La religión sí cumple un papel en la política
Un devoto budista enciende velas en una vigilia por el bienestar de los monjes y ciudadanos de Birmania.
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Si las imágenes de mendicantes con túnica azafrán enfrentados a la brutalidad policial en Birmania nos resultan familiares, es porque los monjes budistas han dejado sus monasterios y han protestado contra la represión política con mucha frecuencia en el siglo XX.
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Guardian News Service.
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Guardian News Service.
Si las imágenes de mendicantes con túnica azafrán enfrentados a la brutalidad policial en Birmania nos resultan familiares, es porque los monjes budistas han dejado sus monasterios y han protestado contra la represión política con mucha frecuencia en el siglo XX.
Fue la autoinmolación de un monje en Raigón, en junio de 1963, o más bien las fotos de él, meditando serenamente mientras las llamas consumían su cuerpo, lo que primero hirió la conciencia de EE.UU. sobre lo injustificable que era el grande y prolongado sufrimiento de la guerra en Indochina.
Thich Nhat Hanh, otro monje vietnamita, persuadió a Martin Luther King para que uniera su voz contra la destrucción de Vietnam. En Cambodia, donde el Khmer Rouge asesinó a 60 000 monjes, el monje Maha Ghosananda fue la figura central de la reconstrucción de ese país.
En septiembre de 1987, monjes y monjas budistas iniciaron en el Tíbet la primera gran manifestación política de los últimos años, cuando desplegaron la bandera del Tíbet en el centro de Lhasa. Fueron arrestados y golpeados severamente, lo cual provocó más choques. Por eso, Hu Jintao, hoy presidente de China y entonces gobernador del Tíbet, declaró el estado de sitio.
¿Cómo es que una tradición supuestamente meditativa produjo protestantes políticos? ¿Por qué ha demostrado el budismo ser un medio tan efectivo de movilización social contra la tiranía?
Buda mismo no fue ni teórico ni activista político. Prefería cuestionar el derecho de los mandatarios a gobernar. Pero durante su vida misma vio el surgimiento de grandes Estados. Consciente de que estos regímenes impersonales exponían a la mayoría a la impotencia y a la inseguridad, él previó que las ‘sangas’ budistas, o sea las órdenes monásticas, se asentaran cerca de los centros urbanos, para que dieran a la gente desarraigada un sentido de comunidad espiritual y tradición.
De manera que los monjes budistas están tradicionalmente ligados a los laicos por una ética de responsabilidad social.
Ciertamente, los budistas no son inmunes al engaño ideológico. A principios del siglo XX, en Japón, y en Sri Lanka (a fines del mismo siglo), muchos sucumbieron a la tentación del nacionalismo y del militarismo. No obstante, dada la ausencia de dogmas y el énfasis en la vigilia intelectual y espiritual, el budismo ha demostrado ser menos vulnerable al celo fanático. Como exhorta Nhat Hanh, parafraseando un importante consejo de Buda: “No idolatren ninguna doctrina, teoría o ideología, ni siquiera al budismo. Todos los sistemas de pensamiento son solo orientaciones; ninguno es la verdad absoluta”.
Al vivir en un mundo violento, a la mayoría se nos hace difícil creer que los principios budistas sean políticamente eficaces. Sin embargo, la historia del mundo moderno da muchos ejemplos de victorias políticas logradas por la persuasión moral y la fuerza espiritual: el movimiento de derechos civiles en EE.UU., el final del ‘apartheid’ en Sudáfrica...
Ciertamente, los generales birmanos saben cómo funciona el mundo. Aparentemente aislados, juegan sagazmente a la ‘realpolitik’ internacional, comprando con petróleo, gas y madera el silencio de sus dos vecinos necesitados y en crecimiento: la democrática India y la autoritaria China. Pero a esa política inmoral, basada en puro interés, los valores morales y espirituales de la religión sí presentan un desafío.
No dudamos de que los devotos de la ciencia y de la razón continuarán predicando una política libre de religión. Pero lo que los manifestantes birmanos han demostrado es que, como dijo Gandhi: “Aquellos que piensan que la religión no tiene nada que ver con la política no entienden ni la religión ni la política”.
Fue la autoinmolación de un monje en Raigón, en junio de 1963, o más bien las fotos de él, meditando serenamente mientras las llamas consumían su cuerpo, lo que primero hirió la conciencia de EE.UU. sobre lo injustificable que era el grande y prolongado sufrimiento de la guerra en Indochina.
Thich Nhat Hanh, otro monje vietnamita, persuadió a Martin Luther King para que uniera su voz contra la destrucción de Vietnam. En Cambodia, donde el Khmer Rouge asesinó a 60 000 monjes, el monje Maha Ghosananda fue la figura central de la reconstrucción de ese país.
En septiembre de 1987, monjes y monjas budistas iniciaron en el Tíbet la primera gran manifestación política de los últimos años, cuando desplegaron la bandera del Tíbet en el centro de Lhasa. Fueron arrestados y golpeados severamente, lo cual provocó más choques. Por eso, Hu Jintao, hoy presidente de China y entonces gobernador del Tíbet, declaró el estado de sitio.
¿Cómo es que una tradición supuestamente meditativa produjo protestantes políticos? ¿Por qué ha demostrado el budismo ser un medio tan efectivo de movilización social contra la tiranía?
Buda mismo no fue ni teórico ni activista político. Prefería cuestionar el derecho de los mandatarios a gobernar. Pero durante su vida misma vio el surgimiento de grandes Estados. Consciente de que estos regímenes impersonales exponían a la mayoría a la impotencia y a la inseguridad, él previó que las ‘sangas’ budistas, o sea las órdenes monásticas, se asentaran cerca de los centros urbanos, para que dieran a la gente desarraigada un sentido de comunidad espiritual y tradición.
De manera que los monjes budistas están tradicionalmente ligados a los laicos por una ética de responsabilidad social.
Ciertamente, los budistas no son inmunes al engaño ideológico. A principios del siglo XX, en Japón, y en Sri Lanka (a fines del mismo siglo), muchos sucumbieron a la tentación del nacionalismo y del militarismo. No obstante, dada la ausencia de dogmas y el énfasis en la vigilia intelectual y espiritual, el budismo ha demostrado ser menos vulnerable al celo fanático. Como exhorta Nhat Hanh, parafraseando un importante consejo de Buda: “No idolatren ninguna doctrina, teoría o ideología, ni siquiera al budismo. Todos los sistemas de pensamiento son solo orientaciones; ninguno es la verdad absoluta”.
Al vivir en un mundo violento, a la mayoría se nos hace difícil creer que los principios budistas sean políticamente eficaces. Sin embargo, la historia del mundo moderno da muchos ejemplos de victorias políticas logradas por la persuasión moral y la fuerza espiritual: el movimiento de derechos civiles en EE.UU., el final del ‘apartheid’ en Sudáfrica...
Ciertamente, los generales birmanos saben cómo funciona el mundo. Aparentemente aislados, juegan sagazmente a la ‘realpolitik’ internacional, comprando con petróleo, gas y madera el silencio de sus dos vecinos necesitados y en crecimiento: la democrática India y la autoritaria China. Pero a esa política inmoral, basada en puro interés, los valores morales y espirituales de la religión sí presentan un desafío.
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El Comercio - Ecuador/14/10/2007
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