14/10/07

La noche de los templarios

El pasado viernes se cumplieron 700 años del Viernes 13, cuando los monjes soldados fueron masacrados. El Vaticano publica documentos inéditos que muestran que las imputaciones eran falsas
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ÍÑIGO DOMÍNGUEZ
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El Vaticano no quería acabar con los templarios y no los condenó por herejía, pero se vio atrapado en una crisis política y el papa, Clemente V, se murió sin arreglarlo. Esto se supo hace tres años con el descubrimiento por azar de un sorprendente documento en los Archivos Vaticanos, un texto del pontífice que absolvía a la orden guerrera, pero ahora se vuelve a hablar de ello porque sale el libro 'oficial' sobre el asunto. También porque los templarios siempre tienen morbo y, además, porque fue tal día como el pasado viernes, hace 700 años, cuando los masacraron, el famoso Viernes 13 de 1307. Desde entonces esa fecha se asocia con los malos augurios, una huella más del extraño atractivo de los monjes armados.

El libro que por fin pone orden, siete siglos después, en el controvertido final de los caballeros es una iniciativa del propio Vaticano. Y se lo ha tomado en serio. Serán los monseñores Raffaele Farina, archivista y bibliotecario de la Iglesia, y Sergio Pagano, prefecto del Archivo Secreto Vaticano, quienes presentarán el próximo día 25 una edición de 799 ejemplares que reúne y reproduce por primera vez las actas integrales del proceso a los templarios. 'Processus contra Templarios' cuenta, entre otros documentos, con el 'Folio de Chinon', descubierto por una joven investigadora de 34 años, Barbara Frale, que curioseaba en el Archivo Secreto. Es un papel de 1308, al año siguiente del Viernes 13, en el que Clemente V absuelve a los templarios de herejía. Era desconocido hasta ahora por un error en la reordenación del archivo en el siglo XVII.

Envidia y codicia

¿Por qué ha dado esto un vuelco en la historia? Para comprenderlo hay que recordar cómo fue el final de los templarios, un relato muy entretenido. La orden andaba un tanto perdida al final del XIII tras las cruzadas. Los caballeros de San Juan de Jerusalén, por ejemplo, se reciclaron como potencia marítima en Rodas, pero los templarios habían regresado a sus monasterios de Europa y resultaban incómodos por su influencia. De hecho, en el Vaticano estaban pensando en fusionar las dos órdenes o disolverlas. Por otro lado, tenían mala fama y se miraba con envidia su riqueza. Eran una fuerza extendida desde Chipre a España, al margen de fronteras. El poder, y más que nadie el rey de Francia, Felipe IV el Hermoso, les temía y les tenía ganas. También por sus tesoros: necesitaba sostener la naciente burocracia francesa, y es que además él mismo les debía dinero.

Lo que hizo el rey francés es un manual de purga estaliniana, montaje político y manipulación de la opinión pública. Encontró la excusa para meterles mano en 1303, a través del testimonio interesado de Esquieu de Floryan, un prior que había asesinado en Milán al gobernador provincial de la orden y había huido a París. Para salvar el pellejo, contó supuestas barbaridades sobre las prácticas templarias. Se dijo que en el rito de iniciación a la orden los aspirantes debían renegar de Cristo, escupir en la cruz y practicar el clásico 'osculo infame', es decir, besar el culo al gran maestro de turno, además de ofrecerle el propio. También adoraban a sapos y gatos, a Baphomet y Acharnoth, y tenían inclinaciones cátaras y musulmanas. A la vez. En fin, carnaza de primera clase para la Inquisición, que armó una acusación de once cargos contra los templarios, entre ellos herejía, blasfemia, idolatría y sodomía.

«El rey de Francia no necesitaba construir un edificio acusatorio coherente, le bastaba que fuera eficaz para la opinión pública», explica Franco Cardini, historiador medieval que participará en la presentación del libro vaticano. En su opinión, podía haber «contaminaciones heréticas» en la orden, pero piensa que eran prácticas más cercanas a las novatadas pesadas que al esoterismo. Frale añade que el rito de escupir la cruz, si existía, «podía ser un modo de poner a prueba la obediencia absoluta de los caballeros y prepararles a lo que los sarracenos podían hacer con ellos».

Felipe el Hermoso esperó al funeral de su cuñada, que reunió en París a realeza y templarios, para montar esa noche la histórica redada del viernes 13. Cayeron centenares de templarios en toda Francia, entre ellos el Gran Maestre Jacques de Molay, y gracias al práctico método de la tortura confesaron todo y más. Era un desafío a la autoridad del Papa, pero Clemente V, que era francés y fue quien trasladó el pontificado a Aviñón, era débil y muy sometido al monarca. Al final acabó convocando un concilio en Vienne que en 1312 disolvió la orden.

Lo que revela el nuevo documento es que Clemente V absolvió a los templarios de herejía. Había enviado una comisión de cardenales al castillo de Chinon, donde estaba Molay y la plana mayor templaria, para saber qué estaba pasando. El 20 agosto de 1308 la acusación de herejía fue rebajada a apostasía. «Todo fue un complot y el papa intentó detenerlo, pero no lo consiguió, porque el rey respondió con un proceso de brujería contra el anterior pontífice, Bonifacio VIII, y había un riesgo de cisma de la Iglesia de Francia», ha explicado Frale. Luego, en el concilio, suspendió la orden, «aunque no era una medida definitiva y preveía restablecerla, pero murió y en 700 años ningún pontífice la modificó».

Procesión de zumbados

Molay y sus colegas pagaron el pato. El Gran Maestre padeció siete años de tormentos y fue quemado el 18 de marzo de 1314 en Chinon. Este pueblecito francés se ha convertido en símbolo de la tragedia templaria, y no es de descartar que hoy sea lugar de encuentro de zumbados en procesión, disfrazados como en un estreno de 'Harry Potter', un 'botellón' en Stonehenge o un concierto de Mago de Oz.

Ése es precisamente otro aspecto curioso de los templarios. En su día, el Viernes 13 causó conmoción en Europa. Dante los defendió; Ramón Llul, afirma Cardini, se manifestó en contra. Pero el asunto fue perdiendo interés y quedaron olvidados. En realidad, la fascinación templaria que llega a nuestros días nace más tarde, en el XVIII, con el auge del esoterismo en Europa y la transformación de algunas logias masónicas en alegres mascaradas medievales. En el siglo XX fue filón inagotable para los camelos organizados por personajes como Pierre Plantard, el ex-colaboracionista francés que se inventó el Priorato de Sión, las historias de Rennes-le-Chateau y demás mandangas recicladas por Dan Brown. Hoy, perviven decenas de órdenes templarias de variada ralea, entre la beneficiencia y el esperpento, de los salones más presentables a las oscuras logias de Internet.
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El Diario Montañés - España/14/10/2007

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