Los renaceres de Benazir Bhutto
Dos veces primera ministra, dos veces destituida, heredera de una de las dinastías políticas más poderosas de Pakistán y enemiga jurada de los islamistas –en particular los talibanes–, Benazir Bhutto ha sabido renacer después de cada caída política.
Cuando Pakistán se formó como nación y se separó de India, su padre, Zulfiqar Ali Bhutto, se unió al gobierno del nuevo país, aunque más tarde lo abandonó para formar su propio partido, el del Pueblo de Pakistán (PPP).
Las banderas de la nueva organización, según se establecieron en su congreso fundacional, en 1967, se resumieron en cuatro principios: "El Islam es nuestra fe, la democracia nuestra política, el socialismo nuestra economía, y todo el poder del pueblo".
Después de que India invadiera Pakistán para frenar una guerra civil entre el gobierno militar y sus opositores, en 1970, mientras su hija Benazir estudiaba en Estados Unidos e Inglaterra, Bhutto asumió la presidencia.
Siete años después, en medio de acusaciones de fraude que todavía no se aclaran, el presidente fue depuesto por el ejército y ejecutado. Benazir, que ya estaba de vuelta en Pakistán y había sido elegida copresidente del PPP, fue puesta bajo arresto domiciliario durante un tiempo.
Su inactividad, sin embargo, duró poco. Después de un periodo de exilio en Gran Bretaña, reorganizó el partido que fundó su padre y el 2 de diciembre de ese año vio los frutos de su esfuerzo: con sólo 35 años de edad, fue nombrada primera ministra, gracias a una victoria en minoría en las elecciones y de una intrincada red de alianzas en el Parlamento.
Su tiempo en el poder, a pesar de la popularidad que mantenía, fue corto. En agosto de 1990, en medio de acusaciones de que ella y su marido, Asif Zardari, se habían enriquecido a costa del erario y del tráfico de influencias, fue destituida.
Contra lo que muchos pensaron, éste no fue el fin de su carrera política. Apenas tres años después de su salida del gobierno, en 1993 volvió a ser nombrada primera ministra, pero su principal opositor, el hombre que la había sucedido en el gobierno y que después tuvo que cedérselo, el líder de la Liga Musulmana Pakistaní, Nawaz Sharif, no bajó la guardia.
La capacidad de convocatoria de Sharif quedó clara a lo largo de 1994, cuando una huelga general convocada por él paralizó el país y la Liga supo mantener al gobierno en tensión constante.
Dos años después, el pulso se terminó. Una vez más acusada de corrupción, después de tres años de violencia política en los que murió su hermano, Benazir Bhutto tuvo que dejar el cargo. Corría noviembre de 1996.
Repitiendo la secuencia que ya se había vivido en 1990, Sharif subió al poder en febrero de 1997, pero esta vez con un abrumador apoyo del electorado. Bhutto, mientras tanto, volvió a la oposición y en 1999 un tribunal la encontró culpable de malversación de fondos. Ella pudo dejar el país, pero su esposo fue encarcelado.
Las cosas tampoco fueron bien para Sharif ese año. Un general que había tenido un ascenso meteórico en el lustro que terminaba, llamado Pervez Musharraf, organizó un golpe de Estado contra el gobierno, mandó al primer ministro al exilio y se hizo con el poder. Es el mismo Musharraf que hace apenas unos meses, contraviniendo una orden de la corte, no dejó al islamista volver del exilio y que hoy se mantiene en el poder.
Entretanto, las cosas tampoco fueron bien para Bhutto durante su tiempo en el exilio. Además de la sentencia en su país, una corte suiza la encontró culpable de lavado de dinero en 2003, aunque la apelación fue exitosa y su expediente quedó limpio.
Comenzó entonces una larga negociación entre el PPP de Bhutto y el entorno de Musharraf. Una de las primeras concesiones, por ejemplo, fue la liberación del esposo de la ex jefa de gobierno, en 2004. Y desde entonces los encuentros no pararon, hasta el punto de que hace un mes advirtió que volvería a Pakistán el 18 de octubre, y así lo hizo.
Aunque todavía no se sabe qué pactaron tras bambalinas, una cosa es cierta: ambos son enemigos jurados de los islamistas, ambos ven en los talibanes una amenaza para el país y esa milicia integrista los ha amenazado de muerte a ambos. Está todavía por verse si Musharraf y Bhutto se acogerán a la máxima de que "el enemigo de mi enemigo es mi amigo" y forjarán una alianza en el seno del Estado.
Cuando Pakistán se formó como nación y se separó de India, su padre, Zulfiqar Ali Bhutto, se unió al gobierno del nuevo país, aunque más tarde lo abandonó para formar su propio partido, el del Pueblo de Pakistán (PPP).
Las banderas de la nueva organización, según se establecieron en su congreso fundacional, en 1967, se resumieron en cuatro principios: "El Islam es nuestra fe, la democracia nuestra política, el socialismo nuestra economía, y todo el poder del pueblo".
Después de que India invadiera Pakistán para frenar una guerra civil entre el gobierno militar y sus opositores, en 1970, mientras su hija Benazir estudiaba en Estados Unidos e Inglaterra, Bhutto asumió la presidencia.
Siete años después, en medio de acusaciones de fraude que todavía no se aclaran, el presidente fue depuesto por el ejército y ejecutado. Benazir, que ya estaba de vuelta en Pakistán y había sido elegida copresidente del PPP, fue puesta bajo arresto domiciliario durante un tiempo.
Su inactividad, sin embargo, duró poco. Después de un periodo de exilio en Gran Bretaña, reorganizó el partido que fundó su padre y el 2 de diciembre de ese año vio los frutos de su esfuerzo: con sólo 35 años de edad, fue nombrada primera ministra, gracias a una victoria en minoría en las elecciones y de una intrincada red de alianzas en el Parlamento.
Su tiempo en el poder, a pesar de la popularidad que mantenía, fue corto. En agosto de 1990, en medio de acusaciones de que ella y su marido, Asif Zardari, se habían enriquecido a costa del erario y del tráfico de influencias, fue destituida.
Contra lo que muchos pensaron, éste no fue el fin de su carrera política. Apenas tres años después de su salida del gobierno, en 1993 volvió a ser nombrada primera ministra, pero su principal opositor, el hombre que la había sucedido en el gobierno y que después tuvo que cedérselo, el líder de la Liga Musulmana Pakistaní, Nawaz Sharif, no bajó la guardia.
La capacidad de convocatoria de Sharif quedó clara a lo largo de 1994, cuando una huelga general convocada por él paralizó el país y la Liga supo mantener al gobierno en tensión constante.
Dos años después, el pulso se terminó. Una vez más acusada de corrupción, después de tres años de violencia política en los que murió su hermano, Benazir Bhutto tuvo que dejar el cargo. Corría noviembre de 1996.
Repitiendo la secuencia que ya se había vivido en 1990, Sharif subió al poder en febrero de 1997, pero esta vez con un abrumador apoyo del electorado. Bhutto, mientras tanto, volvió a la oposición y en 1999 un tribunal la encontró culpable de malversación de fondos. Ella pudo dejar el país, pero su esposo fue encarcelado.
Las cosas tampoco fueron bien para Sharif ese año. Un general que había tenido un ascenso meteórico en el lustro que terminaba, llamado Pervez Musharraf, organizó un golpe de Estado contra el gobierno, mandó al primer ministro al exilio y se hizo con el poder. Es el mismo Musharraf que hace apenas unos meses, contraviniendo una orden de la corte, no dejó al islamista volver del exilio y que hoy se mantiene en el poder.
Entretanto, las cosas tampoco fueron bien para Bhutto durante su tiempo en el exilio. Además de la sentencia en su país, una corte suiza la encontró culpable de lavado de dinero en 2003, aunque la apelación fue exitosa y su expediente quedó limpio.
Comenzó entonces una larga negociación entre el PPP de Bhutto y el entorno de Musharraf. Una de las primeras concesiones, por ejemplo, fue la liberación del esposo de la ex jefa de gobierno, en 2004. Y desde entonces los encuentros no pararon, hasta el punto de que hace un mes advirtió que volvería a Pakistán el 18 de octubre, y así lo hizo.
Aunque todavía no se sabe qué pactaron tras bambalinas, una cosa es cierta: ambos son enemigos jurados de los islamistas, ambos ven en los talibanes una amenaza para el país y esa milicia integrista los ha amenazado de muerte a ambos. Está todavía por verse si Musharraf y Bhutto se acogerán a la máxima de que "el enemigo de mi enemigo es mi amigo" y forjarán una alianza en el seno del Estado.
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La Jornada - México/19/10/2007
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