23/8/07

DESASTRES NATURALES, CICATRICES BÉLICAS

La solidaridad internacional se despierta por igual ante las catástrofes telúricas y las ocasionadas por la guerra. La simpatía latinoamericana que despiertan Bolivia y Perú por haber perdido mar y tierra es un dato insoslayable para Chile al enfrentar sus inveterados reclamos; lo llama también a desplegar gestos ante el desastre tanto o más rápidos y esmerados que los de los demás.
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Por Hugo MeryPublicado
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Seis días después de producido el terremoto en Perú, dos ministros chilenos se hicieron presentes en el vecino país para realzar a nivel político la ayuda humanitaria desplegada más tempranamente. La Moneda recogió así una inquietud creciente en diversos sectores por el minimalismo de los gestos: telefonazo presidencial y el tradicional envío de 20 toneladas de ayuda en el avión Hércules de la Fach, cuyo piloto fue quien recibió personalmente los agradecimientos del Presidente Alan García en el ruinoso escenario de Pisco, hasta donde llegaron, en cambio, el Jefe de Estado colombiano y el canciller brasileño.Puede que esta escueta presencia inicial fuese dictada por la publicación de una nueva cartografía oficial peruana. O puede que este ritmo algo laxo sea, en definitiva, el sello de una administración que prefiere hornear lentamente algunos bollos antes de sacarlos y hacer el corte.Lo cierto es que la catástrofe sacudió la sensibilidad nacional no sólo por la cercanía, sino por la identificación que produce la condición sísmica propia. De esto dio cuenta el envío inmediato por los medios de reporteros a la zona, cuyos extenuados despachos coparon hasta la mitad de los espacios televisivos. Los enviados especiales se sintieron como en casa, al punto de permitirse ciertas interpretaciones sobre la persistencia en terreno del Presidente García, achacándola a la necesidad de recuperar su alicaída popularidad. Este cinismo en la mirada no tomaba en cuenta que si el Mandatario se hubiese restado se habría adjudicado el mote de indolente. La experiencia en carne propia en desastres ya justificaba el envío también de expertos y equipos médicos –como se hizo en diciembre de 2004, con ocasión del tsunami en el sudeste asiático-, más allá de las consabidas razones de la hermandad entre los pueblos. Estas, por lo demás, fueron demasiado evocadas al vocearse que la ayuda no se mezquina aún cuando subsistan problemas de orden político.De cualquier modo, no fue a ritmo moroso que la cancillería chilena reaccionó el mismo 12 de agosto ante la definición por el Perú del límite exterior sur de su dominio marítimo. No faltaron quienes estimaron excesivo que Santiago elevara su “más formal protesta” y llamase a su embajador por un documento que Lima necesita oficializar antes de recurrir a la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Pero tal reacción fue pálida si se la compara con la fuerte ofensiva que lanzó el gobierno de Ricardo Lagos en noviembre de 2005, después que Perú dictó su ley de líneas de base para proyectar su mar patrimonial: con líneas oblicuas, como la terrestre de la Concordia, en vez de rectas, como la del paralelo que pasa por el hito número uno.Entonces hubo emisarios especiales a Buenos Aires, Brasilia, Quito y La Paz y anuncios de que se acudiría la OEA e informaría a los embajadores de EEUU, país garante, y el Reino Unido, que ejercía la presidencia rotativa de la Unión Europea. Después el Presidente Lagos llamó a la cautela, explicando que no se trataba de búsqueda de apoyos o resoluciones, sino de gestiones informativas (¿y acaso “preventivas”, por si el mar se encrespaba?). Puso así finalmente los “paños fríos” que la contraparte le reclamaba, sólo que después de crear una serie de imágenes de emergencia: él arribando en helicóptero a Cerro Castillo, donde se reunió con los altos mandos castrenses; cita alargada en la residencia presidencial en Santiago del comité político de ministros en día feriado, y cena con la candidata Michelle Bachelet, como experta en temas de Defensa.Entonces hubo ovación de pie de los diputados opositores junto a los oficialistas, al aprobarse un proyecto de acuerdo que respaldaba la actuación del gobierno. Hoy, las bancadas de la Alianza no están para gestos así con la actual Presidenta, pero de alguna manera le expresaron respaldo. Y ahora como entonces, surgieron las voces chovinistas de siempre, como las de los senadores Coloma, que habló de una provocación de insospechados estallidos, y Romero, que llamó a revisar el viaje de la Presidenta a Lima en noviembre próximo. El mismo parlamentario –que preside la comisión de relaciones exteriores de la Cámara Alta- aseguró ayer que la política exterior la dictan los partidos de la Concertación, al deplorar el regreso del embajador Barros a Lima.Estos atizamientos nacionalistas hacen preguntarse qué tanto inciden en algunas drásticas medidas que suelen acordarse, como la suspensión de una visita encabezada por el titular de la Cámara chilena de Diputados. Cuando se suscitan problemas con los vecinos no hay que soslayar lo que en privado hizo ver, un año y medio atrás, un alto dignatario iberoamericano: países como Bolivia y Perú despiertan fácilmente la solidaridad internacional por haber perdido mar y tierra en una guerra. En ese contexto, agregó el experimentado diplomático, no le cabe a las partes sino esforzarse por empatizar: escucharse y ponerse cada una en el lugar de la otra. Como se hace cuando es la naturaleza y no la política la que deja caer sus fuerzas destructivas sobre la población damnificada de turno. Los desastres telúricos también dan ocasión para lavar heridas bélicas.
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radio Universidad de Chile/23/08/2007

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