9/9/07

El terrorismo se instala en Europa

A LOS SEIS AÑOS DE LOS ATAQUES A EEUU
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MATEO MADRIDEJOS
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MIQUEL ZUERAS (Ilustración)
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• La solidaridad con EEUU por el 11-S se arruinó por Irak, las amenazas liberticidas y Oriente Próximo
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Cuando se cumple el sexto aniversario de la destrucción de las Torres Gemelas de Nueva York, acontecimiento inaugural de una nueva época, el escenario estratégico se mantiene en sus campos de batalla abiertos, desde el Oriente Próximo a Pakistán, pero la organización responsable de aquellos ataques suicidas, Al Qaeda, que simbólicamente ampara y delimita el terrorismo internacional, es una nebulosa de grupos heterogéneos que extiende sus tentáculos por casi todo el mundo, afianza su influencia deletérea en el mundo árabe-musulmán, hace correr la sangre en Argel o Casablanca y está instalada en Europa."Al Qaeda tiene actualmente más bases, más colaboradores y más seguidores" que hace cinco años, según asegura el especialista norteamericano Bruce Riedel, un veterano de la CIA que ocupó importantes cargos en los gobiernos de Bill Clinton y George Bush. Se trata de una organización descentralizada que dispone de células durmientes al menos en 100 países. Su archienemigo es Estados Unidos, pero su propaganda, dirigida contra Occidente y los regímenes árabes que reputa "corrompidos", suscita ecos innumerables entre los 25 millones de mahometanos que habitan en las periferias de las metrópolis europeas.
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LA INTIMIDACIÓN cabalga por Europa, según se desprende de los ataques de Madrid y Londres o los frustrados del aeropuerto de Glasgow, Copenhague o Fráncfort. La policía danesa anunció este jueves que había frustrado un atentado gracias a la detención de ocho islamistas. Al día siguiente, la policía alemana detuvo a tres presuntos terroristas --dos alemanes convertidos al islam y un residente turco-- que preparaban ataques contra varios objetivos, incluyendo una base norteamericana. La devastación hubiera sido sin precedentes.Aunque las dos operaciones policiales están envueltas en la más absoluta discreción, su conexión resulta tan inevitable como la de los militantes islamistas que actúan bajo el mando o la inspiración de Al Qaeda, cuya adaptación a las nuevas circunstancias resulta asombrosa. Los especialistas policiales deducen que está surgiendo un terrorismo típicamente europeo con jóvenes nacidos o criados en Europa que no han recibido entrenamiento en Afganistán, que ni siquiera proceden de las zonas de conflicto, pero que han sido muy sensibles a la prédica de la guerra santa contra los infieles y el fervor de la reconquista en España. El fenómeno se explica con la apresurada conclusión del doble fracaso político y social de Europa en la integración de los descendientes de los inmigrantes sarracenos. Diversos análisis coinciden en señalar que el terrorismo doméstico plantea un mayor problema en Europa que en EEUU, ya que los 2,5 millones de islámicos norteamericanos son menos proclives al radicalismo debido a su mayor integración económica y cultural.Tanto en Europa como en EEUU, la respuesta frente al terrorismo internacional y el juicio sobre la política exterior norteamericana concitan una fuerte controversia que desborda la tradicional tensión entre libertad y seguridad. Queda lejos el "todos somos norteamericanos" de 2001 que valió una gran notoriedad al entonces director de Le Monde, Jean-Marie Colombani, una solidaridad arruinada por el desastre de Irak, las amenazas liberticidas y la erupción espasmódica del volcán de Oriente Próximo. El debate se oscurece con la polémica, las paranoias conspirativas o la deriva antisemita. A los que teorizan sobre "el choque de civilizaciones", que bautizó Samuel Huntington, replica el lingüista Noam Chomsky con una diatriba radical que compara los atentados del 11-S "con las acciones de respuesta que han causado muchas más víctimas". Una tercera vía, defendida por el politólogo francés François Heisbourg, concibe el terrorismo islamista como "una sucesión de acciones de retaguardia contra la modernidad".
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LAS FUERTES medidas de seguridad en Europa tropiezan con las reticencias de una parte de la opinión pública, como subrayó el comisario europeo de Justicia, Franco Frattini, al presentar en Bruselas las nuevas iniciativas contra el terrorismo y recordar la primacía del derecho a la vida, inseparable de la seguridad de los ciudadanos, y la urgencia de hallar un equilibrio razonable en el decálogo de las libertades. Europa no puede seguir ofreciendo el espectáculo deprimente y azaroso de su división y su fragilidad, ni criticar al aliado y sostenedor de la OTAN mientras rechaza dotarse de los medios militares necesarios para ejercer su influencia en el mundo.A la debilidad congénita se añaden el abismo que la presidencia imperial abrió en el Atlántico y las divergencias que desgarran a los europeos --atlantistas o fustigadores de la hegemonía norteamericana--, persistentes cuatro años después de la invasión de Irak. Ni la guerra global contra el terrorismo, declarada por Bush, ni la vía diplomática o la propensión mirífica de algunos europeos a buscar con ahínco las causas y apaciguar la situación ofrecen resultados en un escenario de alto riesgo. Parte de la opinión europea fluctúa entre el pacifismo y el pánico, la obsesión antiterrorista y la condescendencia, precario equilibrio que determina el aplazamiento de la acción ante un reto perentorio contra los valores de la democracia.
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*Periodista e historiador
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El Periódico - España/09/09/2007

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