habitaciones, literalmente, están sobre el excremento, aguas hediondas, basurales, roedores y animales muertos.



Las bruscas alteraciones de las temperaturas tropicales, la urbanización desordenada, es decir la masiva migración rural de la misma selva y más reciente de los pueblos del ande, la ausencia de agua potable y alcantarillas, y de otros servicios públicos, son problemas cuya solución no se vislumbra a corto plazo.

El Belén amazónico de esta década no es tan diferente y cruel como la selva de hace siglos. José Eustaquio Rivera, en su novela La Vorágine (1924), hablaba premonitoriamente de un primer Macondo, mostrando la explotación y miseria humana a que eran sometidos los trabajadores del caucho en el bosque colombiano, en contraposición a las ganancias y beneficios para los propietarios de los medios de producción.

Algunas respuestas se están dando para Belén. El Gobierno Regional acaba de proponer al Congreso la construcción de un hipermercado, para mejorar la exposición de los alimentos, que ahora son comercializados en las principales calles, regadas por aguas pestilentes y transitadas por comerciantes de alucinógenos y aguardientes de toda marca y sin control sanitario, que chamanes y curanderos confieren bondades curativas. Los niños descienden de sus casuchas empinadas escaleras. Huyen del calor de sus habitaciones para jugar en las calles, a lo largo de las cuales abundan moteles, prostíbulos y farmacias informales.

La autoridad municipal es demasiado pequeña y carente de recursos técnicos y profesionales para plasmar algún proyecto de inversión social, porque la burocracia nacional y local están configuradas para entorpecer el desarrollo. La gente sabe que cualquier inversión pública demorará mucho tiempo, como lo señala la prensa local y pone de ejemplo la carretera de 50 kilómetros Iquitos - Nauta que tardó 25 años en ser construida, en tanto la justicia procesa 250 casos de corrupción.

De Belén, pueblo esencialmente de comerciantes, salen todas plagas. Los informes del único hospital regional en Iquitos, señalan que los casos de infección no solo afectan a los hombres sino también a los animales domésticos y silvestres, pues ya no es un problema único de salud sino de veterinaria. Las enfermedades más frecuentes son la malaria, meningitis, hepatitis, influenza y la leptospirosis, tan frecuentes en áreas tropicales. La malaria, especialmente en Africa, provoca la muerte de un millón de personas por año.

La enfermedad febril es casi común a todos los habitantes y no hay una sola persona que no tenga síntomas como escalofríos (en tanto calor), ictericia y dolores de articulaciones. El principal contaminante es la orina de los abundantes roedores.

Hace diez años se retiró de Belén el río Nanay, y para calmar los primeras ayudas de la población, el presidente Fujimori, protagonista del más corrupto régimen de la historia contemporánea del Perú, le dio categoría de distrito un 11 de noviembre, pero nada más. La población censada en el 2005 bordeaba 68 mil personas en una superficie de 632 kilómetros, con una densidad de 105 personas por km2/habitante.

El futuro de Belén y de Loreto tendrá mucho que ver con el proyecto de transporte multimodal, cuya concreción uniría el Pacífico con el Atlántico, desde el Puerto costeño de Paita en Piura hasta el noreste del Brasil, pasando por Manaos. De esa manera, la región amazónica podría participar mejor en el comercio internacional con China y demás países del Asia y desarrollar las ciudades fronterizas peruanas, tan atrasadas, en comparación con el progreso de la colombiana Leticia y la brasileña Benjamín Constan.

El transporte público en Belén y las ciudades de la selva es el 'mototaxi' o 'motocar', un triciclo motorizado con tarifa muy económica. Iquitos solo tiene comunicación con la costa mediante aviones. Lo dramático es que los vuelos a Iquitos solo se realizan por las noches y madrugadas, debido a los gallinazos que sobrevuelan la pista de aterrizaje, muy cerca de montañas de basura en improvisados rellenos sanitarios, sustento de grandes criaderos de cerdos.

Belén retrata la permanente agresión a la rica cultura de la selva y pone en vigencia la esclavitud en una región inhóspita; la subyugación cruel con que los seres humanos son sometidos por la codicia de la madera y el tráfico de drogas, del hurto a la escasa ganancia de los desposeídos y el trato miserable a la mujer.

A pesar de los ríos

Loreto ocupa un tercio del territorio del Perú, con una población de un millón de personas y una creciente migración rural y de la sierra. La densidad poblacional es apenas 2.46km2/hab. Hay solo cuatro médicos por cada 10 mil habitantes. Los 3 hospitales y una centena de centros de salud son insuficientes, más aún si no hay una salud preventiva y sin stock de medicinas apropiadas, empezando por suero antiofídico para contrarrestar las picaduras de abundantes serpientes venenosas.



Las concesiones forestales autorizadas por el gobierno en el pasado quinquenio son fuente cotidiana de conflictos, de guerras campales y de asesinatos impunes, porque los linderos de las comunidades han sido ignorados y burlados. La tala indiscriminada, la ausencia de programas de reforestación, la escasa transformación de la madera y la nula fiscalización estatal, acelera la depredación del bosque.

La Región Loreto, que en décadas pasadas intentó independizarse del poder de Lima, ocupa una de las cuencas hidrográficas más grandes de Sudamérica, al lado del Ucayali, Marañón, Huallaga, Pastaza, Tigris, entre otras. Las áreas protegidas, solo de nombre, son Pacaya Samiria, Biabo, Cordillera Azul, Pastaza Morona, Yaguas, Requena, Bagazán, algunas de las cuales albergan a exigentes turistas. La capital loretana, es un lugar ideal para el ecoturismo, pero aún está en pañales. El flujo anual de visitantes no supera las 100 mil personas.

Iquitos era una aldea habitada por la tribu selvática los iquitos, de quienes se tomó el nombre al momento de su fundación en 1864. Esta urbe de 300 mil personas, vivió hasta los años 30 la era y auge del caucho, y el comercio del látex trajo inmensas fortunas y la prosperidad para algunos, iniciándose la construcción de casas fastuosas con insumos de Portugal. Parte del boato de esa época fue una casa construida por Eiffel en París para ubicarla en la Plaza de Armas iqueteña.

Por entonces, hablamos de fines del siglo XIX, Iquitos tenía mejores comunicaciones con Europa, a través del Amazonas, que con la ciudad de Lima. Actualmente. Europa no es un mercado para los productos amazónicos. La madera amazónica se va para EEUU, en tanto pequeños empresarios, que son muchos y aún desorganizados, no aprovechan, ni siquiera, los bajos aranceles de la ley de promoción comercial andina y erradicación de la droga (ATPDEA), más conocida como ley “bioanterrorismo”.

La Amazonía se va transformando en un desierto. Un informe reciente de las Naciones Unidas advierte que entre el 30% y el 60% de la selva de la sudamericana, donde viven 40 mil especies de plantas y 427 de mamíferos, podría transformarse en sabana.

Los sólidos indicadores macroeconómicos que caracteriza al Perú de los últimos años, no guardan absoluta relación con millones de seres que viven en condiciones deplorables como los de Belén. Nada extraña hoy. Para la amazonía peruana cuan vigentes son aquellas reflexiones de Joseph Conrad, a fines del XIX, respecto al comercio africano de marfil que subyugaba con el terror, la corrupción y la entrega a la barbarie ancestral. Conrad reconoció que «antes del Congo no era más que un simple animal»

La humanidad de ayer y hoy se ha convertido en depredadora que somete a castigos brutales a los nativos rebeldes, cuyo mundo conoce ya «el horror» como los tambores caníbales que baten en la selva, el verdadero corazón de las tinieblas, el oscuro corazón del hombre. Poner los ojos sobre el Belén del Amazonas puede servirnos de una oportuna reflexión.

ARGENPRESS.info/12/04/2007

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