Autoritarismo frente a la apertura política en China
OPINIÓN
Por: Guillermo Puente Ordorica
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Las reuniones plenarias de partidos políticos no suelen llamar la atención mucho más allá de ciertos círculos de especialistas, opinadores y desde luego de los militantes del partido de que se trate. Sin embargo, en los últimos días ha venido ocupando importantes espacios en la opinión pública internacional la celebración del XVII Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh).El PCCh ha gobernado China desde el triunfo de la revolución maoísta en 1949. Fundado en las primeras décadas del siglo XX, ha sido objeto de varias transformaciones a lo largo de su historia, las cuales van desde la revolución cultural hasta las reformas de Deng Xiaoping y otros reformistas posteriores para insertar la economía del país en el sistema mundial del capitalismo. Si bien los cambios promovidos por los diferentes dirigentes han sido profundos e importantes, han cuidado mantener incólume el poder del partido y su función como eje de la estructura de gobierno y dirección del país.Todo apunta a que el actual presidente de China, Hu Jintao, a la vez secretario general del partido, será reelegido durante este congreso para un segundo mandato de cinco años, con el encargo de dirigir a la considerada cuarta economía internacional. Durante la última década la economía china ha crecido a ritmos de 10 por ciento anual, y se ha abierto camino en los negocios y el comercio internacional, desplazando a países como México incluso, del mercado estadunidense como mayor exportador. Entre otros logros también educa a cerca de 600 mil ingenieros al año.La riqueza producida es considerable y ha conseguido mejorar el nivel de vida de vastos sectores de la población. No obstante, mantiene claros contrastes: ha marginado de los beneficios a millones de chinos, arrojando un saldo de desigualdades entre el campo y las ciudades. Además, el asombroso crecimiento económico ha propiciado altos niveles de corrupción. Por si parecieran pocas las contradicciones del progreso chino, el crecimiento económico la ha colocado como una fuente importante de contaminación mundial, en demanda de crecientes recursos naturales y energéticos.En lo internacional, China es un país con una presencia e importancia creciente. Diversos analistas anotan que China disputará a Estados Unidos el papel de potencia central en las relaciones internacionales.En lo político, el sistema chino ha experimentado algunos cambios tendientes hacia una apertura relativa, en aparente congruencia con su modernización económica. Sin embargo, China está muy lejos de ser un sistema democrático. El inicio del XVII Congreso no augura expectativas esperanzadoras en este terreno. Por el contrario, el presidente Hu Jintao ha llamado a mantener al PCCh como rector y director del proceso económico, político y social del país hacia el futuro.Diversos sectores y grupos de activistas dentro y fuera de China mantienen su lucha por lograr un país democrático. Hace unos meses, por ejemplo, numerosos intelectuales hicieron llegar a Hu Jintao una misiva exigiendo la liberación de presos políticos, la apertura del régimen y detener los actos de persecución de disidentes.En ese marco, el presidente chino se empeña en promover políticas que buscan la creación de lo que denomina una “sociedad armoniosa”, que propicie la equidad y la mejora de la situación socioeconómica del país. Ya mencionamos líneas atrás, la desigualdad y desequilibrios imperantes entre los sectores rurales y urbanos, los problemas de polución, y los efectos nocivos de la corrupción, que los mexicanos conocemos muy bien por desgracia.Para finalizar cabe mencionar que, por un lado, y de acuerdo con Immanuel Wallerstein, el capitalismo fue desde un principio un asunto de la economía mundial y no de los Estados nacionales. En esa medida, el capital nunca ha permitido que sus aspiraciones fueran determinadas por fronteras nacionales. Si ello es así, parece inevitable que el sistema político chino llegará a un punto de inflexión tarde o temprano, en el que no podrá seguir controlando hegemónica y dictatorialmente el proceso económico, político, social y cultural del país. Por el otro lado, cabe reflexionar sobre lo que se puede esperar al término del Congreso partidista chino. Entre varias corrientes de opinión, una llama fuertemente la atención puesto que asume que ese país estaría en la senda de consolidar una dirección calificada de carácter oligárquico, la cual para ejercer las funciones de gobierno buscará construir acuerdos entre los principales actores políticos del país, más no imponer. Ello estaría implicando el fin de los regímenes chinos del tipo caudillo, encarnados en figuras como la de Mao o Xiaoping. Más interesante aún en esa línea de pensamiento, es que tal posibilidad se estaría vendiendo como un producto de democratización del partido dirigente. ¿Se tratará de un cuento chino?
Las reuniones plenarias de partidos políticos no suelen llamar la atención mucho más allá de ciertos círculos de especialistas, opinadores y desde luego de los militantes del partido de que se trate. Sin embargo, en los últimos días ha venido ocupando importantes espacios en la opinión pública internacional la celebración del XVII Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh).El PCCh ha gobernado China desde el triunfo de la revolución maoísta en 1949. Fundado en las primeras décadas del siglo XX, ha sido objeto de varias transformaciones a lo largo de su historia, las cuales van desde la revolución cultural hasta las reformas de Deng Xiaoping y otros reformistas posteriores para insertar la economía del país en el sistema mundial del capitalismo. Si bien los cambios promovidos por los diferentes dirigentes han sido profundos e importantes, han cuidado mantener incólume el poder del partido y su función como eje de la estructura de gobierno y dirección del país.Todo apunta a que el actual presidente de China, Hu Jintao, a la vez secretario general del partido, será reelegido durante este congreso para un segundo mandato de cinco años, con el encargo de dirigir a la considerada cuarta economía internacional. Durante la última década la economía china ha crecido a ritmos de 10 por ciento anual, y se ha abierto camino en los negocios y el comercio internacional, desplazando a países como México incluso, del mercado estadunidense como mayor exportador. Entre otros logros también educa a cerca de 600 mil ingenieros al año.La riqueza producida es considerable y ha conseguido mejorar el nivel de vida de vastos sectores de la población. No obstante, mantiene claros contrastes: ha marginado de los beneficios a millones de chinos, arrojando un saldo de desigualdades entre el campo y las ciudades. Además, el asombroso crecimiento económico ha propiciado altos niveles de corrupción. Por si parecieran pocas las contradicciones del progreso chino, el crecimiento económico la ha colocado como una fuente importante de contaminación mundial, en demanda de crecientes recursos naturales y energéticos.En lo internacional, China es un país con una presencia e importancia creciente. Diversos analistas anotan que China disputará a Estados Unidos el papel de potencia central en las relaciones internacionales.En lo político, el sistema chino ha experimentado algunos cambios tendientes hacia una apertura relativa, en aparente congruencia con su modernización económica. Sin embargo, China está muy lejos de ser un sistema democrático. El inicio del XVII Congreso no augura expectativas esperanzadoras en este terreno. Por el contrario, el presidente Hu Jintao ha llamado a mantener al PCCh como rector y director del proceso económico, político y social del país hacia el futuro.Diversos sectores y grupos de activistas dentro y fuera de China mantienen su lucha por lograr un país democrático. Hace unos meses, por ejemplo, numerosos intelectuales hicieron llegar a Hu Jintao una misiva exigiendo la liberación de presos políticos, la apertura del régimen y detener los actos de persecución de disidentes.En ese marco, el presidente chino se empeña en promover políticas que buscan la creación de lo que denomina una “sociedad armoniosa”, que propicie la equidad y la mejora de la situación socioeconómica del país. Ya mencionamos líneas atrás, la desigualdad y desequilibrios imperantes entre los sectores rurales y urbanos, los problemas de polución, y los efectos nocivos de la corrupción, que los mexicanos conocemos muy bien por desgracia.Para finalizar cabe mencionar que, por un lado, y de acuerdo con Immanuel Wallerstein, el capitalismo fue desde un principio un asunto de la economía mundial y no de los Estados nacionales. En esa medida, el capital nunca ha permitido que sus aspiraciones fueran determinadas por fronteras nacionales. Si ello es así, parece inevitable que el sistema político chino llegará a un punto de inflexión tarde o temprano, en el que no podrá seguir controlando hegemónica y dictatorialmente el proceso económico, político, social y cultural del país. Por el otro lado, cabe reflexionar sobre lo que se puede esperar al término del Congreso partidista chino. Entre varias corrientes de opinión, una llama fuertemente la atención puesto que asume que ese país estaría en la senda de consolidar una dirección calificada de carácter oligárquico, la cual para ejercer las funciones de gobierno buscará construir acuerdos entre los principales actores políticos del país, más no imponer. Ello estaría implicando el fin de los regímenes chinos del tipo caudillo, encarnados en figuras como la de Mao o Xiaoping. Más interesante aún en esa línea de pensamiento, es que tal posibilidad se estaría vendiendo como un producto de democratización del partido dirigente. ¿Se tratará de un cuento chino?
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