Durmiendo durante la posguerra fría
Geopolítica internacional
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Durante prácticamente una década Estados Unidos se descolgó de los nuevos enemigos que surgirían tras el colapso de la Unión Soviética. Es urgente ahora no desperdiciar más tiempo en la nueva tarea, y que tras el súbito despertar del 11 de Septiembre nos encaminó hacia el primer y acertado paso: Irak.
Que Sadam no esté ya en el poder no significa que podamos desembarazarnos del problema iraquí por cuanto representa dentro de la región.
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Una espantada de Irak no tiene en cuenta los antecedentes del problema iraquí en la política norteamericana de las últimas décadas. La salida menosprecia también la repercusión que ha tenido Irak en el convulso e imprescindible Oriente Medio desde los años 70, y todos los quebraderos que Sadam ha originado a las distintas administraciones.
Sin embargo, que Sadam no esté ya en el poder no significa que podamos desembarazarnos del problema iraquí por cuanto representa dentro de la región.
La falsa ilusión que supuso el fin del guerra fría con el in pass de los 90 finalizado con el sobresalto del 11-S mostró hasta qué punto Estados Unidos no había atendido realmente bien lo acontecido durante la posguerra fría. Mientras disfrutamos de una ingenua felicidad representada intelectualmente en el trabajo de Francis Fukuyama “El fin de la Historia”, se estaba gestando delante de nuestras propias narices peligros que más pronto que tarde pasarían factura, creciendo movimientos que creíamos accidentales, sin importancia, colaterales a las especificidades de cada región.
La estrategia de Bush o “internacionalismo distintivamente estadounidense” no es un tema caprichoso de esta Administración. Está enmarcado en una visión más amplia representada en los círculos neoconservadores, desarrollada mientras Occidente se tomaba unas buenas vacaciones en los 90 tras la era bipolar.
Los asuntos regionales son los que configurarán la seguridad a nivel mundial después del citado mundo bipolar. Aquello que era accesorio en la guerra fría como los Estados adscritos a uno u otro bloque, se han convertido en un frente central común pero a su vez separado, dificultando aún más la estrategia a desarrollar para aplacar los peligros presentes.
Frente a estos peligros multidireccionales es necesario que no se improvise. Reconfigurar el orden mundial tras el fin de la guerra fría, del que nos olvidamos, es tarea urgente amén de que esa labor ahora pendiente se podía haber realizado mejor aprovechando ese, a priori, tiempo de paz en el que infinidad de agentes desestabilizadores coaligados temporalmente o por separado, aprovecharon para atacar al dormido y perenne triunfador.
Aquellos peones que ahora han crecido mientras Estados Unidos bajaba la guardia y se hacía débil, tosca y anticuada de cara a los nuevos desafíos, podían tal vez haber sido contenidos si se hubiera escuchado a los que por entonces advirtieron de los peligros que acechaban.
Las buenas palabras confiando en el “ingenuo liberalismo clintoniano” infravalorando a los Estados transgresores y a sus protegidos agentes transnacionales como grupos terroristas, pergeñaron una táctica perfecta de luchar contra el todopoderoso vencedor. Aquellos Estados que creíamos que eran nuestros títeres moviéndolos a nuestro antojo se sublevaron hacia nosotros haciendo urgente una nueva estrategia para atender todos estos focos: unas Fuerzas Armadas versátiles con capacidad para desplegar tropas de acción rápida focalizadas y ubicadas en los puntos neurálgicos; apoyar a la disidencia y movimientos de oposición a los regímenes autoritarios desafiantes, proscritos y protectores hacia con los terroristas, pueden propiciar cambios de regímenes que pueden convertirse en aliados bifurcando y diversificando la tarea de atrapar a los grupos terroristas.
Otras acciones encaminadas a acabar con quien intente desafiar la pax democratica pueden ser, por ejemplo, las sanciones económicas, el fortalecer alianzas sobre todo con democracias, liderando un movimiento mundial como el de la Declaración de Varsovia de 2000, un movimiento paralelo al de la corrupta Naciones Unidas, para difundir los valores que la hegemonía benevolente estadounidense representa. A eso cabe añadir: las escuchas sin pesadas y lentas autorizaciones judiciales pero con plena legitimidad; la congelación internacional de activos financieros; los trabajos de campo e inteligencia; el rastreo en el ciber-espacio (método predilecto de los terroristas); limitar el radio de acción de las potencias regionales atendiendo la expansión y nacimiento de grupos o actores que desafíen a Estados Unidos siendo capaces de librar varios frentes a la vez, son algunas de las tácticas a usar para preservar nuestra forma de vida.
Durante prácticamente una década Estados Unidos se descolgó de los nuevos enemigos que surgirían tras el colapso de la Unión Soviética. Es urgente ahora no desperdiciar más tiempo en la nueva tarea, y que tras el súbito despertar del 11 de Septiembre nos encaminó hacia el primer y acertado paso: Irak.
Esperemos que todos los capítulos pendientes (Irán, Siria, Corea del Norte) no se demoren cada uno de ellos tanto como el primero, y que cada uno de éstos y otros peligros (la emergente amenaza rusa, China, el populismo socialista iberoamericano) no se pase de administración en administración prestando sólo atención a su cabeza más visible pero a su vez autónoma: el terrorismo yihadista.
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Una espantada de Irak no tiene en cuenta los antecedentes del problema iraquí en la política norteamericana de las últimas décadas. La salida menosprecia también la repercusión que ha tenido Irak en el convulso e imprescindible Oriente Medio desde los años 70, y todos los quebraderos que Sadam ha originado a las distintas administraciones.
Sin embargo, que Sadam no esté ya en el poder no significa que podamos desembarazarnos del problema iraquí por cuanto representa dentro de la región.
La falsa ilusión que supuso el fin del guerra fría con el in pass de los 90 finalizado con el sobresalto del 11-S mostró hasta qué punto Estados Unidos no había atendido realmente bien lo acontecido durante la posguerra fría. Mientras disfrutamos de una ingenua felicidad representada intelectualmente en el trabajo de Francis Fukuyama “El fin de la Historia”, se estaba gestando delante de nuestras propias narices peligros que más pronto que tarde pasarían factura, creciendo movimientos que creíamos accidentales, sin importancia, colaterales a las especificidades de cada región.
La estrategia de Bush o “internacionalismo distintivamente estadounidense” no es un tema caprichoso de esta Administración. Está enmarcado en una visión más amplia representada en los círculos neoconservadores, desarrollada mientras Occidente se tomaba unas buenas vacaciones en los 90 tras la era bipolar.
Los asuntos regionales son los que configurarán la seguridad a nivel mundial después del citado mundo bipolar. Aquello que era accesorio en la guerra fría como los Estados adscritos a uno u otro bloque, se han convertido en un frente central común pero a su vez separado, dificultando aún más la estrategia a desarrollar para aplacar los peligros presentes.
Frente a estos peligros multidireccionales es necesario que no se improvise. Reconfigurar el orden mundial tras el fin de la guerra fría, del que nos olvidamos, es tarea urgente amén de que esa labor ahora pendiente se podía haber realizado mejor aprovechando ese, a priori, tiempo de paz en el que infinidad de agentes desestabilizadores coaligados temporalmente o por separado, aprovecharon para atacar al dormido y perenne triunfador.
Aquellos peones que ahora han crecido mientras Estados Unidos bajaba la guardia y se hacía débil, tosca y anticuada de cara a los nuevos desafíos, podían tal vez haber sido contenidos si se hubiera escuchado a los que por entonces advirtieron de los peligros que acechaban.
Las buenas palabras confiando en el “ingenuo liberalismo clintoniano” infravalorando a los Estados transgresores y a sus protegidos agentes transnacionales como grupos terroristas, pergeñaron una táctica perfecta de luchar contra el todopoderoso vencedor. Aquellos Estados que creíamos que eran nuestros títeres moviéndolos a nuestro antojo se sublevaron hacia nosotros haciendo urgente una nueva estrategia para atender todos estos focos: unas Fuerzas Armadas versátiles con capacidad para desplegar tropas de acción rápida focalizadas y ubicadas en los puntos neurálgicos; apoyar a la disidencia y movimientos de oposición a los regímenes autoritarios desafiantes, proscritos y protectores hacia con los terroristas, pueden propiciar cambios de regímenes que pueden convertirse en aliados bifurcando y diversificando la tarea de atrapar a los grupos terroristas.
Otras acciones encaminadas a acabar con quien intente desafiar la pax democratica pueden ser, por ejemplo, las sanciones económicas, el fortalecer alianzas sobre todo con democracias, liderando un movimiento mundial como el de la Declaración de Varsovia de 2000, un movimiento paralelo al de la corrupta Naciones Unidas, para difundir los valores que la hegemonía benevolente estadounidense representa. A eso cabe añadir: las escuchas sin pesadas y lentas autorizaciones judiciales pero con plena legitimidad; la congelación internacional de activos financieros; los trabajos de campo e inteligencia; el rastreo en el ciber-espacio (método predilecto de los terroristas); limitar el radio de acción de las potencias regionales atendiendo la expansión y nacimiento de grupos o actores que desafíen a Estados Unidos siendo capaces de librar varios frentes a la vez, son algunas de las tácticas a usar para preservar nuestra forma de vida.
Durante prácticamente una década Estados Unidos se descolgó de los nuevos enemigos que surgirían tras el colapso de la Unión Soviética. Es urgente ahora no desperdiciar más tiempo en la nueva tarea, y que tras el súbito despertar del 11 de Septiembre nos encaminó hacia el primer y acertado paso: Irak.
Esperemos que todos los capítulos pendientes (Irán, Siria, Corea del Norte) no se demoren cada uno de ellos tanto como el primero, y que cada uno de éstos y otros peligros (la emergente amenaza rusa, China, el populismo socialista iberoamericano) no se pase de administración en administración prestando sólo atención a su cabeza más visible pero a su vez autónoma: el terrorismo yihadista.
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Diario de América - USA/15/10/2007
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