25/10/07

¡Y todos tan contentos!


COLUMNA DEL DÍA

Amylkar D. Acosta M.
El Tiempo
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"Bienaventurado aquel que ha encontrado su trabajo. Que no pida más felicidad".
Thomas Carlyle
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Colombia es un país de contrastes. Al tiempo que es considerado uno de los más violentos del mundo, tiene la reputación de ser también el más feliz de todos; es como si nos matáramos unos a otros en medio del jolgorio y del macabro gozo. Primero fue la Universidad Erasmus de Rótterdam de Holanda, la que, en desarrollo de un banco de datos sobre la felicidad a nivel internacional, ubicó a Colombia en el primerísimo lugar, seguido nada menos que por Suiza y Holanda. Luego, un estudio realizado en Gran Bretaña, de una muestra de más de 100.000 personas de todo el orbe y publicado en el diario La Repubblica, de Italia, concluyó que Colombia encabeza el "barómetro" mundial de la felicidad en América, al tiempo que se sitúa entre los cuatro más felices del mundo, por encima de Francia, Alemania, Japón y la misma Italia. Pero, como la dicha nunca es completa, recientemente se revelaron los resultados de 'Un análisis de la felicidad de los colombianos', basado en la Encuesta Social y Política (ESP) de la Universidad de los Andes, que atemperan un poco tan alegres resultados.
En efecto, al activar el zum para ver más de cerca la imagen del país y mirar la real realidad, dicho análisis pudo concluir que no todos los colombianos son igualmente felices; todo depende del estrato. A medida que se sube de estrato, la felicidad es mayor. En el estrato 1, el 26 por ciento confiesa estar satisfecho con la vida que lleva; entre tanto, en el estrato 3, el 31 por ciento, y en el estrato 6, el 70 por ciento. No es aventurado correlacionar el índice de la felicidad de los colombianos con su nivel de ingreso per cápita, categoría esta tan engañosa como todos los promedios estadísticos. Por eso, a muchos colombianos les ocurre lo que al infortunado bañista que se ahogó en una piscina que tenía 80 centímetros en promedio de profundidad, con tan mala suerte que pereció en donde la piscina tenía 2 metros de profundidad.
En la economía existe un Índice que es el que más se aproxima al concepto de la infelicidad, que es el de sufrimiento, definido a partir de la combinación de varias variables, a saber: la inflación, el desempleo y el crecimiento. Históricamente, el comportamiento de la tasa de inflación ha sido asimétrica con el de la tasa de desempleo, de modo que la política antiinflacionaria que agencia el Banco de la República ha tenido en el caso colombiano un alto costo, particularmente en los últimos dos años del siglo pasado, a consecuencia de la recesión que acusó la economía por aquellas calendas. Así ha evolucionado el Índice de Sufrimiento Macroeconómico (ISM) en los últimos cinco lustros: entre 1988 y 1989, el 30,9 por ciento; 1990-1997, el 29,7 por ciento; 1998-1999, el 32,6 por ciento, y, finalmente, el 19,4 entre 2000 y 2005. Solo el índice de inflación nos favorece en el contexto regional, pues mientras el desempleo está desfasado hacia arriba con respecto a los demás países, el crecimiento sigue estando por debajo de la media; razón suficiente para pensar que esta vez ni siquiera el promedio del ISM habla bien de nuestra felicidad en el plano económico, para no hablar del aspecto social, que es crítico. Razones suficientes para dudar de la verosimilitud de la felicidad que se nos atribuye y de la que no son muchos quienes se jactan. Si bien la felicidad es un estado de alma, ésta no es ajena a las tribulaciones del Ser que habita, él sí de carne y hueso por designio del Todopoderoso.
www.amylkaracosta.net
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