«Turquía puede integrarse a Europa... pero no ahora»
SERGI DORIA/BARCELONA
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Dos textos del científico Werner von Siemens y el poeta Paul Valéry sobre naufragios inspiraron la lección magistral del sociólogo Wolf Lepenies en CaixaFórum: «Más allá de la melancolía, antes de la Utopía: la Europa de la mente y la Europa de la política». En las construcciones del optimismo capitalista de Robinson Crusoe, Lepenies distingue el intelectual seguro y agresivo del tipo reflexivo y melancólico de Hamlet, un protagonista de «las civilizaciones antiguas y un poco fatigadas». El melancólico, subrayó, «es un homo europeus intellectualis con una tendencia inagotable a la reflexión... En cambio, la felicidad es irreflexiva».
Dos textos del científico Werner von Siemens y el poeta Paul Valéry sobre naufragios inspiraron la lección magistral del sociólogo Wolf Lepenies en CaixaFórum: «Más allá de la melancolía, antes de la Utopía: la Europa de la mente y la Europa de la política». En las construcciones del optimismo capitalista de Robinson Crusoe, Lepenies distingue el intelectual seguro y agresivo del tipo reflexivo y melancólico de Hamlet, un protagonista de «las civilizaciones antiguas y un poco fatigadas». El melancólico, subrayó, «es un homo europeus intellectualis con una tendencia inagotable a la reflexión... En cambio, la felicidad es irreflexiva».
Inmersos en el cuestionamiento y perdida la confianza en el progreso, los pensadores europeos deben cultivar, según Lepenies, lo que Valéry llamó la «política del espíritu» y los políticos dedicarse a proyectos a largo plazo, más allá de oportunismos electoralistas. «La Europa de la política no puede separarse de la Europa de las mentalidades... ¿Seremos capaces de desarrollar un credo secular que pueda competir con la fuerza aplastante de los movimientos religiosos fundamentalistas?», se pregunta Lepenies. La respuesta, entre Hamlet y Pangloss: «Necesitaremos una política realista de la mentalidad, que vaya más allá de la melancolía y que se detenga antes de llegar a la utopía». Tomamos nota y Lepenies se sorprende del intercambio de catalán y castellano entre la intérprete y el entrevistador. Contrasta con el monolingüismo que la Cataluña oficial exhibió en la Feria de Fráncfort.
-Hans Magnus Enzensberger vio en el Titánic la decadencia occidental...
-Es un buen amigo y una bella metáfora poética, pero demasiado dramática para explicar lo que esá pasando en Europa. Paul Valéry también dijo que se acababa la europeización del mundo, pero eso no quiere decir que Europa se hunda...
-Subraya la melancolía como clave europea.
-Y la asocio con la utopía. La melancolía es una metáfora del desánimo ante el mundo en que vivimos. Puede ser conservadora o progresista, en función del momento histórico. La melancolía nos hace apartarnos del mundo y la utopía pretende transformarlo radicalmente. Melancolía y utopía van juntas. Por ejemplo, en 1989 cuando la caída del Muro, viajé por Budapest, Bucarest, Sofía, San Petersburgo y Varsovia. Los intelectuales del Este eran melancólicos pero irónicos y, a la vez, utópicos realistas: ¡toda una paradoja! Pensadores y activistas: habían acabado con el comunismo, pero no construían castillos en el aire.
-¿Cómo contempla la influencia islámica en Europa y los últimos desencuentros con Turquía?
-Llevo estudiando el Islam desde 1996, cuando puse en marcha el programa de investigación sobre la modernidad y el Islam: cinco años -y no cinco minutos- antes del 11-S. En 2006, al recibir el premio de la Paz de los libreros alemanes, advertí que Turquía puede integrarse a Europa... pero no ahora. Y no porque sea un país islámico moderado, sino por su poco respeto a los derechos humanos y las minorías.
-Como estudioso del Islam... ¿Dialogaría con un líder como Ahmadineyad, que niega el Holocausto?
-No soy ingenuo. Nunca podremos estar de acuerdo con todas las facciones islámicas. Pero debemos trabajar con los musulmanes moderados que quiere alcanzar la modernidad y abordar el Corán con una lectura crítica. Están amenazados en sus propios países y no tenemos otra opción que apoyarles, porque con el presidente iraní el diálogo es imposible. Tengo amigos en Irán que confían en la caída de Ahmadineyad y el triunfo de un gobierno moderado.
-Alemania ha sido la primera en notar el giro agresivo de la Rusia de Putin...
-Dependemos energéticamente de Rusia. Creer que Rusia se quedaría en un papel secundario y no volvería a ser una potencia fue un inmenso error. Mantener el equilibrio en la Europa del Este con Putin controlando la espita del gas es todo un desafío. Schroeder lo hizo muy mal y parece que Merkel lo está haciendo mejor. Rusia es una democracia despótica que durará muchos años.
-En sus obras habla de la «des-moralización» de la ciencia...
-La «des-moralización» científica es un proceso que se origina en el siglo XVII, cuando las academias se desvinculan de cuestiones religiosas y políticas. Con el paso de los siglos, esto se ha convertido en un problema, cuando deja de considerar el factor ético en campos como la biología y una economía que se inhibe del control de los mercados financieros. El equilibro entre ciencia y ética es precario. La investigación científica contempla los problemas éticos y morales que plantean, por ejemplo, los estudios genéticos: y la sociedad ha de estar más atenta y vigilante que nunca.
-Es un buen amigo y una bella metáfora poética, pero demasiado dramática para explicar lo que esá pasando en Europa. Paul Valéry también dijo que se acababa la europeización del mundo, pero eso no quiere decir que Europa se hunda...
-Subraya la melancolía como clave europea.
-Y la asocio con la utopía. La melancolía es una metáfora del desánimo ante el mundo en que vivimos. Puede ser conservadora o progresista, en función del momento histórico. La melancolía nos hace apartarnos del mundo y la utopía pretende transformarlo radicalmente. Melancolía y utopía van juntas. Por ejemplo, en 1989 cuando la caída del Muro, viajé por Budapest, Bucarest, Sofía, San Petersburgo y Varsovia. Los intelectuales del Este eran melancólicos pero irónicos y, a la vez, utópicos realistas: ¡toda una paradoja! Pensadores y activistas: habían acabado con el comunismo, pero no construían castillos en el aire.
-¿Cómo contempla la influencia islámica en Europa y los últimos desencuentros con Turquía?
-Llevo estudiando el Islam desde 1996, cuando puse en marcha el programa de investigación sobre la modernidad y el Islam: cinco años -y no cinco minutos- antes del 11-S. En 2006, al recibir el premio de la Paz de los libreros alemanes, advertí que Turquía puede integrarse a Europa... pero no ahora. Y no porque sea un país islámico moderado, sino por su poco respeto a los derechos humanos y las minorías.
-Como estudioso del Islam... ¿Dialogaría con un líder como Ahmadineyad, que niega el Holocausto?
-No soy ingenuo. Nunca podremos estar de acuerdo con todas las facciones islámicas. Pero debemos trabajar con los musulmanes moderados que quiere alcanzar la modernidad y abordar el Corán con una lectura crítica. Están amenazados en sus propios países y no tenemos otra opción que apoyarles, porque con el presidente iraní el diálogo es imposible. Tengo amigos en Irán que confían en la caída de Ahmadineyad y el triunfo de un gobierno moderado.
-Alemania ha sido la primera en notar el giro agresivo de la Rusia de Putin...
-Dependemos energéticamente de Rusia. Creer que Rusia se quedaría en un papel secundario y no volvería a ser una potencia fue un inmenso error. Mantener el equilibrio en la Europa del Este con Putin controlando la espita del gas es todo un desafío. Schroeder lo hizo muy mal y parece que Merkel lo está haciendo mejor. Rusia es una democracia despótica que durará muchos años.
-En sus obras habla de la «des-moralización» de la ciencia...
-La «des-moralización» científica es un proceso que se origina en el siglo XVII, cuando las academias se desvinculan de cuestiones religiosas y políticas. Con el paso de los siglos, esto se ha convertido en un problema, cuando deja de considerar el factor ético en campos como la biología y una economía que se inhibe del control de los mercados financieros. El equilibro entre ciencia y ética es precario. La investigación científica contempla los problemas éticos y morales que plantean, por ejemplo, los estudios genéticos: y la sociedad ha de estar más atenta y vigilante que nunca.
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ABC - España/16/10/2007
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