22/11/07

“La desnutrición debe convertirse en política de Estado”

Pedro Medrano Rojas
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El director regional del PMA echa en falta que la desnutrición aún no sea política de Estado. Enfatiza que al país le cuesta más no invertir en el problema que el problema mismo.
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Rossy Tejada
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El trabajo en pro de erradicar el hambre y la desnutrición en Latinoamérica y el país aún está en pañales. En el caso de El Salvador, lo que no invierte en programas de este tipo acarrea gastos de más de $1,000 millones en salud, productividad y educación. Esa es la lectura del Programa Mundial de Alimentos (PMA) en su estudio “Análisis del impacto social y económico de la desnutrición infantil en América Latina”, que será presentado hoy junto con el apartado de El Salvador. Pedro Medrano, director regional de esta entidad, ve clave que el gasto social le dé prioridad a estos programas, lo que primero debe pasar por una toma de conciencia a nivel de sociedad. A su juicio, este problema es inaceptable en sociedades que tienen recursos para atenderlo.
¿Qué persiguen con la presentación de este estudio en el país?
Lo que probamos con este estudio es que el hambre y la desnutrición tienen un fuerte impacto en el crecimiento económico, y que es un freno al desarrollo. Se quiere llamar la atención sobre los altos costos que la sociedad paga por esto. Siempre está la idea de que esto se resuelve con las políticas de pobreza en general. Se tiende a pensar que si hay crecimiento económico vamos a tener menos desnutrición.
¿Cuál es el costo e impacto de la desnutrición para los países?
Las inversiones que se hacen en salud, empleo y educación no son aprovechadas porque el hambre va a afectar la capacidad cognitiva del niño, va a generar deserción escolar. En promedio en la región, esto es del 6% del PIB; estamos hablando de $6,000 millones.
Usted es de la idea de que mejorar indicadores de pobreza no necesariamente repercute en un combate a la desnutrición.
Es al revés. Sostenemos que un requisito para aliviar la pobreza es erradicar el hambre en los niños. Nos falta en las sociedades que tengamos asimilado que esto es inaceptable. No podemos seguir con la convicción de que podemos convivir con el 20% o 25% de niños desnutridos es. Es el interés de todos resolver ese problema.
¿Cuánto le cuesta al país el problema de la desnutrición?
Para 2004, costó un 7.4% del PIB, $1,175 millones. El 137% del gasto público social es lo que pierde El Salvador cada año por indicadores acumulados de desnutrición, costo más alto de lo que sería un programa de desnutrición en el año. En educación se afecta la capacidad de aprendizaje.
¿Permea la idea de que se ve como un gasto y no una inversión?
Exacto. Se ha visto como un gasto en salud, en educación. Las partidas presupuestarias discriminan el gasto social.
¿Siente un compromiso por parte del Estado en este tema?
El presidente reconoció que este es un tema de Estado, y nos acompañó este año en la Caminata por el Hambre. En esa medida se empieza a discutir el tema. Lo hemos visto en áreas relacionadas a la alimentación escolar, ese es un paso muy importante. La Red Solidaria es también importante. Pero se requiere que lo entiendan todos, la sociedad; si no se entiende como prioridad, tampoco habrá respaldo político.
¿Cuál es el principal obstáculo?
Este tema no se puede tratar como resultado de las políticas de pobreza. La gente que sufre este problema en su mayoría está en las mismas áreas donde se producen sequías e inundaciones. Entonces, se avanza un poco y se retrocede. No se puede pensar que la desnutrición esté aislada de la vulnerabilidad de país.
¿Por eso es difícil disminuir los indicadores? En el país, de 1993 a 2003 se logró reducir solo el 0.9% de la desnutrición.
Cualquier enfoque tiene que considerar las medidas preventivas de preparación. Estos son los desafíos que tiene el país, que nuevos factores están entrando en juego, como el cambio climático.
¿Cuál es el principal desafío?
Que se convierta en una política de Estado y que se le dé la más alta prioridad. No es un problema económico ni técnico. No es posible que haya niños sin futuro. El indicador de desnutrición es extremo, y si está mal, quiere decir que los demás indicadores están pésimos, eso es lo dramático. Cuando hay hambre, todo lo demás está mal, no existe. Lo que la gente no entiende es que el hambre es la manifestación más extrema del colapso social y el problema es que aceptamos silenciosamente que haya cientos de miles de niños que están siendo afectados en su capacidad.
¿Con el estudio aspiran a despertar esa conciencia?
El estudio es un llamado de alerta, es un buen negocio resolver el problema del hambre, es feo decirlo. Pero un argumento válido que se puede dar es este: con una fracción de lo que el país pierde podemos resolver el problema. No tenemos la cifra exacta, pero le puedo asegurar que es menos del 5% de lo que el país pierde.
¿Persiste la indiferencia?
Esa parte de la sociedad se debe resolver, y los medios de comunicación juegan un papel importante. La sociedad se ha acostumbrado a tolerar ciertos mínimos, y los precios que se pagan por eso son altos.
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-Cuando hay desnutrición, las inversiones que se hacen en salud, empleo y educación no son aprovechadas.”
-El hambre es la forma más cruel de discriminación, cuando un niño nace en condiciones de desnutrición.”
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www.laprensagrafica.com
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Perfil
Cargo:
Es el director regional del Programa Mundial de Alimentos (PMA) para América Latina y el Caribe.
Estudios:
Es licenciado en ciencias jurídicas y sociales de la Universidad de Chile. Postgrados en Alemania y Bélgica.
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La Prensa Gráfica - El Salvador/22/11/2007

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