¿Es Nicolas Sarkozy un neoconservador?
GUY SORMAN (Ensayista)
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¿DÓNDE se sitúa Nicolas Sarkozy? Creíamos que a la derecha, muy a la derecha; pero se alinea hacia la izquierda. Apenas llega a la izquierda, vuelve de nuevo al centro. En movimiento perpetuo, «monta en su caballo y va en todas las direcciones a la vez» (proverbio chino). Pero, en todos los editoriales, un rumor ha conquistado París: Sarkozy es neoconservador, les digo a ustedes. ¿Neoconservador? En el microcosmos de los medios de comunicación es asunto concluido. ¿De qué va? Esta ideología no figura en el repertorio del pensamiento francés: el neoconservadurismo es estadounidense. Presentimos algún golpe bajo; si Sarkozy es neoconservador, ¿será que no es totalmente de aquí? Olvidemos las intenciones perversas y ciñámonos al análisis. ¿Qué es un neoconservador en Estados Unidos? Y, ¿Sarkozy está relacionado o no con esta esfera de influencia?
El neoconservadurismo, surgido a finales de los años setenta, es originariamente un movimiento intelectual de izquierdas; en política, se alineó con Ronald Reagan en 1980 y luego, en menor medida, con George Bush, número dos. Los principios neoconservadores son claros y brutales: no hay nada más urgente que combatir el totalitarismo -ayer, la URSS, hoy, el fascismo islamista- y seguir vigilando a Rusia y a China, países no democráticos. Para los neoconservadores, el objetivo -completamente idealista- tanto de la política exterior como de la militar es la universalización de la democracia.
En este combate por el Bien, el capitalismo es una herramienta irreemplazable porque su eficacia es superior y porque es el corolario de la democracia; los neoconservadores no pretenden que este capitalismo sea ético, pero comprueban que funciona. Por último, o sobre todo, hay que defender ferozmente los valores judeocristianos contra la tentación moderna del relativismo moral. Democracia universal, capitalismo eficaz, valores conservadores. ¿Encontramos eso en el sarcozismo? En parte sí, con coincidencias inquietantes en los detalles. Así, el recorrido personal de Bernard Kouchner coincide con el de Norman Podhoretz o el de Irving Kristol, los padres neocon, procedentes también del trotskismo antes de descubrir que la URSS era el imperio del Mal, reencarnado en Sadam Husein, Bin Laden y Ahmadineyad. Estos halcones neoconservadores no temen la guerra, al considerar que la diplomacia no es un fin en sí misma; de hecho, ni Kouchner ni Sarkozy ponen el entendimiento por encima de la erradicación del Mal. El nuevo eje francoamericano tiene un tufillo neoconservador en su inspiración, lo que no impulsa a alinearse con él.
¿Son también neoconservadoras las ideas de Sarkozy en economía? El presidente francés se inclina hacia el capitalismo, pero sin excesos; los neoconservadores estadounidenses, como el añorado Milton Friedman o ahora Edward Prescott, alabarían su elogio del trabajo y de la responsabilidad. Pero se preocuparían por su amor a los paladines nacionales y por sus ataques contra la independencia del Banco Central Europeo; en la teoría neocon, la moneda es intocable.
En cuanto al voluntarismo de Sarkozy, («quiero el 3 por ciento de crecimiento»), y sus salidas violentas contra los especuladores, se ve, en los medios neoconservadores estadounidenses (cuyo portavoz es The Wall Street Journal), como una recaída en la herejía keynesiana: una travesura, ineficaz por añadidura.
Finalmente, respecto a los valores, ¿veremos en Sarkozy un neoconservador honorable, en versión francesa? Como Ronald Reagan, está divorciado y casado de nuevo. Pero tiene una religión, cualquiera que sea, y eso es lo que cuenta: Sarkozy se complace en mencionar el manto de iglesias que velan por Francia y los dos mil años de valores cristianos: eso es neoconservador.
La inclinación de Sarkozy por la ley y el orden también está dentro de la norma neoconservadora. Sin xenofobia. Los neoconservadores estadounidenses no son xenófobos, son favorables a la inmigración, si ésta es legal. Sarkozy y George Bush fueron ambos pioneros al integrar en sus Gobiernos a las minorías: mexicanas y negras en Estados Unidos; árabes entre nosotros. Respecto a los valores, Sarkozy supera la prueba.
Se objetará que el sarkozismo es estatalismo: el presidente francés no es partidario de un Estado mínimo, sino de un Estado eficaz. «Estoy aquí para actuar, no para perdurar», dijo Sarkozy. Pero los neoconservadores estadounidenses también. Desde Ronald Reagan («el Estado no soluciona los problemas, él es el problema»), tuvieron lugar los atentados del 11-S; la lucha contra el terrorismo y el ciclón Katrina, en Nueva Orleáns, reconciliaron a los neoconservadores, antes de tendencias anarquistas, con el Estado que vela por la seguridad. ¿Llegaremos a la conclusión de que Sarkozy es neoconservador? Según los criterios de Francia podría ser, pero no según el rasero estadounidense; se lleva calabazas en economía (pero puede repetir). La etiqueta neoconservadora se le puso prematuramente; las coincidencias entre el sarkozismo y el neoconservadurismo son... coincidencias que dictan el aire de los tiempos y las necesidades mundiales.
Y más allá de las personalidades, se da una característica estadounidense del neoconservadurismo, imposible de encontrar en Francia: una densa red de fundaciones, grupos de presión, periódicos, editores, una infraestructura ideológica para apoyar la causa. Por tanto, cada uno sigue arraigado necesariamente en una tradición nacional: el neoconservadurismo es un absolutismo con una base religiosa, mientras que el sarkozismo será siempre un pragmatismo laico./EDA©Le Figaro
¿DÓNDE se sitúa Nicolas Sarkozy? Creíamos que a la derecha, muy a la derecha; pero se alinea hacia la izquierda. Apenas llega a la izquierda, vuelve de nuevo al centro. En movimiento perpetuo, «monta en su caballo y va en todas las direcciones a la vez» (proverbio chino). Pero, en todos los editoriales, un rumor ha conquistado París: Sarkozy es neoconservador, les digo a ustedes. ¿Neoconservador? En el microcosmos de los medios de comunicación es asunto concluido. ¿De qué va? Esta ideología no figura en el repertorio del pensamiento francés: el neoconservadurismo es estadounidense. Presentimos algún golpe bajo; si Sarkozy es neoconservador, ¿será que no es totalmente de aquí? Olvidemos las intenciones perversas y ciñámonos al análisis. ¿Qué es un neoconservador en Estados Unidos? Y, ¿Sarkozy está relacionado o no con esta esfera de influencia?
El neoconservadurismo, surgido a finales de los años setenta, es originariamente un movimiento intelectual de izquierdas; en política, se alineó con Ronald Reagan en 1980 y luego, en menor medida, con George Bush, número dos. Los principios neoconservadores son claros y brutales: no hay nada más urgente que combatir el totalitarismo -ayer, la URSS, hoy, el fascismo islamista- y seguir vigilando a Rusia y a China, países no democráticos. Para los neoconservadores, el objetivo -completamente idealista- tanto de la política exterior como de la militar es la universalización de la democracia.
En este combate por el Bien, el capitalismo es una herramienta irreemplazable porque su eficacia es superior y porque es el corolario de la democracia; los neoconservadores no pretenden que este capitalismo sea ético, pero comprueban que funciona. Por último, o sobre todo, hay que defender ferozmente los valores judeocristianos contra la tentación moderna del relativismo moral. Democracia universal, capitalismo eficaz, valores conservadores. ¿Encontramos eso en el sarcozismo? En parte sí, con coincidencias inquietantes en los detalles. Así, el recorrido personal de Bernard Kouchner coincide con el de Norman Podhoretz o el de Irving Kristol, los padres neocon, procedentes también del trotskismo antes de descubrir que la URSS era el imperio del Mal, reencarnado en Sadam Husein, Bin Laden y Ahmadineyad. Estos halcones neoconservadores no temen la guerra, al considerar que la diplomacia no es un fin en sí misma; de hecho, ni Kouchner ni Sarkozy ponen el entendimiento por encima de la erradicación del Mal. El nuevo eje francoamericano tiene un tufillo neoconservador en su inspiración, lo que no impulsa a alinearse con él.
¿Son también neoconservadoras las ideas de Sarkozy en economía? El presidente francés se inclina hacia el capitalismo, pero sin excesos; los neoconservadores estadounidenses, como el añorado Milton Friedman o ahora Edward Prescott, alabarían su elogio del trabajo y de la responsabilidad. Pero se preocuparían por su amor a los paladines nacionales y por sus ataques contra la independencia del Banco Central Europeo; en la teoría neocon, la moneda es intocable.
En cuanto al voluntarismo de Sarkozy, («quiero el 3 por ciento de crecimiento»), y sus salidas violentas contra los especuladores, se ve, en los medios neoconservadores estadounidenses (cuyo portavoz es The Wall Street Journal), como una recaída en la herejía keynesiana: una travesura, ineficaz por añadidura.
Finalmente, respecto a los valores, ¿veremos en Sarkozy un neoconservador honorable, en versión francesa? Como Ronald Reagan, está divorciado y casado de nuevo. Pero tiene una religión, cualquiera que sea, y eso es lo que cuenta: Sarkozy se complace en mencionar el manto de iglesias que velan por Francia y los dos mil años de valores cristianos: eso es neoconservador.
La inclinación de Sarkozy por la ley y el orden también está dentro de la norma neoconservadora. Sin xenofobia. Los neoconservadores estadounidenses no son xenófobos, son favorables a la inmigración, si ésta es legal. Sarkozy y George Bush fueron ambos pioneros al integrar en sus Gobiernos a las minorías: mexicanas y negras en Estados Unidos; árabes entre nosotros. Respecto a los valores, Sarkozy supera la prueba.
Se objetará que el sarkozismo es estatalismo: el presidente francés no es partidario de un Estado mínimo, sino de un Estado eficaz. «Estoy aquí para actuar, no para perdurar», dijo Sarkozy. Pero los neoconservadores estadounidenses también. Desde Ronald Reagan («el Estado no soluciona los problemas, él es el problema»), tuvieron lugar los atentados del 11-S; la lucha contra el terrorismo y el ciclón Katrina, en Nueva Orleáns, reconciliaron a los neoconservadores, antes de tendencias anarquistas, con el Estado que vela por la seguridad. ¿Llegaremos a la conclusión de que Sarkozy es neoconservador? Según los criterios de Francia podría ser, pero no según el rasero estadounidense; se lleva calabazas en economía (pero puede repetir). La etiqueta neoconservadora se le puso prematuramente; las coincidencias entre el sarkozismo y el neoconservadurismo son... coincidencias que dictan el aire de los tiempos y las necesidades mundiales.
Y más allá de las personalidades, se da una característica estadounidense del neoconservadurismo, imposible de encontrar en Francia: una densa red de fundaciones, grupos de presión, periódicos, editores, una infraestructura ideológica para apoyar la causa. Por tanto, cada uno sigue arraigado necesariamente en una tradición nacional: el neoconservadurismo es un absolutismo con una base religiosa, mientras que el sarkozismo será siempre un pragmatismo laico./EDA©Le Figaro
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ABC - España/19/10/2007
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