RUSIA: Juegos de poder
El camino hacia un Estado Corporativo: Ex miembros de la KGB se han adueñado del poder político y económico.
El presidente ruso Vladimir Putin durante una reunión con Condoleezza Rice y Robert Gates, secretarios norteamericanos de Estado y Defensa.
(AP)-
Nilda Navarrete / Praga
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En Rusia es casi un secreto a voces que durante los últimos siete años el poder político y económico ha ido pasando progresivamente a las manos de los llamados "siloviki" (gente de la KGB o de sus organizaciones sucesoras). Analistas europeos calculan los miembros de este grupo en unas 6.000 personas leales al presidente Vladimir Putin y que controlan las posiciones clave del gobierno y los negocios.
El tema ha vuelto a la actualidad con mucha fuerza en el contexto de las próximas elecciones parlamentarias de diciembre. Algunas figuras relevantes, como el general Víctor Cherkesov, muy vinculado al presidente ruso, no sólo han reconocido públicamente la existencia de esta casta que llaman "corporación", sino que admiten que el grupo está enfrentado en una guerra intestina muy peligrosa.
En un artículo publicado por el diario Kommersant que lleva su firma, Cherkesov afirma que por este camino la política rusa podría igualar a "las peores dictaduras latinoamericanas" y exhorta a los miembros de los servicios secretos en el poder a "no aprovecharse de la coyuntura para enriquecerse (…) porque no puede haber ganadores en esta guerra".
El tema ha vuelto a la actualidad con mucha fuerza en el contexto de las próximas elecciones parlamentarias de diciembre. Algunas figuras relevantes, como el general Víctor Cherkesov, muy vinculado al presidente ruso, no sólo han reconocido públicamente la existencia de esta casta que llaman "corporación", sino que admiten que el grupo está enfrentado en una guerra intestina muy peligrosa.
En un artículo publicado por el diario Kommersant que lleva su firma, Cherkesov afirma que por este camino la política rusa podría igualar a "las peores dictaduras latinoamericanas" y exhorta a los miembros de los servicios secretos en el poder a "no aprovecharse de la coyuntura para enriquecerse (…) porque no puede haber ganadores en esta guerra".
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¿Quiénes son los siloviki?
¿Quiénes son los siloviki?
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Algunos observadores se preguntan qué persiguen estas figuras producto del pasado totalitario y qué papel juegan en la Rusia de hoy. Es cierto que no tienen ya nada que ver con el mundo monolítico de terror que representaban en la antigua Unión Soviética. Tampoco los une una ideología, pero kremlinólogos como el checo Vladimir Votapek, los relacionan con la ola de secuestros y asesinatos. Métodos estos que han plagado la actualidad rusa de los últimos años como medio de solucionar algún tipo de conflicto o amenazas al poder central.
Sin embargo, el Instituto Nacional de Estrategia, que dirige la Agencia Novosti, de tendencia conservadora, los presenta como "una teoría conspirativa", producto de la imaginación de los grupos liberales rusos "que tratan de amedrentarse unos a otros" con argumentos del tipo: "la política rusa es irracional y opaca" y "el poder está concentrado en los oligarcas".
El grupo de 670 expertos del Instituto de Planificación Social de Moscú afirma en un informe reciente que los siloviki tienen un "enorme poder", que supera al de los llamados "oligarcas", sobre todo en las regiones rusas donde ahora quitan importancia a las próximas elecciones parlamentarias (diciembre/2007), a fin de dar tiempo a Putin y sus grupos para reorganizar la campaña a su favor.
Por ejemplo, el presupuesto estatal de este año no cubre los 12 meses acostumbrados, sino un período hasta 2010, lo cual, según esas fuentes, daría al actual presidente ruso tiempo para conservar el control del país. También creen que la agresiva política externa, particularmente en materia energética, mantiene una coherencia con la estrategia a largo plazo que ha sido incorporada al programa electoral del partido Rusia Unida, que va a las urnas bajo la bandera del "Plan Putin".
Algunos observadores se preguntan qué persiguen estas figuras producto del pasado totalitario y qué papel juegan en la Rusia de hoy. Es cierto que no tienen ya nada que ver con el mundo monolítico de terror que representaban en la antigua Unión Soviética. Tampoco los une una ideología, pero kremlinólogos como el checo Vladimir Votapek, los relacionan con la ola de secuestros y asesinatos. Métodos estos que han plagado la actualidad rusa de los últimos años como medio de solucionar algún tipo de conflicto o amenazas al poder central.
Sin embargo, el Instituto Nacional de Estrategia, que dirige la Agencia Novosti, de tendencia conservadora, los presenta como "una teoría conspirativa", producto de la imaginación de los grupos liberales rusos "que tratan de amedrentarse unos a otros" con argumentos del tipo: "la política rusa es irracional y opaca" y "el poder está concentrado en los oligarcas".
El grupo de 670 expertos del Instituto de Planificación Social de Moscú afirma en un informe reciente que los siloviki tienen un "enorme poder", que supera al de los llamados "oligarcas", sobre todo en las regiones rusas donde ahora quitan importancia a las próximas elecciones parlamentarias (diciembre/2007), a fin de dar tiempo a Putin y sus grupos para reorganizar la campaña a su favor.
Por ejemplo, el presupuesto estatal de este año no cubre los 12 meses acostumbrados, sino un período hasta 2010, lo cual, según esas fuentes, daría al actual presidente ruso tiempo para conservar el control del país. También creen que la agresiva política externa, particularmente en materia energética, mantiene una coherencia con la estrategia a largo plazo que ha sido incorporada al programa electoral del partido Rusia Unida, que va a las urnas bajo la bandera del "Plan Putin".
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El Plan Putin
El Plan Putin
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Desvelado el pasado primero de octubre durante una convención del partido Rusia Unida, el llamado Plan Putin resuelve finalmente la intriga de quién será el sucesor del actual presidente como hombre fuerte en la política rusa: él mismo, Vladimir Putin. Según la Constitución, Putin, de 54 años, no puede presentarse a la elección presidencial por tercera vez en marzo del año 2008, debido a sus dos mandatos consecutivos anteriores (2000/2004 y 2004/2008).
"Cambiar la Constitución por un solo hombre no sería correcto", dijo por enésima vez Vladimir Putin hace unos días frente a más de 500 delegados del partido pro Kremlin Rusia Unida. En vez de anunciar su retirada de la política, el presidente ruso anunció que irá a las elecciones por este partido en las parlamentarias y una vez diputado podría ser elegido primer ministro, siempre y cuando Rusia Unida obtenga las tres cuartas partes de los asientos en la Duma, que le permitirían hacer cambios constitucionales, y fuera elegido un presidente "con quien pudiese formar un buen equipo".
El analista Neil Buckley, del Financial Times, considera que "liderar el partido Rusia Unida le daría a Putin una enorme victoria tras ocho años de presidencia y estaría en capacidad de transformar el país en una potencia-petrolera con enorme poder político y tremenda autoridad moral".
En estas condiciones podría hacer tres cosas, según vaticina Buckley: 1) Proclamarse líder nacional de facto, como en su tiempo hizo Deng Xiaoping en China; 2) Ser líder de la mayoría parlamentaria y usar su autoridad para controlar a un presidente dócil, colocado por él mismo; y 3) Lo más probable es que se convierta en premier, modifique la Constitución, y pase los hoy poderes presidenciales al jefe de gobierno.
En general, la mayoría de los analistas, como Chris Weafer, estratega del banco de inversiones Uralsib, y Mikolai Petrov, think tank del Centro Carnegie de Moscú, piensan que la jugada de Putin es magistral, ya que le permite, utilizando las formalidades de la democracia, jugar al poder para concentrarlo más aún en sus manos y reclamar legitimidad para su gobierno en la arena internacional.
Desvelado el pasado primero de octubre durante una convención del partido Rusia Unida, el llamado Plan Putin resuelve finalmente la intriga de quién será el sucesor del actual presidente como hombre fuerte en la política rusa: él mismo, Vladimir Putin. Según la Constitución, Putin, de 54 años, no puede presentarse a la elección presidencial por tercera vez en marzo del año 2008, debido a sus dos mandatos consecutivos anteriores (2000/2004 y 2004/2008).
"Cambiar la Constitución por un solo hombre no sería correcto", dijo por enésima vez Vladimir Putin hace unos días frente a más de 500 delegados del partido pro Kremlin Rusia Unida. En vez de anunciar su retirada de la política, el presidente ruso anunció que irá a las elecciones por este partido en las parlamentarias y una vez diputado podría ser elegido primer ministro, siempre y cuando Rusia Unida obtenga las tres cuartas partes de los asientos en la Duma, que le permitirían hacer cambios constitucionales, y fuera elegido un presidente "con quien pudiese formar un buen equipo".
El analista Neil Buckley, del Financial Times, considera que "liderar el partido Rusia Unida le daría a Putin una enorme victoria tras ocho años de presidencia y estaría en capacidad de transformar el país en una potencia-petrolera con enorme poder político y tremenda autoridad moral".
En estas condiciones podría hacer tres cosas, según vaticina Buckley: 1) Proclamarse líder nacional de facto, como en su tiempo hizo Deng Xiaoping en China; 2) Ser líder de la mayoría parlamentaria y usar su autoridad para controlar a un presidente dócil, colocado por él mismo; y 3) Lo más probable es que se convierta en premier, modifique la Constitución, y pase los hoy poderes presidenciales al jefe de gobierno.
En general, la mayoría de los analistas, como Chris Weafer, estratega del banco de inversiones Uralsib, y Mikolai Petrov, think tank del Centro Carnegie de Moscú, piensan que la jugada de Putin es magistral, ya que le permite, utilizando las formalidades de la democracia, jugar al poder para concentrarlo más aún en sus manos y reclamar legitimidad para su gobierno en la arena internacional.
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La Rusia del futuro
La Rusia del futuro
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Los más optimistas, como la politóloga Vladimira Amantinova, señalan que es la segunda vez que un jefe supremo de la seguridad rusa ocupa el liderazgo del país. En 1982, Yury Andropov, presidente de la KGB, fue elegido secretario general del entonces Partido Comunista de la URSS y, aunque sólo duró en el puesto 15 meses, acariciaba el sueño de reformar la economía soviética y hacerla competitiva con Occidente.
Esta experta asegura que los hombres de la seguridad eran los únicos que podían hacer los cambios en la URSS, debido a su vasta información y poder, y el ambicioso proyecto se concretó en 1999, cuando un agotado Boris Yeltsin puso en la oficina del Kremlin a Vladimir Putin como su sucesor.
El periodista y escritor Maksim Kalashnikov (Vladimir Kucherenko, nombre real) publicó en 2003 el libro Hacia la URSS-2, donde describe la filosofía andropoviana como la mezcla de la fuerza de los combinados militares industriales, y la fuerza organizativa y autoritaria de la KGB, que conduciría a lo que se llamó Corporación Estrella Roja.
Kalashnikov dice que a partir de entonces los altos oficiales de la inteligencia estudiaron la fuerza y la debilidad de las economías de mercado, los sistemas multipartidistas, y los jóvenes más sobresalientes fueron entrenados en el extranjero. Cuando la URSS se desmanteló en 1991, muchos criticaron a Yeltsin por el desmantelamiento de la KGB.
Dice el libro que Yeltsin comprendió pronto este error y durante el proceso de privatización llamó a los altos oficiales de la KGB para que se ocuparan de los recursos estratégicos del país. En un libro anónimo titulado Proyecto Rusia, publicado en 2005 en una página web de la organización de veteranos de la seguridad del Estado en San Petersburgo, se describe el papel que jugó la KGB en seleccionar y convertir en agresivos inversores a quienes luego fueron conocidos como "oligarcas". Aquí se indica que los primeros "siloviki" vieron la privatización como el primer paso hacia su retorno al poder.
La docilidad de los "oligarcas/siloviki" puede verse, por ejemplo, en cómo el multimillonario Oleg Deripaska declaró que "devolverá" todas sus acciones al Estado cuando se lo pidan. Su amigo igualmente rico, Roman Abramovich, hizo multimillonarias "donaciones" para proyectos del Kremlin, por ejemplo, los Juegos Olímpicos de Sochi de 2014. En septiembre, el diario Kommersant-Dengi publicó una lista impresionante de empresas industriales y financieras renacionalizadas.
Los textos de los veteranos de la KGB afirman que el objetivo final es la formación de megacorporaciones que dominen la economía, en el camino hacia un Estado Corporativo, un término que, aunque no resulta grato a Occidente, está formándose en Rusia ante los ojos de todos.
Los más optimistas, como la politóloga Vladimira Amantinova, señalan que es la segunda vez que un jefe supremo de la seguridad rusa ocupa el liderazgo del país. En 1982, Yury Andropov, presidente de la KGB, fue elegido secretario general del entonces Partido Comunista de la URSS y, aunque sólo duró en el puesto 15 meses, acariciaba el sueño de reformar la economía soviética y hacerla competitiva con Occidente.
Esta experta asegura que los hombres de la seguridad eran los únicos que podían hacer los cambios en la URSS, debido a su vasta información y poder, y el ambicioso proyecto se concretó en 1999, cuando un agotado Boris Yeltsin puso en la oficina del Kremlin a Vladimir Putin como su sucesor.
El periodista y escritor Maksim Kalashnikov (Vladimir Kucherenko, nombre real) publicó en 2003 el libro Hacia la URSS-2, donde describe la filosofía andropoviana como la mezcla de la fuerza de los combinados militares industriales, y la fuerza organizativa y autoritaria de la KGB, que conduciría a lo que se llamó Corporación Estrella Roja.
Kalashnikov dice que a partir de entonces los altos oficiales de la inteligencia estudiaron la fuerza y la debilidad de las economías de mercado, los sistemas multipartidistas, y los jóvenes más sobresalientes fueron entrenados en el extranjero. Cuando la URSS se desmanteló en 1991, muchos criticaron a Yeltsin por el desmantelamiento de la KGB.
Dice el libro que Yeltsin comprendió pronto este error y durante el proceso de privatización llamó a los altos oficiales de la KGB para que se ocuparan de los recursos estratégicos del país. En un libro anónimo titulado Proyecto Rusia, publicado en 2005 en una página web de la organización de veteranos de la seguridad del Estado en San Petersburgo, se describe el papel que jugó la KGB en seleccionar y convertir en agresivos inversores a quienes luego fueron conocidos como "oligarcas". Aquí se indica que los primeros "siloviki" vieron la privatización como el primer paso hacia su retorno al poder.
La docilidad de los "oligarcas/siloviki" puede verse, por ejemplo, en cómo el multimillonario Oleg Deripaska declaró que "devolverá" todas sus acciones al Estado cuando se lo pidan. Su amigo igualmente rico, Roman Abramovich, hizo multimillonarias "donaciones" para proyectos del Kremlin, por ejemplo, los Juegos Olímpicos de Sochi de 2014. En septiembre, el diario Kommersant-Dengi publicó una lista impresionante de empresas industriales y financieras renacionalizadas.
Los textos de los veteranos de la KGB afirman que el objetivo final es la formación de megacorporaciones que dominen la economía, en el camino hacia un Estado Corporativo, un término que, aunque no resulta grato a Occidente, está formándose en Rusia ante los ojos de todos.
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Encuentro en la Red - Cuba/16/10/2007
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