El aterrizaje de Sarkozy
LA NUEVA POLÍTICA DE LA DERECHA FRANCESA
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• El presidente de Francia afronta las primeras protestas contra las reformas en medio de intensos rumores sobre su divorcio
• El presidente de Francia afronta las primeras protestas contra las reformas en medio de intensos rumores sobre su divorcio
• Trenes y metro van a la huelga el jueves
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JOSÉ A. SOROLLA / PARÍS
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Cinco meses después de su entrada en el palacio del Elíseo, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, afronta esta semana la hora de la verdad de las reformas. El próximo jueves, día 18, ferroviarios, empleados del metro y parte de los funcionarios van a la huelga contra las reformas de los regímenes especiales de la Seguridad Social y de la función pública. Tras 150 días frenéticos, en los que Sarkozy ha sobrevolado por encima de todo, llega el momento de aterrizar en la realidad cuando, además, todo París es un rumor sobre el inminente anuncio de la separación matrimonial del presidente y su esposa, Cécilia."No tengo ningún comentario que hacer", dijo ayer una y otra vez David Martinon, portavoz del Elíseo al ser preguntado sobre las informaciones que anuncian una separación inminente de la pareja presidencial. Lo que sí que confirmó Martinon, en cambio, es que la primera dama francesa tampoco acompañará en esta ocasión a Sarkozy durante su visita oficial a Marruecos la próxima semana. Son ya demasiadas las ausencias.El primer secretario del Partido Socialista (PS), François Hollande, definió hace tiempo la agitación sarkozista como la política del "golpe de efecto permanente". Sin duda, recordaba la definición que François Mitterrand hizo de la política del general Charles de Gaulle, a la que calificó de "golpe de Estado permanente". Golpe de efecto (coup d'éclat) y golpe de Estado (coup d'État) suenan casi igual en francés.Respuesta sindicalLa feliz definición de Hollande es la que ahora se pone a prueba. El ministro de Trabajo, Xavier Bertrand, presentó la semana pasada a los sindicatos la reforma de los regímenes especiales de la Seguridad Social con el objetivo de que, en el 2012, todos los franceses coticen 40 años para tener derecho a una pensión. En cinco años, los empleos que ahora cotizan 37,5 (ferroviarios, empleados de metro, del gas y de la electricidad) deberán adaptarse. La huelga de ferroviarios y empleados del metro de París del día 18 se enfrenta a esta reforma, que, sin embargo, la mayoría de los franceses aprueban.Aunque los funcionarios militantes del sindicato comunista CGT se suman al paro, la batalla contra la reforma de la función pública, que empieza por la supresión de uno de cada tres puestos de trabajo mediante jubilaciones, queda para más adelante, así como la protesta por la instauración de los prepagos sanitarios.Es una incógnita si los sindicatos, fuertes solo en el sector público, conseguirán movilizar a los trabajadores. La política de Sarkozy ha logrado hasta ahora maniatar a la oposición, pero no acabar con los descontentos. Sin programa y sin líder, el PS apenas hace otra cosa que declaraciones y comunicados contra cualquier medida gubernamental, pero no presenta alternativas, como no sean las del pasado. Hasta el punto de que, en una encuesta publicada el pasado día 5 por Le Figaro, el exprimer ministro Dominique de Villepin, del que Sarkozy fue ministro, quedaba equiparado a Ségolène Royal (ambos con un 14%) como la personalidad que hacía la mejor oposición a la política del presidente.Sin embargo, la rentrée política no ha sido un camino de rosas para Sarkozy. Desde septiembre, Sarkozy ha debido superar las tensiones con su primer ministro, François Fillon, a quien llamó simple "colaborador", con evidente disgusto del menospreciado, que desató otra polémica al declarar que el Estado estaba en "quiebra", quizá con la intención de forzar a Sarkozy a abordar las verdaderas reformas.Esas reformas de fondo --la reducción del déficit-- preocupan sobremanera a la UE, con la que Sarkozy se ha peleado a cuenta de la política monetaria del Banco Central Europeo. El peor alumno en el cumplimiento de los indicadores económicos se ha permitido dar lecciones a Europa, lo que ha irritado a sus pares. Sarkozy basa toda su política económica en el estímulo de la demanda para recuperar las tasas de crecimiento hace tiempo perdidas, pero todas las instituciones, incluido el instituto francés de estadística, han rebajado las expectativas del 2007 por debajo del 2%. "Que el crecimiento sea del 1,9% o del 2,3%, en el fondo no cambia gran cosa, porque yo quiero el 3%", ha dicho Sarkozy.Irritación de MerkelUna de las irritadas es la cancillera Angela Merkel. Pese a los besos y abrazos de Sarkozy --o precisamente por eso, ya que en Alemania no es usual tanta familiaridad--, las relaciones con Alemania patinan y la prensa germana se emplea con dureza contra el "nuevo Napoleón".La apertura a la izquierda y la reforma institucional presidencialista han causado también reticencias en la mayoría parlamentaria. Sarkozy quiere proseguir con la apertura que enmiendas polémicas, como los tests de ADN de la nueva ley de inmigración, han puesto sin embargo a prueba.
Cinco meses después de su entrada en el palacio del Elíseo, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, afronta esta semana la hora de la verdad de las reformas. El próximo jueves, día 18, ferroviarios, empleados del metro y parte de los funcionarios van a la huelga contra las reformas de los regímenes especiales de la Seguridad Social y de la función pública. Tras 150 días frenéticos, en los que Sarkozy ha sobrevolado por encima de todo, llega el momento de aterrizar en la realidad cuando, además, todo París es un rumor sobre el inminente anuncio de la separación matrimonial del presidente y su esposa, Cécilia."No tengo ningún comentario que hacer", dijo ayer una y otra vez David Martinon, portavoz del Elíseo al ser preguntado sobre las informaciones que anuncian una separación inminente de la pareja presidencial. Lo que sí que confirmó Martinon, en cambio, es que la primera dama francesa tampoco acompañará en esta ocasión a Sarkozy durante su visita oficial a Marruecos la próxima semana. Son ya demasiadas las ausencias.El primer secretario del Partido Socialista (PS), François Hollande, definió hace tiempo la agitación sarkozista como la política del "golpe de efecto permanente". Sin duda, recordaba la definición que François Mitterrand hizo de la política del general Charles de Gaulle, a la que calificó de "golpe de Estado permanente". Golpe de efecto (coup d'éclat) y golpe de Estado (coup d'État) suenan casi igual en francés.Respuesta sindicalLa feliz definición de Hollande es la que ahora se pone a prueba. El ministro de Trabajo, Xavier Bertrand, presentó la semana pasada a los sindicatos la reforma de los regímenes especiales de la Seguridad Social con el objetivo de que, en el 2012, todos los franceses coticen 40 años para tener derecho a una pensión. En cinco años, los empleos que ahora cotizan 37,5 (ferroviarios, empleados de metro, del gas y de la electricidad) deberán adaptarse. La huelga de ferroviarios y empleados del metro de París del día 18 se enfrenta a esta reforma, que, sin embargo, la mayoría de los franceses aprueban.Aunque los funcionarios militantes del sindicato comunista CGT se suman al paro, la batalla contra la reforma de la función pública, que empieza por la supresión de uno de cada tres puestos de trabajo mediante jubilaciones, queda para más adelante, así como la protesta por la instauración de los prepagos sanitarios.Es una incógnita si los sindicatos, fuertes solo en el sector público, conseguirán movilizar a los trabajadores. La política de Sarkozy ha logrado hasta ahora maniatar a la oposición, pero no acabar con los descontentos. Sin programa y sin líder, el PS apenas hace otra cosa que declaraciones y comunicados contra cualquier medida gubernamental, pero no presenta alternativas, como no sean las del pasado. Hasta el punto de que, en una encuesta publicada el pasado día 5 por Le Figaro, el exprimer ministro Dominique de Villepin, del que Sarkozy fue ministro, quedaba equiparado a Ségolène Royal (ambos con un 14%) como la personalidad que hacía la mejor oposición a la política del presidente.Sin embargo, la rentrée política no ha sido un camino de rosas para Sarkozy. Desde septiembre, Sarkozy ha debido superar las tensiones con su primer ministro, François Fillon, a quien llamó simple "colaborador", con evidente disgusto del menospreciado, que desató otra polémica al declarar que el Estado estaba en "quiebra", quizá con la intención de forzar a Sarkozy a abordar las verdaderas reformas.Esas reformas de fondo --la reducción del déficit-- preocupan sobremanera a la UE, con la que Sarkozy se ha peleado a cuenta de la política monetaria del Banco Central Europeo. El peor alumno en el cumplimiento de los indicadores económicos se ha permitido dar lecciones a Europa, lo que ha irritado a sus pares. Sarkozy basa toda su política económica en el estímulo de la demanda para recuperar las tasas de crecimiento hace tiempo perdidas, pero todas las instituciones, incluido el instituto francés de estadística, han rebajado las expectativas del 2007 por debajo del 2%. "Que el crecimiento sea del 1,9% o del 2,3%, en el fondo no cambia gran cosa, porque yo quiero el 3%", ha dicho Sarkozy.Irritación de MerkelUna de las irritadas es la cancillera Angela Merkel. Pese a los besos y abrazos de Sarkozy --o precisamente por eso, ya que en Alemania no es usual tanta familiaridad--, las relaciones con Alemania patinan y la prensa germana se emplea con dureza contra el "nuevo Napoleón".La apertura a la izquierda y la reforma institucional presidencialista han causado también reticencias en la mayoría parlamentaria. Sarkozy quiere proseguir con la apertura que enmiendas polémicas, como los tests de ADN de la nueva ley de inmigración, han puesto sin embargo a prueba.
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El Periódico - España/16/10/2007
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